sábado, 26 de diciembre de 2009

Algernon Blackwood

Desde que el volumen de Los mitos de Cthulhu editado por Rafael Llopis cayó en mis manos he ido leyendo poco a poco a casi todos los escritores que aparecen en él, desde las tempranas influencias de Arthur Machen o Lord Dunsany hasta sus herederos, como Robert Bloch. Sin embargo, Algernon Blackwood se me había escapado hasta ahora, y eso que es el autor nada menos que de El wendigo, uno de los mejores relatos de todo el libro.

Aunque, en realidad, esto no es del todo cierto, ya que sí había leído parte de la obra de Blackwood, las aventuras de John Silence, investigador de lo oculto, una extraña mezcla entre un detective y un cazafantasmas, en cuyos relatos se mezclan la investigación más prosaica con pentáculos y sortilegios. Las aventuras de John Silence tuvieron tanto éxito que otro de los escritores más admirados de Lovecraft, William Hope Hodgson se animaría a crear a otro detective de lo oculto: Thomas Carnacki, el cazafantasmas.

Aparte de estas aventuras de John Silence, Blackwood escribió una buena cantidad de relatos de terror más clásico. Y son estos relatos los que me ha costado encontrar hasta ahora, ya que por fin conseguí encontrar en la biblioteca del barrio La casa vacía, en una venerable edición de los años 80. Dentro de este volumen recopilatorio se pueden encontrar dos grandes tipos de relatos. Por un lado, la mayoría son historias de fantasmas, con los ingredientes habituales de aparecidos y casas encantadas, y por el otro lado, también podemos encontrar historias más cercanas al Wendigo, una especie de interpretación sobrenatural de las aventuras en Alaska de Jack London. Por otro lado, también podemos encontrar una aventura de John Silence, Culto secreto, con la particularidad de no estar narrada desde el punto de vista del investigador, apareciendo éste únicamente al final de la historia.

El nivel de los relatos es un poco irregular. Todos ellos son buenos, sin embargo, algunos de ellos no tienen la fuerza necesaria para hacerse un hueco en la memoria. Un ejemplo claro de esto son El hechizo de la nieve, con una versión victoriana del súcubo cuya lectura se me hizo un poco cuesta arriba (nunca mejor dicho), o Puede telefonear desde aquí, un relato de poltergeist telefónico excesivamente previsible. Pero para contrarrestar estos relatos un poco flojos, tenemos auténticas maravillas como La casa vacía, una historia de casas encantadas que pone los pelos de punta, El que escucha, con un ambiente insano y opresivo, El cuento de fantasmas de la mujer o Cumplió su promesa.

En esta recopilación Blackwood demuestra que es un maestro a la hora de manejar los resortes del cuento de fantasmas y casas embrujadas, sin embargo, falla a la hora de buscar transmitir terror por otros medios. Pero los relatos menores son de sobras compensados por las maravillas comentadas más arriba. A falta de leer su otra gran obra, Los sauces, Blackwood se ha ganado un puesto de honor en mi particular panteón.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Sci-fdi

Vuelvo a actualizar sólo para hacer un poco de autobombo: he colaborado en la edición de Sci-fdi, una revista sobre ciencia ficción publicada por la biblioteca de mi facultad (de ahí viene lo de fdi: Facultad de Informática, jeje). Esta misma semana hemos publicado el primer número, en una edición virtual, aunque si la iniciativa prospera, quizá lleguemos a publicar en papel, ¡quién sabe!



Como decía antes, la revista está enfocada hacia la ciencia ficción, con un contenido mayoritario de relatos, pero también interesantes ensayos. En este primer número en concreto, hay dos textos muy interesantes en homenaje a Ballard, que nos dejó este año, siete relatos, un cómic, y un texto de presentación de Miquel Barceló.

Espero que os parezca una publicación interestante, ya que queremos hacerla salir adelante. Y si teneis algún material que os interese publicar, en breve comenzará el plazo de recogida de materiales para los próximos números.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Aniversario

Sin darme cuenta, ya han pasado cuatro años desde que empecé con este blog. El pasado jueves se cumplieron cuatro años desde que escribí aquel hello world bloguero. Quería haber escrito algo, sin embargo, ahora mismo me siento incapaz de ponerme a escribir.

Diciembre suele ser uno de los meses más productivos en este blog, sin embargo, este año, a pesar de tener ganas de escribir sobre un montón de cosas, no llego a encontrar el momento de sentarme y ponerme a desarrollar algún tema en concreto. Así que voy acumulando ideas, apuntes y borradores a medio desarrollar. Espero que en las vacaciones tenga tiempo para centrarme y poder escribir sobre unas cuantas cosas que he leído estos días.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Parecidos razonables

Tras un parón de casi un mes, vuelvo a la carga, aunque de manera muy breve. Un post visual, lo que representa un cambio importante tras todo este tiempo colgando parrafadas. Últimamente estoy leyendo muchos tebeos de los años setenta, gracias a la increíble labor de escaneo y selección de historias que realiza el autor del blog Diversions of the Groovy Kind. Y, el otro día, leyendo una de estos tebeos, tuve una curiosa sensación de déjà vu... comprobadlo vosotros mismos. En primer lugar, la splash page de una historia de (como dice el título) espada y brujería, y, en segundo lugar, una de las escenas más reconocidas de El príncipe Valiente.



Aprovecho para recomendar también la sección de déjà vu del Dr. Zito, empezando por su último hallazgo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El género como vergüenza

El otro día estuve viendo Pickpocket, una interesante película de Bresson, que, sin embargo, empieza de una manera muy chocante. Tras ir apareciendo, como es habitual, los títulos de crédito, con el nombre del director, actores, etc, apartece un cartelón que dice "esta película no es una historia policiaca" (Ce film n'est pas du style policier. L'auteur s'est efforcé d'exprimer par des images et des sons le cauchemar d'un jeune homme poussé par la faiblesse dans une aventure de vol à la tire pour laquelle il n'était pas fait.).

Pero sí que lo es. Tenemos a un ladrón de poca monta, a sus compinches y a un oficial de policía que trata de capturarlo, pero el director parece tener que justificarse. ¡¡Mi obra es seria!! ¿¿cómo va a ser una historia policiaca?? Y es que tras ese mensaje de Bresson, en apariencia simple, se esconden multitud de complejos. Bresson dice que trata de expresar los apuros de un joven, la debilidad de su carácter, y eso, al parecer, no se puede lograr desde un film de género. Quizá sea un debate ya viejo, que no nos lleve a ningún lado, pero afirmaciones como esta denotan estrechez de miras, y, lamentablemente, esta actitud aún no está superada, y de vez en cuando oimos (leemos) a algún escritor justificar que su obra no es ciencia ficción, dejar claro que su obra es alta cultura, por que trata temas muy elevados. ¿Pero acaso no se tratan estos temas en la ciencia ficción o en el policiaco?

Pickpocket es, en gran parte, una adaptación de Crimen y castigo al género policial de mediados de siglo. En ella podemos encontrar casi todos los mimbres con los que Dostoievski creó su novela. Y que Raskolnikov se convierta en un raterillo de París no cambia el mensaje, como tampoco lo cambiaría ambientarlo en una nave espacial. Los límites de los géneros, la capacidad de contar historias dentro de ellos, están en la mente. Y la frontera entre la alta y la baja cultura es cada vez más difusa.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Píldora: American Gangster


Otra asignatura pendiente. Y un experimento que parecía arriesgado, hacer una película de mafia con un protagonista negro. Podemos buscar precedentes, como GTA San Andreas, donde se sustituye al habitual italoamericano, como Tony Vercetti o el callado protagonista del GTA III por un pandillero de barrio. Y, sin embargo, en GTA San Andreas la narrativa no es la propia del cine de mafia más clásico, si no que utiliza historias más propias del cine de bandas, o el cine de ghetto. Podríamos decir que Carl Johnson está más cerca de Mentes peligrosas que de El padrino, por poner un ejemplo.

En American Gangster la narrativa sí es propia del cine de mafia en su forma más clásica, como una historia de aprendizaje y conquista del poder, con un enorme papel de Denzel Washington interpretando a un gangster discreto, inteligente y decidido, que no duda en mancharse las manos y hacer las cosas por sí mismo. Precisamente por ello, la historia está muy centrada en su personaje, Frank Lucas, rodeado de una serie de secundarios con escasa participación de la historia. Para conseguir esta relación tan directa con el personaje Ridley Scott se basa en los planos muy cortos, muy centrados en los personajes: vemos su cara, cómo mueven sus manos, pero nunca vemos las escenas en perspectiva. De esta manera se va construyendo una historia en base a retazos, sin tener nuca una visión general.

Estas escenas protagonizadas por Frank Lucas se ven complementadas con el hilo argumental protagonizado por Russell Crowe, que da vida a un policía en apariencia honrado e incorruptible, cuyo objetivo es desmontar las redes de tráfico de drogas. Desde la perspectiva del personaje de Crowe sirve para rellenar los huecos en la historia de Frank Lucas y añadir un contexto más amplio.

La historia se construye en base al duelo que mantienen estos dos personajes, el mafioso de aspecto y conducta intachable y el policía de aspecto y conducta desastroso, pero hay otro gran protagonista, que es la ciudad de Nueva York, sus barrios más marginales en una de las épocas más difíciles para la ciudad.

martes, 3 de noviembre de 2009

Los malabarismos de Juan Manuel de Prada

Este personajillo ya tiene un historial de apariciones por aquí, ya sea por su verbo florido o por su, por decirlo de alguna manera, arcaica manera de pensar. Es un entusiasta de los temas más cavernarios que se pueden encontrar en el ideario conservador, y ya protagonizó él solito un meme cuando publicó un artículo defendiendo el creacionismo (yo hablé de este tema aquí). Le encanta poder soltar sus discursos desde su columna, sabiendo que, por mucho que mienta, deforme y retuerza argumentos, una vez esté impresa nadie podrá rebatirle. Es un intoxicador, un experto en disfrazar la mentira, una especie de Losantos de pacotilla.

Su última columna trata sobre la película Katyn, sobre la matanza de polacos que cometieron los soviéticos en plena II Guerra Mundial. Para Juan Manuel, esta película es algo muy necesario, es necesario desenterrar estos hechos bárbaros del pasado y que los conozcan las nuevas generaciones. Es necesario, es un acto de justicia para todos aquellos que fueron fusilados y enterrados en el bosque de Katyn, es una manera de devolverles, a ellos y a sus descendientes, parte de la dignidad que les fue arrebatada y una manera de restituir la humillación constante sufrida en los largos años de la dictadura comunista.

Sin embargo, Juan Manuel de Prada se opone a la ley de Memoria Histórica. Lo que es bueno en Polonia para las víctimas del comunismo no es bueno en España para las víctimas de Franco.

Me gustaría saber dónde desarrollan todos estos ideólogos conservadores tan grande capacidad para la hipocresía, para la doble moral y para la mentira continuada. Y me gustaría saber cómo consiguen sus seguidores digerir tanta y tanta bajeza y quedar satisfechos y con ganas de más.

Por si alguien quiere refrescarse la memoria, aquí están todas mis entradas sobre Juan Manuel de Prada.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Píldora: Memento

Ésta era una de mis asignaturas pendientes, una de esas películas que parece que todo el mundo ha visto, y de la que casi todo el mundo habla maravillas, de esas que todo el mundo las califica como "de culto". Decir que una película de hace nueve años sea de culto me parece un poco arriesgado, pero cada vez es más frecuente que las películas adquieran este estatus prácticamente desde su estreno, o incluso desde antes.

Yo no voy a llegar a tanto. Memento me ha parecido una buena película, quizá incluso una muy buena película. Nolan sabe jugar con un guión que apenas ofrece datos al espectador, manteniéndolo siempre dubitativo, sin saber verdaderamente quién dice la verdad o quién miente, haciendo que el espectador llegue a sentirse como el desmemoriado protagonista. Es muy interesante la manera de contar una historia detectivesca al revés, partiendo de conclusiones y ofreciendo a continuación algunas pruebas o razonamientos, una especie de flashbacks encadenados, que crea una extraña estructura temporal de bucles enlazados. Además de este guión que pese a una estructura compleja permanece sólido hasta la revelación final, uno de los aspectos que más me han gustado de la película es cómo se construye toda la historia a partir de tres personajes. Nolan hace de la economía de medios una virtud, y, como dice el refrán, en Memento, menos es más.

viernes, 30 de octubre de 2009

Bioy Casares y Borges resuelven misterios

Hace tiempo me compré, picado por la curiosidad, un pequeño libro llamado Seis problemas para Don Isidro Parodi, una recopilación de, como su propio nombre indica, seis relatos detectivescos escritos a cuatro manos por Borges y Bioy Casares, bajo el seudónimo H. Bustos Domecq (otro autor más a sumarse a las bibliotecas inexistentes de Borges).

Conocía la afición de Borges al género detectivesco en su forma más clásica (imprescindible este artículo de Clau al respecto), el whodunit cuyos mayores exponentes son Sherlock Holmes, las novelas de Agatha Christie o el Padre Brown de Chesterton, entre otros. Para crear a Isidro Parodi, Borges y Bioy Casares reúnen los principales tópicos del género y amplifican, haciendo con ellos una sorprendente reducción al absurdo, que, sin embargo, funciona bien como parte del género.


La principal ruptura de estos relatos frente al género original consiste en su organización. Podríamos decir que casi todos los relatos canónicos del género se dividen en tres partes, que llamaremos actos. En el primer acto se presenta el misterio, en el segundo se investiga el asunto y en el tercero se le da una explicación detallada de la solución del caso al lector. En las historias de Isidro Parodi no hay segundo acto, no hay investigación, por que el detective está preso en una cárcel. Parodi no puede interrogar a testigos, no puede husmear el lugar de los hechos ni reunir pistas. Ha de prescindir de todos los elementos físicos de las historias de detectives y quedarse sólo con el aspecto intelectual, con la capacidad de deducción.

Por supuesto, como buena parodia de un género, en estas historias abunda el humor, no en forma de chistes, si no con unos personajes tan excesivos, tan tópicos e imposibles como el mismo Parodi, que se van encadenando a través de cada uno de los relatos, como el actor Montenebro, que tras aparecer en el segundo misterio, vuelve en los cuatro siguientes, convirtiéndose en el mejor personaje de todos. Borges y Bioy Casares no dudan en reírse de todos estos personajes secundarios, en hacernos ver lo absurdos y ridículos que son, salvándose únicamente Parodi.

Estas seis historias harán las delicias de cualquier aficionado al género, sin embargo, han envejecido bastante mal. En ocasiones utilizan un lenguaje demasiado farragoso, no sé si como una parodia de las formas de hablar de la época, pero que obliga al lector a tener que leer con cautela, lo que llega a veces a romper el ritmo o a hacerte perder el hilo.

sábado, 24 de octubre de 2009

Santander, crónica negra

A veces, cuando vuelvo al norte, a Torrelavega, me doy cuenta de cuánto ha cambiado la ciudad. No sólo en estos años en los que he vivido lejos, si no lo distinta que es la ciudad de las imágenes que tengo grabadas de ella, imágenes de cuando era muy pequeño y veía por primera vez sus calles. En mi mente, muchas zonas de Torrelavega siguen estando tal y como eran a finales de los ochenta, calles de una ciudad industrial, sucia, aún metida en aquellos años que llenaron las calles de yonkis, y en una reconversión industrial que mandó a mucha gente al paro. Recuerdo las huelgas y las manifestaciones cuando las fábricas declararon suspensión de pagos y una sucursal de Banesto acabó casi quemada, en plena plaza mayor. Recuerdo los locales comerciales vacíos, con carteles de "se alquila" y los cristales rotos, las aceras llenas de huecos y charcos, la suciedad en las calles.

Desde entonces, la ciudad ha cambiado bastante. Superada la crisis industrial de principios de los noventa, parecía que volvía la prosperidad, desaparecían los perennes carteles de "se alquila" y aparecían nuevos negocios. Los obreros iban arreglando poco a poco las aceras y las plazas de la ciudad y los barrenderos se esmeraban en mantener impecables las calles. Torrelavega parecía una ciudad distinta.

Sin embargo, de vez en cuando, como si la vida fuera una novela de John Connolly, vuelve a aparecer ese pasado sórdido, esa particular crónica negra. Cantabria nunca ha formado parte de esas partes de España asociadas a la crónica negra, no ha habido asesinatos crueles en cortijos, tampoco tenemos ningún Puerto Hurraco. Cantabria nunca ha sido parte de nada importante. Lo único que nos proporciona esta comunidad autónoma es una especie de melancolía, producto de vivir en una suerte de no-lugar. Pero sí que tenemos un pequeño historial de criminales, como el famoso Mataviejas de Santander (en la wiki sólo está en inglés). Y, este fin de semana, Tomasín, uno de estos criminales que todo el mundo creía olvidado ha vuelto a la primera plana de los periódicos, al ser asesinado en misteriosas circuntancias prácticamente en la puerta de la cárcel.

A veces, la vida real parece mezclarse con la ficción. Como en esta excelente crónica negra acerca de la muerte de Tomasín en El País. El reportero mezcla sabiamente la crónica de un suceso real con los tópicos de la novela negra. A destacar esta frase: Es un local en el que coexisten, según un cliente habitual, "jóvenes fumadores de porros que sólo quieren liarse un canuto mientras ven el partido con personajes oscuros que no sabes la historia que llevan detrás". Sigue habiendo poesía en los periódicos.

lunes, 19 de octubre de 2009

Sven Hassel

Una de las mejores cosas de vivir en un barrio como Chamberí es que puedo ir dando un paseo a casi cualquier sitio. Y, si tengo tiempo, parar en alguna de las librerías de viejo que encuentro por el camino. Es una especie de ritual que llevo a cabo de vez en cuando. Suelo ir a dos de ellas, pero sin lugar a dudas, mi favorita es ésta que se ve en la imagen de Street View, con esos dos muebles llenos de libros en la puerta. Me encanta por que está abarrotada de libros y apenas se puede pasar entre las estanterías. Cada vez que paso por delante, echo un vistazo al monedero, cuento rápidamente el dinero que llevo encima y entro a ver qué puedo llevarme para casa: algún libro de un escritor del que me han hablado bien, un pequeño volumen de relatos o novelas de bolsillo a buen precio. En mi anterior visita descubrí un alijo de novelas de Saramago por tres euros, y hoy, por ocho euros, me he ido a casa con otros cinco libros: Jack London, Guy de Maupassant, Graham Greene, Borges... y un libro de Sven Hassel.

Desde que me compré La legión de los condenados en una de estas librerías de viejo, cada vez que encuentro alguno de sus libros en más o menos buen estado me lo compro, así que ya he reunido una buena colección de libros de distintas ediciones, alguno de ellos repetidos. Sin embargo, el no saberme el orden de publicación hace que, por ejemplo, hoy haya dejado en las estanterías el cuarto volumen, y me haya llevado el séptimo.

Ya había hablado de las novelas de Sven en este blog en dos ocasiones, una, cuando leí su primera novela, La legión de los condenados, y cuando leí la segunda, Los panzer de la muerte. Viendo las fechas, me he dado cuenta de que llevaba casi un año sin leer nada suyo, pero desde septiembre llevo una racha bastante intensa de consumo de material de la Segunda Guerra Mundial, y, además de películas, videojuegos y algún que otro ensayo, han caído un par de las aventuras de Sven, leídas en desorden.

En la primera de ellas, Comando Reichsfuhrer Himmler (que en realidad es la novena de la seria), Sven y sus compañeros salen desde el campo de Sennelager para formar el batallón de castigo 999, formado, como es habitual, por criminales y disidentes, destinados al frente soviético como carne de cañón. Esta no es una de las mejores novelas de Hassel, diría que es la más floja que he leído, y es demasiado errática. Quizá sea esta donde Sven Hassel, además de mostrar la crudeza del frente, quiso contar el horror de la retaguardia. Y es que resultan mucho más espeluznantes los episodios en los campos de prisioneros y la marcha al frente de los WU (Wehrmacht Unwürdig), los soldados indignos de los batallones penitenciarios, o la represión del alzamiento de Varsovia por parte de los batallones de SS ucranianos que los capítulos en los que el pelotón de Sven, Hermanito, Porta y el Viejo se quedan tras las líneas soviéticas y han de abrirse camino hasta alcanzar de nuevo a los alemanes.

En las novelas de Sven Hassel todo el mundo parece ser furiosamente antinazi, salvo algún que otro fanático, como el ex SS Julius Heide. En ocasiones te preguntas cómo fue toda esa pesadilla posible si todo el mundo odiaba a Hitler y sus secuaces. Incluso a lo largo de sus novelas hace unas cuantas bromas con esto. A medida que se avanza en la serie de novelas y la guerra está cada vez más perdida para Alemania, cada vez son más los personajes que se declaran disidentes. De esta forma, las novelas chocan con las teorías de los biógrafos alternativos de Sven Hassel, que sostienen la hipótesis de que éste no estuvo en ningún batallón penitenciario, si no que fue miembro de la división SS Panzer Wiking, formada por voluntarios escandinavos, o bien fue un colaboracionista que nunca pisó el frente soviético, y en realidad sus novelas son el relato de algunos de los SS daneses capturados tras la guerra.

Esta polémica no está demasiado clara, y hay que tomarse los libros de Hassel no como una rigurosa autobiografía, si no como una versión novelada de anécdotas propias y ajenas. Quizá no existieron Porta, o el Viejo, quizá sólo sean la suma de un montón de los compañeros de Hassel en el frente soviético, sin embargo, Hassel ha sabido darles vida plena a través de sus novelas. Sentimos miedo con ellos, el cansancio del frente, e incluso consigue que nos sintamos incómodos cuando alguno de ellos hace enfadar al Viejo. Como el título de su tercera novela, en estas páginas encontramos a auténticos Camaradas del frente.

jueves, 15 de octubre de 2009

El soplón

En ocasiones, cuando vas al cine, te das cuenta de que has cometido un error al elegir la película, y que acabas de tirar tu dinero a la basura. Pues bien, el día que vi ésta película fue uno de esos días. Quizá sea exagerado empezar así una reseña, o una crítica, pero con los precios del cine en crecimiento constante, ver una película que no sólo no te gusta, si no que te aburre y que en gran parte de sus (eternos) 108 minutos de duración te los pasas pensando en cuánto quedará todavía es una experiencia frustrante.

Y es que ¡El soplón! (The Informant! en su título original) sufre del mismo efecto que las diversas secuelas de Ocean's Eleven: si bien la primera película resulta muy interesante y los giros argumentales que van revelando todo el plan maestro son realmente sorprendentes, sus continuaciones son aburridas por que sabemos en cada momento qué es lo que va a pasar a continuación. En ¡El soplón! esto pasa sin necesidad de ninguna secuela.

El argumento es sencillo. Tenemos a Matt Damon, interpretando a un ejecutivo de una compañía azucarera llamado Mark Whitaker, que se enreda en una especie de doble juego, informando al FBI de algunas prácticas ilegales de su empresa. Pero, mientras hace de infiltrado dentro de su compañía, el FBI ha de desenmarañar la red de mentiras en las que Whitaker envuelve todo lo que ha ido contándoles. La presión de pasar varios años llevando esa doble vida ha acabado volviendo medio loco a Whitaker, y no se sabe dónde empieza la realidad y dónde sus mentiras.

Matt Damon hace un trabajo interesante, con ese Whitaker que al final no sabes si es un mentiroso compulsivo, un genio o directamente estúpido. Sin embargo, el esquema cíclico (o espiral) del guión resulta bastante tedioso, contando demasiadas veces la misma historia de espionaje, Whitaker contando su versión, el FBI descubriendo la mentira y Whitaker contando otra bola más grande aún. Como decía antes, la primera repetición es interesante, la segunda, no demasiado, pero la tercera, cuarta o quinta son directamente aburridas.

En resumen, la película pierde mucho de su interés a medida que avanza el metraje, y, si bien pretende ser una comedia, el humor no aparece demasiado, salvo un par de momentos verdaderamente divertidos, que, lamentablemente, no consiguen salvar al resto.

miércoles, 14 de octubre de 2009

De vuelta

De nuevo una temporada de sequía en el blog. No es que tenga un ritmo desenfrenado de actualizaciones, pero un mes sin poner ninguna entrada nueva me parece demasiado incluso a mí. Estas temporadas de barbecho suelen coincidir con los días en los que estoy más desocupado. Es curioso, cuando tengo más tiempo para leer, escuchar música o ver películas es cuando menos consigo centrarme para ponerme a escribir. Y no es por falta de ganas, o de ideas que me gustaría desarrollar, más bien al contrario, hay un montón de cosas sobre las que me gustaría hablar, pero no consigo sentarme delante del ordenador y concentrarme en la escritura. En las temporadas de más actividad, de más agobio, me es mucho más fácil hilar una serie de ideas, o terminar de ver una peli y tener más o menos pensado qué es lo que me gustaría reseñar de ella. Sin embargo, ahora tengo la mente casi de vacaciones, y las ideas van surgiendo más despacio, más inconexas.

Quizá el problema sea que cada vez que me siento a escribir algo, intento abarcar demasiado, y acabo soltando unos rollos inaguantables. Tengo las entradas más o menos pensadas antes de sentarme, y, simplemente, escribo. Intento hacer borradores con las ideas sueltas que se me van ocurriendo, o incluso anotándolas en un papel, pero acaban guardando polvo virtual, por que sólo se escribir de manera impulsiva. Y debería cambiar esto.

Verdaderamente, tengo muchas ganas de escribir sobre un montón de cosas. Aunque me conformaría con llegar a escribir algo de la décima parte de ellas. Este tipo de pequeños ejercicios de metablogging son realmente útiles, permiten volver a poner a punto la mente y los dedos, y ahora el hueco sin actualizaciones no parece tan grande. ¿son un vil truco, una entrada vacía? Quizá, pero también terapeútica.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Masters of Horror: Homecoming

HomecomingÉste es el segundo episodio que he visto de Masters of Horror, después de Sueños en la casa de la bruja, que reseñé por aquí hace ya bastante tiempo. Como dije en aquella entrada, Homecoming era uno de los episodios que más me llamaba la atención, y es que la propuesta es bastante interesante: los soldados muertos en Irak vuelven convertidos en zombies para protestar contra Bush.

Tradicionalmente se ha querido ver en el cine de terror el reflejo de la situación política de la época en la que se produce la película. En la mayoría de las veces, las películas no dejan de ser un subproducto que no da para muchos análisis, pero de vez en cuando sí que aparece una obra maestra dentro del género que sabe capturar perfectamente el zeitgeist. Un ejemplo clásico es Zombie (o El amanecer de los muertos), donde ni siquiera la muerte es capaz de vencer la alienación que producen los grandes centros comerciales. Homecoming intenta meterse entre estos clásicos, pero donde otras películas hacen de la sutileza una virtud, Homecoming va directa al grano, y ése es su principal fallo. Y es que tanto se esfuerza su director, Joe Dante, en meter su mensaje con calzador, que al final lo que menos importa son los zombies. Bien es cierto que normalmente los zombies sólo son una excusa, o una manera de poder contar una historia, al fin y al cabo, lo que importa son los humanos que aún están vivos, pero los no muertos tienen algún peso argumental. Sin embargo, en esta película éstos zombies, que eran el centro de su argumento, tras unas cuantas escenas prácticamente dejan de contar.

La idea de estos zombies soldado es bastante interesante. En primer lugar, como catarsis. Los soldados muertos en Irak han sido durante mucho tiempo una de las principales preocupaciones de los estadounidenses, un recordatorio constante de la política de Bush, hasta llegar a ser un tema prácticamente tabú. Pero con su vuelta como zombies se plantea algo muy interesante, que es tratar de destruir a estos zombis, tratar de destruir los miedos de todo un país que estos soldados representan. Pero ése no es el objetivo de la película, aunque creo que ése punto de vista hubiera servido mejor como mensaje ideológico, al menos, hubiera sido un poco más sutil. En el episodio prácticamente no se dispara sobre estos zombies, y es que han vuelto de la muerte no para devorar a los vivos, si no para poder votar, para que nadie se apropie de la voz de los muertos en una guerra.

Al final, el episodio queda en una burla de los peores tópicos de los republicanos, y en una muestra de la Ley de Poe. Desde el principio, con la escritora fanática y su coche de matrícula BSH BABE, o diciendo que los que se manifiestan contra la guerra son "men with breasts, women with armpit hair. They are ugly and stupid". Nos muestra cuán hipócritas son estos fanáticos, con una especie de líder religioso, primero diciendo que los zombies son un milagro y un regalo del cielo, pensando que están a su favor, pero en cuanto los zombies dejan claro que han vuelto para echar del gobierno a quien les mandó a morir, se convierten en engendros de Satanás, sin solución de continuidad. Como parodia, funciona bastante bien, aunque al final resulta excesiva de tanto decir quiénes son los malos. Por otro lado, no he comentado otro de los hilos que componen la trama, por que estropearía bastante el episodio a quien pudiera verlo. Esta trama es el mayor acierto del episodio, y termina en un climax que rápidamente es estropeado por un "segundo final" completamente innecesario.

Y ésta podría ser una buena manera de resumir el episodio: unas cuantas ideas potentes que son estropeadas al tratar de estirarlas demasiado. Se salva por el humor gamberro y por unos cuantos guiños al espectador, como este genial homenaje :)

G.A. Romero

martes, 8 de septiembre de 2009

Matadero Cinco (II)

Si en la anterior entrada analicé algunos logros de la novela, en esta, que espero sea más breve, haré un comentario (que espero más breve) de algunos de los grandes aciertos de la película.

En primer lugar, no sabría decir si el libro es superior a la película o no. Ciertamente, gran parte del atractivo de la película viene de los mimbres que deja entrelazados Vonnegut en su novela. Sin embargo, la película, al contrario de lo que suele pasar en las últimas adaptaciones de novelas, ¡o peor, tebeos!, tiene la valentía de no calcar párrafo a párrafo la novela en que se basa, y no por ello deja de ser una adaptación muy fiel, que sabe transmitir muy bien el mensaje de la novela.

El gran acierto de la película es conseguir visualmente la sensación de desorientación de Billy, sacar al espectador también fuera del tiempo: la película avanza mediante flashes, pequeñas escenas que se cortan repentinamente, y ya estamos en medio de otra. En ocasiones, la transición es brusca, como en la primera escena, que termina con un salto destinado a impresionar al espectador, a descolocarlo: vemos la máquina de escribir de Billy, mientras escribe "I have come unstuck in time. I jump back and forth in my life and I have no control over where". Al escribir la última palabra, el silencioso sótano desaparece, y aparecemos en mitad de una carretera nevada, por la que avanzan un tanque y unos soldados. Ya estamos en mitad de la vida de Billy, y el tiempo ya no es lineal. Sin embargo, en otras escenas se juega con la imagen, haciendo cambiar levemente la escena. Una de las que me pareció más interesantes es una en la que Billy, tras un accidente, es llevado en una camilla por el pasillo del hospital, mientras la escena cambia sutilmente, Billy está corriendo por un pasillo en el Matadero Cinco, en Dresde. Se juega con los cambios visuales para dar continuidad o romperla, para unir dos momentos o para separarlos por completo.

La sensación de saltar atrás y adelante en el tiempo se incrementa: si leyendo pasamos diez, o quince minutos "fijos" en el tiempo, en la película estaremos mucho menos. Y, además de esto, han conseguido encontrar a un actor idóneo para Billy, completamente apático, de rasgos corrientes, poco definidos, nada en él destaca. La sensación de que Billy es sólo un espectador se acrecenta al verlo en la película: lo vemos normalmente lejos del foco de acción en los planos, apático, apenas moviéndose ni mirando a los otros personajes, salvo en las escenas en las que está en el zoo de Trafalmadore con Montana Wildhack. Mientras en el libro Billy es completamente apático ante el sexo con su mujer Valencia, en la película es lo único que lo saca de su posición de espectador. Es tal la apatía que transmite que viendo la película se consigue el mismo efecto de lejanía entre el espectador y los hechos que aparecen en pantalla, sin que esto implique un distanciamiento con la propia película, al contrario: la hora y media larga que dura se pasa en un santiamén, consiguendo corregir uno de los puntos más flojos del libro, y es que en ocasiones tanto vaivén temporal acaba distrayendo en algunos capítulos flojos. Sin embargo, en la película se recortan algunas las líneas temporales, otras se acortan, y otras cobran más protagonismo. En concreto, una de ellas es la de Paul Lazzaro, uno de los prisioneros en Dresde, que en el libro, a pesar de tener un papel decisivo, apenas interviene. En la película Lazzaro juega otro papel, y añade una nueva perspectiva sobre la guerra: Lazzaro es un personaje lleno de orgullo, que continuamente es pisoteado. Lazzaro representa la humillación del débil por el poderoso. Es curioso cómo a partir de un personaje ciertamente secundario, en apenas unas pocas escenas consiguen crear un personaje con tanta carga, y este acierto pertenece totalmente a la película.

Totalmente recomendable, como una mirada ligeramente distinta sobre la novela.

jueves, 3 de septiembre de 2009

En el principio... fue la línea de comando (II)

Decíamos ayer que para Neal Stephenson, las metáforas aplicadas a la informática son un arma de doble filo. Por un lado, son muy útiles para abstraer la enorme complejidad de un programa como un sistema operativo, y nos dan una serie de herramientas intuituvas para interactuar con nuestras máquinas, que en principio, son dos cosas muy deseables: a nadie le gustaría tener que leer un manual de 500 páginas para poder navegar por Internet, y normalmente, necesitamos tener algún tipo de sistema de referencia para poder comprender cómo funciona un computador. Por eso se ha aceptado como un convenio de facto el paralelismo entre el software y las herramientas de trabajo presentes en una oficina. Sin embargo, estas metáforas, creadas para ayudar a comprender el funcionamiento de un computador, han terminado por hacerlo totalmente incomprensible. De toda la gente que cada día hace uso de un ordenador, muy pocos realmente llegan a entender qué es lo que está pasando por debajo de todas esas metáforas, qué está ocurriendo mientras teclean y lentamente las letras van apareciendo sobre un folio en blanco dibujado en la pantalla.

Estas metáforas han alejado a la gente de una herramienta de trabajo muy potente, convirtiendo un milagro tecnológico en algo equivalente a un paquete de Din A4 o un cassete de música de capacidad infinita. El conocimiento de la informática se ha convertido en una especie de conocimiento revelado a unos pocos, y en un mundo que cada vez depende más y más de sistemas informáticos de complejidad creciente, la gente cada vez siente menos curiosidad por ellos. Se está dejando el control absoluto de nuestra sociedad en las manos de esos iluminados, y la gente está contenta por librarse de una preocupación.

Alcanzado este punto, Stephenson quiere utilizar las herramientas que los gigantes de la informática (Microsoft, Apple...) han utilizado para alejar a la gente de los ordenadores en su contra, quiere convertir a los Eloi en Morlocks. Y también, alcanzado este punto, es momento de parar. El siguiente paso, en una próxima entrada.


P.D.: Por otro lado, es interesante la reflexión que hace acerca de la imagen que quiere transmitir realmente cada empresa: desde el aspecto de aburrido oficinista que ofrece Microsoft, hasta la hipocresía que rodea a Apple (y gran parte de sus más acérrimos fans), vendiendo libertad y rebeldía contra el sistema en el plano publicitario, mientras impiden que puedas instalar en sus ordenadores otra cosa que no sea su hardware y su software. Bajo su aspecto de intelectuales hippies buenrrollistas se esconde una señorita Rottenmeier con una obsesión por el control.

domingo, 30 de agosto de 2009

Matadero Cinco

Hace algo más de un mes, en el blog de La navaja en el ojo propusieron crear un club de lectura: cada mes, se propone un libro que hay que leer, y pasado un tiempo, se cuelga una nueva entrada donde la gente escribe sus reflexiones acerca del libro elegido. Siempre me han interesado este tipo de actividades, ya que sirve para hacer una lectura más en profundidad de un libro, y se suele generar un debate muy interesante.

Como os podeis imaginar, la lectura propuesta para el mes de agosto fue Matadero cinco, de Kurt Vonnegut. Escribí algunas de las ideas que había visto en la novela en los comentarios de la entrada, sin embargo, quería desarrollar un poco más el tema, ya que además de la novela, quiero comentar un poco la película basada en el libro.

Matadero cinco es un libro sobre el bombardeo de Dresde, en el que apenas se habla sobre el bombardeo de Dresde. Para Vonnegut, es imposible hablar sobre ello, y creo que tiene razón. Hay ocasiones en las que el horror es indescriptible, y cualquier intento de hacerlo sólo sirve para banalizarlo, o para convertirlo en imágenes, en una experiencia estética, que es lo que quiere evitar Vonnegut. Ya en el prólogo nos dice que cuando vemos una película bélica, o leemos una novela sobre la guerra, aunque el mensaje sea completamente antibelicista, no podemos evitar sentirnos atraídos por la estética de las armas, los ejércitos y la muerte, ya que hablan directamente a la zona de nuestra mente dominada por Tánatos. Para evitar esto, Vonnegut utiliza un recurso bastante sutil, o mejor dicho, dos recursos: el primero es un protagonista, Billy, con el que el lector es incapaz de empatizar, y el otro es una narración demasiado fragmentada, impidiendo que puedas sumergirte en la trama. Billy es un "viajero en el tiempo", y su vida no transcurre de manera lineal, si no que viaja continuamente atrás y adelante en el tiempo, desde su vejez hasta su juventud, desde un día cualquiera hasta el bombardeo de Dresde, o hasta los años que pasó en el planeta Trafalmadore. Billy no puede vivir su vida, pues es incapaz de mantener ningún tipo de control sobre sus saltos temporales, es como un espectador en una sala de cine. De esta forma, Vonnegut consigue un truco narratológico bastante curioso, utilizando dos niveles de focalización dentro de la historia: el narrador del relato como focalizador externo y a su vez el propio Billy como otro nivel de focalización: el narrador no nos cuenta lo que ve, si no lo que Billy ve de su propia vida.

Como iba diciendo, Matadero Cinco juega mucho con la narratología, con la forma de presentar los elementos de la historia. Antes de seguir comentando esto, sería conveniente poner en juego el concepto de la dualidad en la narrativa: dicho pronto y mal, una narración tiene dos partes, una historia, que es un concepto abstracto formado por una sucesión de hechos, y un discurso, que es la forma de representar de manera tangible la historia (algo abstracto, como hemos dicho antes).

Aclarado esto, Vonnegut juega con la narrativa, buscando estirar y retorcer todo lo posible los elementos narratológicos definidos por Genette, como ya vimos anteriormente con el juego de perspectivas del narrador como focalizador y Billy como focalizante. Además de la focalización, también juega con el orden en el que es presentada la historia de Billy. Normalmente, cuando leemos una novela, o un relato, el tiempo en el que ocurren los distintos eventos de la historia está claramente definido, sea narrado en presente o con flashbacks. Sin embargo, en Matadero Cinco tenemos una línea temporal completamente descompuesta. El único punto de referencia que tenemos es el que nos proporciona Vonnegut en el prólogo, al situarnos en algún momento posterior al hecho central de la novela, el bombardeo de Dresde. Pero cuando la narración se centra en Billy se pierde todo referente temporal: no hay futuro ni pasado, sólo somos observadores de pequeños fragmentos de un presente continuo e inmóvil.

Esto plantea algo muy interesante a un nivel narratológico: la historia se define como una sucesión de eventos, donde el tiempo es lineal. El primer evento ocurre en el instante cero, y todo evento i ocurre en un instante i, tal que instante i > instante j, para todo j < i. Es en el nivel discursivo donde estos eventos cambian de orden a voluntad del escritor-narrador. El orden en que estos hechos son contados se llama trama. Ahora bien, en Matadero Cinco, la relación temporal de los hechos parece totalmente aleatoria, vista desde fuera, sin embargo, desde el punto de vista de Billy, es totalmente lineal.

Me he excedido del espacio que quería dedicar a la entrada, así que seguiré comentando otras cosas que me interesaron de la novela y la película en entradas próximas.

Edito: la segunda parte, en Matadero Cinco (II).

sábado, 22 de agosto de 2009

Píldora: Jinete Pálido

El otro día estuve viendo Jinete pálido. Sólo había visto la primera mitad, y me había quedado con ganas de verla terminar.

Al principio parece un western más o menos tradicional, siguiendo el esquema del justiciero que ayuda a un pueblo a derrotar a un grupo de maleantes, varias veces repetido en este género, sin ir más lejos el mismo Clint Eastwood le da una réplica al Predicador, su personaje en esta película, en Infierno de cobardes. Sin embargo, esta película tiene un final que me llamó bastante la atención, ya que, utilizando una escena canónica dentro del western, como es el tiroteo final en el centro del pueblo, el juego de cámaras y puntos de vista convierte este tiroteo en una especie de slasher, con Clint Eastwood dando caza a los pistoleros que quieren matarlo, uno por uno. La cámara apenas se posa sobre Clint, y sólo aparece como una puerta que se cierra, una tabla que cruje, o un espacio vacío, y se centra sobre los pistoleros. Su angustia ante la muerte invisible es la misma que sufren los personajes secundarios en cualquier película de terror, mientras un asesino va poco a poco acabando con ellos, como una serie de pruebas antes de poder enfrentarse al protagonista.

Pero el Predicador no es un psicópata, es la Muerte, y tras él no queda nadie en pie.

miércoles, 22 de julio de 2009

El clan del Oso Cavernario

Con tanto trajín, este verano está siendo una sequía lectora. Acabada por fin la lectura de 20th Century Boys, y tras pasar una semana convaleciente, no tengo ninguna lectura digna de reseñarse. Lo único que se me ha pasado últimamente por la cabeza, para comentarlo por aquí, ha sido un par de películas que he visto últimamente, aunque no tienen nada en común.

La primera, de la que hablaré hoy, es la adaptación de El clan del Oso Cavernario (imdb), la adaptación de la famosa novela (ahora se llamaría bestseller) de la escritora Jean M. Auel. Hace tiempo que leí los libros de su saga Los hijos de la tierra, en uno de esos esfuerzos lectores que a día de hoy me parecen irracionales. He de reconocer que el primer libro, el citado El clan del Oso Cavernario, es bastante interesante, sobre todo, por toda esa labor de imaginar una comunidad neanderthal, desde los rituales mágicos hasta el lenguaje, consiguiendo algo no sólo creíble, si no incluso vivo, real, al menos, teniendo en cuenta que se desconoce prácticamente por completo cómo eran en realidad. Los apuros de Ayla, una niña cromañón, viviendo con esta tribu de neanderthales son bastante entretenidos, salvando unos cuantos deus ex machina bien situados para recalcar que ella es un espíritu libre, y que el malvado (y machista) líder del clan no va a doblegar su voluntad. Pero es que, una vez que Ayla abandona la tribu neanderthal y va en busca de otras tribus de su (nuestra) especie, las novelas pasan de ser aventuras pseudo(pre)históricas para convertirse en novela romántica de la más baja calaña, y la lectura se convierte en un pasar y pasar páginas de Ayla y sus príncipes azules: el que aparece en el segundo libro y con el que se enfada en la mitad de cada uno de ellos, y el príncipe azul de cada nuevo libro, con el que tiene una situación equívoca que lleva a que el Príncipe 1 discuta con ella, ella tenga un romance con Príncipe 2, pero luego se de cuenta de que su verdadero gran amor es Príncipe 1. Mucha descripción de estos superhombres prehistóricos, de lo fuertes y sensibles que son, y mucho erotismo de baratillo. Y demostraciones de lo increíblemente superior que es Ayla a estos dos príncipes de turno. No en vano, a lo largo de las novelas, Ayla realiza una serie de descubrimientos: doma a unos caballos, doma a un lobo, doma ¡¡un león de las cavernas!!, descubre cómo hacer fuego con pedernal y acero, inventa las riendas, una especie de trineo, etc... En un par de tomos más, saca a toda su tribu de la prehistoria. Y es que estos libros tienen dos de los peores pecados de las novelas más o menos históricas: el superprotagonista que todo lo puede, y, sobre todo, que prácticamente todos los personajes que aparecen son personas de finales del siglo XX, no humanos prehistóricos, y sus problemas sociales son los mismos que los problemas sociales de finales del siglo XX.

Pero bueno, esto son pecados de las continuaciones de la saga, que apenas afectan al primero, al fin y al cabo, no es tanto la historia de Ayla si no la historia del clan que da título a la novela. Sin embargo, todo el interés que tiene la novela se pierde en la película, en parte, por la imposibilidad de traducirlas al lenguaje visual, como los diversos ritos y complejos comportamientos sociales creados por Auel, que en la película no son más que trasfondo: no son explicados, simplemente, son mostrados como fondo de la acción principal, con lo que pierden gran parte de su interés. Y, por otro lado, la sensación de prisa que transmite la película, al tratar de adaptar una novela bastante voluminosa, en la que pasan un montón de cosas, en apenas hora y media, con lo cual las cosas simplemente ocurren en pantalla, están poco hiladas y muchas de ellas parecen metidas con calzador en la trama. Si has leído la novela sabes por qué ocurren estas cosas, o qué repercusión van a tener después, pero si no, la película puede resultar bastante confusa. Uno de los momentos cumbres de lo absurdo es cuando el clan va a un gran festival en el que se reúnen todos los clanes: de repente aparece un hombre y habla con Ayla (vemos que los dos son cromañones) durante unos segundos. En la escena siguiente, un oso lo decapita. Así, por que sí, sin ningún tipo de explicación de quién era ese hombre, o qué hacía ahí. Total, si a los pocos segundos de aparecer lo matan, ¡no necesita explicación! Esta es la tónica general de la película: nada se explica y nada se justifica, los personajes son como cajas negras, de los que no sabemos por qué hacen lo que hacen, lo que puede resultar un poco frustrante. No es que haya motivaciones oscuras que estén mal contadas, si no que no se justifican los actos de algunos de los protagonistas.

En definitiva, la película, gracias a su brevedad, se hace entretenida, pero, si no se ha leído la novela, puede resultar un sinsentido. Incluso habiéndola leído tiene cosas como la mencionada arriba que no tienen demasiado sentido. Esperaba bastante más de la adaptación de esta novela, nada destaca realmente, los efectos de maquillaje para los neanderthales son simplemente correctos, los actores también se limitan a la corrección y nada destaca en particular. Las comparaciones con, por ejemplo, En busca del fuego, pueden resultar sonrojantes.

martes, 30 de junio de 2009

Core Dump (IV)

Estos días estoy recuperando el hábito de escribir de forma más o menos regular tanto en este blog como en el otro. Sin embargo, las dos últimas entradas que he escrito se han tenido que quedar a medias: tenía unas cuantas ideas para desarrollar, pero acabé pasándome de espacio. En definitiva, nada inusual en este blog, hay unas cuantas entradas que tienen un solitario (I) a su lado, esperando a que llegue su segunda parte algún día.

Hoy quería retomar una de las cosas de las que iba a hablar un par de entradas atrás, en el tercer Core Dump. La historia de lo que quería contar empieza hace tiempo, sin embargo, creo que no hace falta andarse (aún más) por las ramas. Alguna vez he hablado por aquí de un pequeño placer culpable, y luego he descubierto que era algo compartido por algunos de los que os pasais por aquí de vez en cuando, y es que, cuando iba a casa de mis padres, cuando volvía los sábados por la noche, aburrido de poner siempre los mismos discos en el coche, empecé a escuchar el programa de Iker Jiménez, y al final he acabado aficionandome a él. No me gusta cuando se ponen a hablar de psicofonías u ovnis, pero me encantan las secciones de curiosidades misceláneas, y ver cómo el pobre Iker intenta mantener el equilibrio entre sus colaboradores, desde alguno que es bastante incrédulo hasta su mujer, una conspiraonica de pro. De vez en cuando hablan de curiosidades de la historia o la (pseudo)ciencia y de conspiraciones. Creo que este programa resulta muy interesante, permite en el fondo adoptar la postura de escéptico de mierda (o mierda de escéptico) de la que habla Knut. Por cada dato que dan hay que arrugar un poco la nariz, aunque la verdad es que pocas veces entran en terreno pantanoso, el programa parece tener una audiencia bastante grande, y la profundidad suele estar reñida con la popularidad. Sin embargo, resulta curioso mirar, como dirían ellos, al otro lado, al lado de los creyentes, de los que cuelgan el poster de Mulder en su despacho.

Al final, de escuchar el programa de vez en cuando, he ido guardando algunos nombres en la memoria, y, el otro día, echando un vistazo en la sección de ciencia ficción de la biblioteca de Pléxor, encontré un libro cuyo nombre me sonaba: El manuscrito Voynich. No habían hablado nunca de él en un programa, sin embargo, sí que era un tema muy milenario, así que me animé a coger el libro. Para quienes no hayan oído hablar nunca del tema, es un manuscrito medieval (alrededor del S. XV), lleno de extrañas ilustraciones, y, lo más curioso: escrito en un lenguaje desconocido. El manuscrito permanece sin descifrar, a pesar de que han trabajado con él algunos de los mejores criptoanalistas y expertos en lenguajes del mundo. Su contenido es un misterio.

El libro tiene una estructura un poco caótica, entremezclando los episodios de la vida de Voynich con la de Roger Bacon, algunos intentos de descifrado del texto, para a continuación dedicar un capítulo a la criptografía y luego retomar los intentos de descifrado. Todo parece desorganizado, sin embargo, la lectura es muy amena, y a medida que vas leyendo vas descubriendo que cada dato que proporciona el autor está en su preciso lugar, dando una lógica interna a la confusa estructura de los capítulos. Como decía, la estructura es un poco laberíntica, con una primera parte histórica, donde cuentan la historia de Voynich, el librero que lo encontró, mezclada con la vida de Roger Bacon, el primer intento de descifrado y la historia del manuscrito. La segunda parte empieza con una introducción a la criptografía medieval antes de pasar a los posteriores intentos de descifrado. En la tercera parte, el libro me dio una pequeña decepción.

En el segundo capítulo cuenta la historia de William Newbold, el primero en intentar descifrar el manuscrito, y trata de explicar el absurdamente enrevesado método de descifrado usado por este hombre, una mezcla entre micrografía, anagramas, criptografía y algún que otro método más imaginativo. Con este método, Newbold fue capaz de descifrar grandes partes del texto, sin embargo, la principal crítica a su descifrado era que tenía varias etapas donde la imaginación del descifrador jugaba un papel muy importante. Sin embargo, Newbold se las apañó para conseguir texto descifrado que más o menos casase con sus teorías sobre Roger Bacon y que estuviera relacionado con las extrañas ilustraciones del manuscrito. Los autores del libro, tras criticar la labor de Newbold, al final del libro caen en los mismos errores, al no querer limitarse a narrar los intentos fallidos de descifrado, y aventurarse a proponer una solución al misterio. No voy a entrar en detalles de su propuesta (me parece un poco absurda) pero resulta lamentable que, tras hacer un análisis serio y detallado de la historia del manuscrito y de los fallos de los criptoanalistas que se han enfrentado a él, caigan en los trucos más baratos para justificar su teoría, que sólo se sostiene usando mucho la imaginación para ver lo que los autores quieren que veas, y lo que es aún peor: como su teoría podría explicar una pequeña parte de las ilustraciones del texto, deducen de ello que es válida y serviría para el resto del manuscrito.

No quiero alargarme más. Como curiosidad, he descubierto que Iker sí que hizo un programa sobre el manuscrito, pero en la televisión. Estuve echando un vistazo, pero acaban hablando de una teoría que une al manuscrito con los cátaros, pero que no deja de ser una teoría sin pies ni cabeza. Es una pena, la gente quiere creer.

sábado, 27 de junio de 2009

En el principio... fue la línea de comando

Hay mucha gente que considera los ordenadores (o la combinación de hardware y software) como simples herramientas, o, en el peor de los casos, un trasto que no da más que disgustos. Un ordenador ha acabado siendo una caja negra, un aparato con el que la gente interactúa constantemente sin la más mínima idea de qué está haciendo o cómo funciona. Lo que pasa entre un click y el refresco de la pantalla es un total misterio, pero a la gente parece que no le importa, lo aceptan como algo natural.

Pero ahora, alejémonos de los ordenadores, para hablar de un libro: En el principio... fue la línea de comando, de Neal Stephenson. Este libro no habla de tecnología, o al menos, no es un libro técnico. No hay código, no se explican algoritmos, ni el estándar POSIX. Cualquier persona que haya usado un ordenador podría leer este libro. De hecho, cualquier persona que use un ordenador debería leer este libro, ya que es un libro sobre personas y sociedades, no sobre máquinas y programas. Stephenson habla de las formas de interactuar con los ordenadores, las ubicuas interfaces gráficas de usuario (GUI), construídas como metáforas visuales de lo que hay por debajo, metáforas que normalmente no somos capaces de ver, tan acostumbrados estamos a ellas: el escritorio, las carpetas llenas de documentos, en fin, un montón de paralelismos de las actividades que realizamos a diario para enmascarar complejos y fríos algoritmos.

Para criticar estas métaforas, que han convertido los ordenadores en aparatos poco manejables, Stephenson crea una serie de contrametáforas: quizá la más famosa sea la de los sistemas operativos como coches:

Imagínense un cruce de carreteras donde hay cuatro puntos de venta de coches. Uno de ellos (Microsoft) es mucho, mucho mayor que los demás. Comenzó hace años vendiendo bicicletas de tres velocidades (MS-DOS); no eran perfectas, pero funcionaban y, cuando se rompían, se arreglaban fácilmente. Enfrente estaba la tienda de bicicletas rival (Apple), que un día empezó a vender vehículos motorizados: coches caros, pero de estilo atractivo, con los mecanismos herméticamente sellados, de tal modo que su funcionamiento era algo misterioso. [...] Al final la tienda grande acabó por sacar un coche en toda regla: un monovolumen colosal (Windows 95). Tenía el encanto estético de un bloque soviético de viviendas para obreros, perdía aceite y le estallaban las bujías, pero fue un éxito tremendo. Poco tiempo después, sacaron también un enorme vehículo para la circulación fuera de carretera destinado a usuarios industriales (Windows NT), que no era más bonito que el monovolumen, y sólo algo más fiable.

Al otro lado de la carretera hay dos competidores que llegaron más recientemente. Uno de ellos, (Be, Inc.) vende batmóviles plenamente operativos (los BeOS). Son más bonitos y elegantes incluso que los eurosedanes, mejor diseñados, más avanzados tecnológicamente y al menos tan fiables como cualquier otra cosa en el mercado: y sin embargo son más baratos que los demás.

Con una excepción, claro: Linux, que está enfrente mismo, y que no es un negocio en absoluto. Es un conjunto de tiendas de campaña, yurtas, tipis y cúpulas geodésicas levantadas en un prado y organizadas por consenso. La gente que vive allí fabrica tanques. No son como los anticuados tanques soviéticos de hierro forjado; son más parecidos a los tanques M1 del ejército estadounidense, hechos de materiales de la era espacial y llenos de sofisticada tecnología de arriba abajo. Pero son mejores que los tanques del ejército. Han sido modificados de tal modo que nunca, nunca se averían, son lo bastante ligeros y maniobrables como para usarlos en la calle y no consumen más combustible que un coche compacto. Estos tanques se producen ahí mismo a un ritmo aterrador, y hay un número enorme de ellos alineados junto a la carretera con las llaves puestas. Cualquiera que quiera puede simplemente montarse en uno y marcharse con él gratis.

Esta es la primera de una serie de metáforas que permiten hablar de sistemas operativos, software, hardware, hackers, etc, de tal forma que cualquiera pueda leer el libro. Neal Stephenson critica a Apple y Microsoft con sus mismas armas: las metáforas para esconder la increíble complejidad de lo que está ocurriendo detrás de la pantalla que ves ahora mismo. Plantear la metáfora de los coches ya ha ocupado buena parte de la entrada, y no quiero cansar a ningún lector, así que dejaremos toda la chicha del libro para el futuro :)

P.D.: este libro está escrito con el espíritu del software libre en mente, y la traducción al español está libremente disponible en esta página.

lunes, 22 de junio de 2009

Core dump (III)

Hace poco, leyendo la última entrada de La navaja en el ojo, me han entrado ganas de escribir algo por aquí. El texto que ha traducido refleja bastante bien situaciones que yo, y supongo que muchos de vosotros, como bloggers, habeis sentido alguna vez. Esa especie de necesidad de escribir algo, sin saber el qué, o andar pensando en cosas que te gustaría contar, y, sin embargo, no consigues nunca ponerlas por escrito. A medida que va pasando el tiempo, puede resultar difícil mantener un blog, y escribir de manera constante. Siempre hay etapas de mayor y menor actividad, dependiendo del tiempo libre y de la inspiración que tengamos, pero también hay otras en las que, al menos a mí, se me ocurren un montón de ideas de las que me apetecería hablar, pero no me animo a ponerlas por aquí, y es que llega el momento en el que un blog pasa a tener una especie de vida propia, y hay ciertos temas que sabes que no quedarían bien, que serían una traición al espíritu del blog. De eso habla el quinto punto de esa lista, de la integridad de un blog.

Sin embargo, creo que esa lista no habla sólo de bloguear sin obligaciones, si no también de no bloguear sin necesidad. Un blog es una plataforma muy inmediata. Apenas llevo sentado delante de esta caja de texto diez minutos y ya he escrito toda esta parrafada. Además de escribir hay que pensar: pensar bien en qué se quiere decir (es la parte más difícil) y sobre todo, si merece la pena decirlo. Al final, son muchas más las veces en las que no escribo algo que aquellas en las que acabo pulsando el botón de Publicar Entrada, dudando acerca de si lo que acabo de escribir me va a interesar sólo a mí o a alguien más, como supongo que os pasa a cualquiera de los que pasais por aquí. A todos los que sois más o menos habituales os considero gente inteligente, viendo cómo escribís siento auténtica admiración, con algunos puntos de envidia, seguramente tendreis una opinión formada acerca de un montón de temas que van surgiendo en el día a día. Cualquiera que lea las noticias tendrá una opinión sobradamente formada sobre, no sé, por ejemplo, Esperanza Aguirre. Y en más de una ocasión dan ganas de coger el teclado y... y ahí aparece el concepo de integridad, muy difícil de solventar. Acostumbrado a pasar por foros y poder discutir de cualquier cosa, en ocasiones es un poco frustrante quedarte con las ganas de escribir sobre algún tema, y también cuando lo escribes y el debate que esperabas no llega. He intentado esquivar este bloqueo creando otros espacios. Durante un par de años escribí bastante en fotolog, aunque he ido dejándolo cada vez más. Ahora estoy escribiendo cosas cortitas en ese blog que tengo anunciado a la derecha, volviendo a disfrutar de la escritura, es un espacio nuevo, y aún no tiene ningún tipo de integridad, con lo que cabe cualquier cosa.

Y, en realidad, quería hablar de otras cosas, pero al final, creo que estoy escribiendo demasiado. Quizá continúe en un nuevo volcado de memoria.

viernes, 5 de junio de 2009

La última carta

Cada vez que viajo me da la sensación de que es un medio de transporte... soviético. He hecho varios viajes en tren leyendo Vida y destino, y la línea que une Santander y Madrid, con ese aspecto tan dictatorial, con grandes estaciones prácticamente en desuso, pasar por Reinosa, con ese aspecto tan industrial, tan frío, tan... soviético. Así que ayer, ya que tenía que hacer ese viaje, volví a retomar a Grossman.

He hablado alguna vez de Vasili Grossman en este blog, aunque nunca he encontrado la ocasión de darle algo de protagonismo. Quizá por que Vida y destino es una obra demasiado grande como para poder abarcarla de manera apropiada. No me veo capaz de escribir algo sobre el libro que no esté dicho en él, en sus páginas está contenida la humanidad, desde los más poderosos a los más insignificantes, y todos los sentimientos de la humanidad, sean los más bajos instintos o los deseos más elevados. Wiseman con su película La derniere lettre tampoco busca abarcar toda la obra, si no que se centra en un único capítulo, en concreto, el número 17. Y es que la organización de Vida y destino, formada por decenas, quizá cientos de pequeñas historias, las historias de personas, de individuos, que se vieron arrastrados por la marea de los totalitarismos, donde la unidad de medida no es el hombre, si no los millones, permite tomar al azar cada una de estas historias e interpretarla como una entidad propia. Grossman permite que estas personas que se vieron anuladas en la guerra tengan voz propia, y puedan contar su historia, lejos de los diagramas de frentes cambiantes y movimientos de batallones. No son historias de ejércitos ni héroes, si no simplemente, personas.

Pero este capítulo no está escogido al azar. Este capítulo es, sin lugar a dudas, el más duro de toda la novela. Anna Semionova, una anciana judía, le escribe una carta a su hijo, Vitya, mientras espera su fatal destino. En La última carta se tocan temas de los que es muy difícil hablar. ¿Cómo se puede hablar de uno de los hechos más horribles de nuestra historia?¿Cuál es el enfoque apropiado ante la muerte y el sufrimiento de tantísima gente?

La primera visión cinematográfica sobre los campos de exterminio fue Noche y niebla. Y con estos materiales es como Wiseman trata de aproximarse a la historia de esta última carta. Un blanco y negro dramático, un espacio vacío, y una anciana leyendo en voz alta la última carta que escribirá a su hijo antes de morir. Esta anciana nos habla de su sufrimiento, lo vemos en la expresión de sus ojos, en cómo retuerce las manos, pero también nos habla del sufrimiento de millones de otras personas. En ocasiones, las sombras se multiplican, como los espectros que acompañan a esta mujer hacia su destino, otras veces, el horror no puede ser expresado con palabras, sólo como una sombra que se desvanece.

Como ya he mencionado en el segundo párrafo, Grossman no habla de grandes gestas, si no de personas. En un siglo marcado por la aparición de los totalitarismos y las grandes ideas, sea la raza, la patria, la utopía, la idea más pequeña fue destruída, la idea del individuo como unidad de medida, y no como partícula de un ente abstracto. Y ante el holocausto, Grossman da voz a una única mujer. ¿Cómo puede expresar una única anciana el horror de tanta, tantísima gente? Sin embargo, la historia de una persona puede resultar mucho más escalofriante. Se atribuye a Stalin la frase que dice que la muerte de un hombre es una desgracia, pero que la muerte de un millón es sólo estadística. Quizá por eso sea mucho más descorazonador el relato de esta anciana, no sólo por su terrible destino, si no también por la complicidad de todos los que no hicieron nada para evitarlo. Por aquellos que se alegran de la llegada de los alemanes, por la mujer que la echa de su propia casa aprovechando que los nazis la han convertido en menos que un ser humano, o por los que se pelean por quedarse sus sillas mientras ella deja su casa camino del ghetto, o por el judío que colabora con los nazis, extorsionando a sus semejantes, con la vana esperanza de salvar su vida. En la historia de Anna Semionova vemos lo más oscuro y lo más cruel, pero también hay lugar para pequeñas alegrías y para la esperanza.

Es difícil resumir este simple capítulo, pues en él está contenido el ser humano. En él se cuenta toda una vida, y a la vez, cientos de otras vidas. Es el testimonio de toda una vida, todo el amor que una madre quiere enviar a su hijo, por que la muerte la acecha y nunca volverá a verlo. Es imposible hacerle justicia con estas palabras. Pero ahí están el libro, y esta película como la manera más cruda de traducir la carta de Anna Semionova en imágenes, la manera más fiel. Sin artificios, sin dramatismos. Las palabras de una madre, y nada más.

martes, 2 de junio de 2009

Penas y glorias en papel

Como decía en la anterior entrada, llevo una temporada en la que me da un poco de pereza coger un libro nuevo. Leo de vez en cuando un relato de un libro que tengo a medias desde hace meses, he leído un montón de cómics, y, sobre todo, he leído muchas revistas. He encadenado unos cuantos viajes largos en autobús y tren, así que, para no aburrirme demasiado, me compré unas cuantas revistas. Y, claro, se han ido amontonando en casa, y de vez en cuando cogía una y leía alguna noticia, o algún artículo. No soy uno de esos lectores que se leen la prensa de cabo a rabo, prefiero ir picoteando, desde lo que más me interesa hasta que ya haya leído todo lo que me llamase la atención. Y quizá entonces lea lo que no me interesa.

De todas las que he comprado, hay dos que me han dejado con una sensación ligeramente agridulce, las dos son revistas sobre música. La primera, el Popu, y la segunda, la This is Rock. Nunca he sido un lector habitual de revistas de música, al fin y al cabo, en Internet se puede encontrar mucha más información, pero sí que compraba de vez en cuando la This is Rock. Es una revista que pretende ser seria, centrarse en el rock n' roll más clásico, en los grandes grupos de los setenta, y no hacer demasiado caso de la veleidosa actualidad. Sin embargo, leerse varias entregas de esta revista puede agotar, precisamente por su estrechez de miras. Siempre se agradecen los mastodónticos reportajes sobre grupos poco conocidos de los años setente, pero desde luego deberían recortar bastante el contenido sobre segundones y estrellas de capa caída del AOR y el hard rock más melódico. Es una pena que en la sección de reseñas de discos del mes, salvo las reediciones de clásicos, la mayoría son discos de los que me da pereza hasta leer la reseña. Y, sobre todo, lo peor de la revista es la infame calidad de los textos. Se puede perdonar en un fanzine, pero en una revista con una edición cuidadísima y que vale cinco eurazos, deberían poner más atención en la correción de los textos, o quizá contratar a alguien que sepa escribir. Sé que lo que importa es el contenido, y desde leugo, los escritores saben muchísimo, y eso se nota en cada reportaje, con cientos de datos, anécdotas y un montón de información para poner el contexto de lo que están contando. Pero a la vez, es insufrible leer textos mal puntuados, llenos de faltas de ortografía (es díficil ver una tilde), escritos atropelladamente, como si fueran un trabajo de un alumno de E.S.O. y no de un redactor profesional. Eso, por no hablar de las traducciones, que nos demuestran por qué no debe confiarse en el traductor de Google si se quiere obtener un resultado profesional.

En cuanto al Popu, me lo compré una vez, por curiosidad, después de tanto leer sobre la revista en el foro de Riff, y la verdad es que me gusta bastante por toda la mitomanía que se nota en la revista, por ese fanatismo por una época concreta, pero, al contrario que en la This is Rock, este interés no resulta un corsé que limita la revista, si no que sirve para enriquecerla, por que no es sólo interés en la música, si no también en el cine, los libros, etc. Sin embargo, en ocasiones esta mitomanía juega en contra de la revista, con algún redactor demasiado fanático, me viene a la mente el reportaje sobre la última película de Mickey Rourke. En ocasiones parecía que el escritor estaba defendiendo a su equipo desde las páginas del Marca, y no comentando la carrera de un actor. Creo que el estilo cercano y sencillo es una de las señas de identidad de la revista, pero aquella reseña parecía escrita por un fan quinceañero.

martes, 26 de mayo de 2009

Receso

En este blog intento mantener al mínimo la pornografía emocional. Sí, es un blog personal, como todos, pero no hablo de mí, o al menos no directamente. Últimamente no encuentro nada que colgar por aquí, pero el gusanillo de escribir sigue mordiendo. Así que estoy tratando de recuperar un proyecto, que incluso tuvo su rinconcito de protagonismo en este blog, pero el enlace ha ido bajando poco a poco... Y en parte, he conseguido poner un par de entradas, mientras que en este viejo rincón de internet, ¡nada! También me he dado cuenta de que llevo un par de meses en los que apenas he leído nada, el número de libros que han caído desde marzo casi se cuentan con los dedos de una mano. He leído muchos cómics, o revistas, pero pocos libros. Quizá el patrón Google Reader, de leer pequeños textos de temáticas variadas se esté imponiendo en mis hábitos lectores, aunque espero que no. He intentado poner remedio cambiando el Popu que tenía en la mesita por un volumen con relatos.

Si a alguien le interesa el otro rincón en el que participo, que se pase por Asíncronos, o añada su feed a su lector de feeds habitual. Y, como si esto fuera un vulgar congreso científico, aprocecho para hacer un Call for bloggers. Es un blog (más o menos) comunitario, y las colaboraciones serán bienvenidas. Aprovecho para recomendar la experiencia. Al fin y al cabo, un blog en el que llevas escribiendo tres años no acepta que escribas cualquier cosa en sus páginas, y es bueno tener otro canal donde volcar todas esas ideas que sabes que no le van a gustar :).

sábado, 2 de mayo de 2009

Confesiones de un pecador justificado

No voy a hablar de la novela (que no he leído) de James Hogg, sólo voy a anarrosearle el título, simplemente por su sonoridad. Como en aquel hilo de Sedice (que no he conseguido encontrar) en el que la gente entraba a confesar aquellos libros "imprescindibles" que no había leído. Hoy voy a hablar de la tele. Creo que es la primera entrada dedicada a la televisión de este blog. O al menos, la primera que es positiva.

Y es que no suelo ver mucho la tele. No voy a decir que sólo veo los documentales de la 2, pero la lista de programas que suelo ver es bastante corta: Los Simpson, Futurama, en ocasiones Bricomanía, o el programa de César Millán. Suelo ser un espectador pasivo, de vez en cuando veo algo con mis compañeras, pero no suelo encenderla yo mismo. Así que, alguna mañana que me he quedado en casa, he descubierto un programa bastante interesante: "Crímenes Imperfectos". Es una especie de versión documental de CSI, con un toque retro irresistible: en cada programa analizan un crimen que en el momento de su investigación se consideró irresoluble, pero que finalmente, gracias a alguna nueva técnica, o al ingenio de los investigadores, consiguen encontrar una pista decisiva para aclarar el misterio. Mientras los expertos que resolvieron el crimen cuentan cómo la investigación iba avanzando, o bien llegando a callejones sin salida, vemos una reconstrucción de los hechos, todo ello filmado con un estilo muy setentero. Todo ello narrado como un episodio de CSI en flashback, con la clásica estructura del whodunit: planteamiento del misterio, presentación de los sospechosos, etc, pero sin perder un cierto espíritu divulgativo. El objetivo de cada episodio es explicar cómo se resolvió el crimen, no recrearse en aspectos truculentos. Teniendo en cuenta lo que se suele ver en televisión estos días, con tanta explotación del morbo, las cámaras acosando a familiares destrozados, buscando el impacto visual, los bajos instintos, antes que la calidad informativa, ver estos documentales es como encontrar una pequeña joya en un vertedero. En youtube se puede ver la serie en el canal del usuario CrimenesImperfectos.

Bear Grylls simply walks into MordorOtro de los programas que he descubierto hace poco es "Último Superviviente", o "Man vs. Wild", un programa en el que Bear Grylls, un aventurero británico, lanza un desafío a la naturaleza: en cada entrega, Grylls es dejado, más o menos a su suerte, en algún paraje inhóspito, y tiene que apañárselas para volver a la civilización. Mientras, va contando anécdotas de otros aventureros y supervivientes, o técnicas básicas de supervivencia. No es que sea didáctico, al fin y al cabo, por mucho que viese esta serie, no creo que durase demasiado en ninguno de los sitios que visita, pero sí que es muy interesante. Aunque en ocasiones el programa entra en el terreno de lo desagradable, sobre todo en los aspectos alimenticios. La supuesta autenticidad del programa ha sido bastante debatida, al parecer, pero creo que es un aspecto intrascendente. El programa no pretende ser auténtico, no creo que se engañe al espectador en ningún momento: Grylls está tratando de "sobrevivir" en un entorno extremo, pero ahí al lado tiene al cámara y a otro asistente, como una red bajo el trapecio. Lo más interesante del programa es ver cómo se las va arreglando para sortear obstáculos, obtener agua o comida, y, sobre todo, el carácter de Grylls, hablando directamente con el espectador de tú a tú, explicando las técnicas que usa o detalles sobre la flora, la fauna, o el clima de la región, costumbres de las tribus que se encuentra, etc, con un estilo divulgativo y cercano, con sencillez y rigor. Comparado con este programa, la versión local emitida por la Sexta, "Desafío extremo", es lamentable, sobre todo, por su protagonista, Jesús Calleja, un tío que resulta insufrible a los cinco minutos de verlo en pantalla. Mientras que Grylls transmite respeto, respeto por la naturaleza o por la gente con la que habla, este otro hombre es un impresentable, y lo que transmite es vergüenza ajena.

Mi idea era comentar algún otro programa, pero esta entrada ya ha alcanzado una longitud considerable, y no es mi intención aburrir a mis lectores. En próximas entregas, algún que otro pecadillo confesable más, y quizá alguno inconfesable... :)

miércoles, 29 de abril de 2009

Opera

Últimamente había estado dándole vueltas a un posible artículo acerca del software libre. Y eso que en ente vlog, la informática nunca ha tenido demasiada presencia, salvo, por supuesto, los videojuegos, pero siempre vistos desde el lado del viciado, y nunca del informático. Ahora que recuerdo, la máxima aproximación a la informática fue el artículo sobre Unix para aprendices de mago, creo que el título ya da una idea acerca del equilibrio entre informática y bizarría del texto.

OperaPero yo iba por otro lado, y es que, de vez en cuando, por curiosidad, voy probando nuevas alternativas a los programas que uso habitualmente. De la que voy a hablar hoy no es software libre, pero, al fin y al cabo, lo más importante de un programa no es su licencia, si no su funcionamiento. Se trata de Opera, uno de los mejores navegadores que he probado, injustamente marginal. Hace relativamente poco, ha conseguido rebasar la barrera del 2% de los usuarios, según Browser Statistics, muy por detrás de Firefox, o Internet Explorer, pero incluso Chrome, en su lanzamiento, ya tenía una cuota de usuarios bastante más amplia.

Hasta hace poco, solía recomendar Firefox, pero ahora, recomiendo Opera. Y hoy, aprovechando su decimoquinto cumpleaños, aprovecho para poner aquí esa recomendación. Es un navegador seguro, rápido e innovador. Firefox sigue siendo mi navegador de referencia, al menos usando Windows XP, pero en Ubuntu he acabado usándolo cada vez más, por que el rendimiento del zorro deja bastante que desear.

Aquí queda esta pequeña recomendación. Y este enlace por si os apetece descargarlo y probarlo. Quizá en próximas entregas cuente mis vicisitudes con los reproductores de música de licencias libres.

viernes, 24 de abril de 2009

Información de calidad

El tema de la guerra que los medios informativos han declarado a internet es un asunto recurrente en este blog. Y es que no dejan de dar motivos para la indignación. Gente que aún vive en un mundo que se ha quedado atrás, dedicada a criticar algo que ni siquiera comprenden. Intento no dedicar demasiado tiempo a pensar en estas cosas, por evitar una sobredosis de bilis, pero llega un momento en que, sencillamente, he leído tantas cosas que me han provocado indignación que ésta tiene que salir por algún sitio.

Como siempre, mi crítica se centra en El País, el único periódico que leo de vez en cuando. La tele apenas la veo, pero hablar de calidad de información en la tele es ridículo. No hay más que ver los "informativos" de Antena 3, estoy seguro que ver uno entero debe reducir en varios puntos tu C.I.. Como decía, me centro en lo leído en El País, pero supongo que esto se extiende por todos los medios. Al fin y al cabo, no dejan de ser los mismo dinosaurios, que no quieren adaptarse a unas tecnologías que los han convertido en obsoletos. Lo único que ven en internet es a un enemigo, a algo que hay que atacar y destruir, antes de que la gente abandone sus monopolios de la información. Y es que el peligro es muy claro: frente a la información distribuída de forma vertical, donde unos pocos establecen un discurso que el resto tiene que escuchar, en internet hay muchas voces. Y muchas voces independientes son algo peligroso, ya que alguna de ellas puede salirse del discurso establecido. Eso es lo que hay que evitar.

En una joya periodística, la defensora del lector de El País, nos deleita con algunas de estas perlas:
el hecho de que haya lectores que pagan por la información es lo que permite al periódico ser independiente, no sólo frente a los poderes, sino también frente a los anunciantes.
Es una bonita teoría. La prensa debería ser independiente, e informar con veracidad, duela a quien duela. Sin embargo, hablando de independencia, la balanza no está del lado de los periódicos, que no dejan de ser entes propagandísticos de la mano que les da de comer. No sólo entrando es aspectos políticos, donde cada uno lanza cuchillos informativos al partido enemigo. En el tema de la "guerra" contra las descargas, ¿dónde está la independencia? El País es un esclavo de la industria. Lo vemos prácticamente cada semana. Hace unas semanas, con su defensa sonrojante de la ley de espionaje promovida por Sarko. Ahora, con la sentencia contraria a The Pirate Bay. Para celebrar esa sentencia, ya que parecía una victoria, nos regalaron con esto: ¿Se acaba el chollo de las descargas?, donde nos pintan un paisaje apocalíptico, por culpa de los que nos descargamos cosas. Este artículo es una muestra de los que NO es independiente. Es retorcido, mentiroso e interesado. A todos los niveles. Como dice Escolar en su blog:
Una curiosidad filológica sobre el mismo artículo. Según dice el texto, los contrarios a la piratería “claman” contra las descargas. Sin embargo, los contrarios a la nueva ministra de Cultura “se desgañitan” en una “ruidosa campaña”. Desgañitar, según la RAE, es “esforzarse violentamente gritando o voceando”. Clamar es otra cosa, mucho más fina. Significa “exigir”, que la RAE define después como “pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho”. ¿Queda claro quién tiene razón o hace falta que os haga algún dibujo?
Cosas como esta son el pan nuestro de cada día. Unos medios, en su torre de marfil, se permiten acusar a los demás, sin hacer la más mínima autocrítica. Criticar a los demás por sus propios pecados. Una hipocresía que nos repiten día a día en noticias y columnas de opinión. ¿Dónde está la supuesta independencia de la que tanto alardean?

Las joyas siguen:
Y eso ocurre al tiempo que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet, lo que puede acabar afectando también a la calidad. ¿De verdad puede alguien creer que una información fiable, independiente y veraz no tiene coste? El periodismo de calidad es cada vez más caro, porque exige escribir desde el lugar de los hechos, investigar y no conformarse con las versiones de parte; exige más tiempo, más recursos y mayor cualificación profesional.
¿De verdad puede alguien pensar que esta señora ha echado un vistazo a su propio periódico?¿De verdad puede creer alguien que la información que dan es fiable, independiente y veraz? El periodismo de calidad, efectivamente, puede ser caro. Ahí tenemos cada mes a Foreign Policy, con verdaderos profesionales, con gente al pie del cañón. Pero también están War Nerd, un informador mucho más independiente y fiable que la mayoría de los medios, y lo más importante, mucho más informado. Este verano, la información que ofrecía El País sobre la guerra entre Rusia y Georgia no era más que lo que se podía leer en la Wikipedia. ¿Dónde estaban los informadores en el lugar de los hechos? Es un acto de hipocresía muy vil, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de sus noticias no son más que réplicas de lo que mandan las agencias. Prácticamente ninguna noticia internacional es relatada por el periódico, si no compradas a docenas a una agencia, con lo que la sección es la misma en todos los medios. No hay variedad, no hay calidad, no hay independencia. Las noticias son una mercancía con la que rellenar páginas. No interesa profundizar, y mucho menos salirse del discurso marcado. ¿Y la profesionalidad de los periodistas? Hace poco pudimos ver cómo uno de ellos plagiaba uno de sus artículos ¡¡¡de la Frikipedia!!! no ya de la Wiki, si no que redactó una supuesta "noticia" plagiando a una página de coña. ¿Es esa la profesionalidad que nos venden?

Son dinosaurios. En lugar de apostar por la calidad, por la especialización, han apostado por lo rápido y fácil. Rellenar las noticias con teletipos, no cambiar ni una coma, salvo que eso interese a la mano que da de comer. Sus noticias son engañosas, manipuladas, poco veraces y de una superficialidad lamentable. No hay ninguna labor de documentación. Ningún periodista ha sido capaz de entender ni explicar la tan manida crisis, salvo a toro pasado. Ningún periodista sabe qué está pasando, por ejemplo, en Somalia, o en Darfur. Al fin y al cabo, si se dedicasen a documentarse sobre esto, perderían un valioso tiempo que podrían utilizar para contar el último detalle escabroso sobre el crimen de moda, o contar los romances del futbolista de turno.

La información de calidad, veraz, independiente y contrastada no está en las páginas de El País. Está en los medios especializados, y en los blogs de expertos en la materia. La verdad está ahí fuera. Y eso es lo que les aterra. Que un día la gente aparte la mirada de sus páginas y la descubra.