martes, 31 de agosto de 2010

El género como exceso

Hace tiempo escribí por aquí El género como vergüenza, una pequeña reflexión en la que defendía la validez de la ficción de género (sea cual sea este). Citándome a mí mismo
Los límites de los géneros, la capacidad de contar historias dentro de ellos, están en la mente.
Sigo creyendo firmemente en esto. Aunque no sea una defensa de la literatura (de la ficción) de género, si no más bien una manera de decir que los géneros no importan y que sus fronteras son algo cada vez más difuso.

Por eso no entiendo las periódicas polémicas sobre "el mundillo" o "el fandom" que aparecen de vez en cuando por los mentideros habituales. No me importan demasiado las quejas de los fans de la ciencia ficción (esto es extensible a otros, hablo de ellos por que son a los que leo) reclamando que el mercado, lo mainstream, les preste atención. También pasa con los lectores de tebeos, reclamando su normalización. De ahí vienen los ánimos exaltados con las adaptaciones "serias" de tebeos, como The Dark Knight o Watchmen, no sólo son películas, si no que son una manera de demostrar las virtudes del género (más en este artículo de Vicisitud y Sordidez). Al igual que no entiendo al que menosprecia a la ficción de género como tal, tampoco entiendo las reclamaciones de los aficionados. Para disfrutar de la ficción de género no hace falta que una Academia o un Canon pongan su sello de aprobación.

(Quizá no sea exacto del todo decir que no entiendo esas posturas, ya que creo entender de donde vienen. Debería decir que no las comparto)

Pero todo esto no es más que un inciso, de lo que quería hablar era de otra cosa: los articulistas de Tor.com. Suelo leer algunas de sus entradas por ver que se cuece en el mercado editorial anglosajón y descubrir algunas novedades de ciencia ficción, fantasía o terror. Pero también leo de vez en cuando algunas de sus entradas ensayísticas o sus monográficos sobre algún tema y me provocan vergüenza ajena.

En los últimos meses han estado haciendo unas cuantas series de entradas dedicadas a cosas inverosímiles. Para los escritores de Tor las etiquetas de fantasía o terror no son suficiente, así que han dedicado alguna de estas series a cosas tan apasionantes como paranormal romance, urban fantasy, ¡¡rural fantasy!!, steampunk, dieselpunk... una infinidad de categorías y etiquetas, con normas bien definidas, que permiten colocar a cada obra en su cajón correspondiente. Lo importante ya no es la ficción, si no el género.

El artículo que me ha llevado a escribir esta entrada ha sido "What happened to genres?", de Alexandra Ivy. La chica parece que ve la luz al final del túnel, aunque creo que no termina de tener muy claro hacia donde ir: no a escribir ficción sin preocuparse del género, si no poder mezclar géneros. Parece que habla de derribar barreras, pero no, sólo habla de colocarlas en otro sitio
Because of those daring authors willing to break the mold I can write zombies fighting the battle at the OK Corral or a regency with a werewolf. Perhaps there are purists who disdain the crossover between genres; and that’s all right.
Supongo que así, en lugar de tener las etiquetas de zombis y western, dentro de poco podrían tener la etiqueta western zombies, con unas normas tan rígidas (si no más) que las que había antes. Leyendo el artículo podemos encontrar otras perlas
Things changed when I decided to make my living as a writer. I thought (rightly or wrongly) that there were rules that had to be followed. A reader of traditional regencies had different expectations than those who read historicals. Gothics, for goodness sakes, had to have atmosphere. High fantasy fans didn’t want sci-fi elements slipping in, and westerns didn’t have aliens.
Even though I was already a published author I didn’t consider the fact that sales department had to be able to market the book to wholesalers, and that bookstores had to shelve the book so customers could browse for it among similar books
En estos dos párrafos se puede resumir todo lo malo de la visión de Tor.com sobre el fantástico. En primer lugar está la visión mercantil, es decir, usar los géneros como una manera de vender libros. Algo que, dentro de lo que cabe, no me parece mal del todo: Tor.com es una editorial con su propia tienda virtual y su objetivo es vender libros. Incluso puedo entender a esta escritora mercenaria, si lo que quiere es ganarse la vida escribiendo, tendrá que hacer libros que mucha gente quiera comprar. Esto lleva al segundo aspecto que se ve en la cita anterior, que es la visión de los géneros por el lector, aunque sería más apropiado utilizar el término fan que emplea la escritora. La clave está en que habla de los géneros como expectativas, lo que el fan espera o no espera encontrar cuando lee un libro.

Esto es lo que más me molesta de la perspectiva desde la que este portal, sus colaboradores y sus lectores miran a la ficción de género, una perspectiva reduccionista en la que se colocan unas barreras que la historia no puede sobrepasar. El lector (el fan) abre el libro esperando encontrar lo que ya ha encontrado en otros libros iguales, se le premia con una satisfacción inmediata (¡mira, un zombi! es lo que querías, ¿no?) y se evita descolocarle, provocarle dudas o inquietudes. Pero la versatilidad de la ficción de género es que permite plantear preguntas y hacernos reflexionar. La ciencia ficción no trata sólo de naves y pistolas de neutrones, si no que estos elementos propios del género sirven para darnos una nueva perspectiva desde la que podemos analizar nuestras ideas preconcebidas. Un replicante nos hace pensar qué es lo que nos hace humanos y el kemmer sirve para hacernos pensar sobre la forma en la que vemos la sexualidad en nuestra sociedad.

Esta forma de ver los géneros me recuerda bastante a las tribus urbanas, una impresión que se suele recalcar en los monográficos de Tor.com. Hablen de steampunk o de paranormal romance, estas etiquetas no sólo sirven para definir una manera de hacer ficción, si no también al lector: una serie de lecturas de cabecera, una manera de vestir, una música que escuchar, algunas páginas web donde poder hablar con otros fans... Y aquí volvemos a la versión reduccionista y el entusiasmo adolescente de identificación con la masa como una forma de superar inseguridades.

Lo más triste de esto es que parece que esta forma de entender la ficción de género es la que tiene más visos de convertirse en la visión dominante. Nada de reflexiones, nada de transgresiones, nada que haga que el lector pueda pensar. En lugar de provocar inquietud (intelectual) es mejor dar satisfacción, por vacía que sea. Que los géneros se conviertan en una convención, en una serie de expectativas a ver cumplidas y así sea más fácil clasificar y ordenar todo. Este panorama me resulta desolador, y con esto vuelvo a las periódicas crisis del fandom. Pero el problema no está en la falta de reconocimiento del género ni en que una supuesta Academia ignore los valores de la ciencia ficción, si no en que cada vez son más escasos los Lem, los Philip K. Dick o los Bradbury, dispuestos a romper todas las barreras de la ficción para ayudarnos a romper las barreras de nuestro pensamiento, y más numerosos los débiles mentales que se dedican a discutir si Blade Runner es una "novela negra robótica" o más bien podría decirse que es "ciencia ficción detectivesca", reduciéndola a una mera etiqueta, o lo flipante que sería que Deckard luchase con ninjas o zombis.

viernes, 27 de agosto de 2010

Más parecidos razonables


Al ver esta mañana la primera imagen me vino inmediatamente a la mente la portada de Fallout 3, aunque es cierto que el marine espacial de armadura completa es todo un icono de la ciencia ficción más pulp.

sábado, 7 de agosto de 2010

Muñoz Molina, Grossman y Kafka

Esta mañana estaba leyendo algunas entradas del magnífico blog El pez volador y encontré una reflexión muy interesante sobre el famoso Canon de Bloom: el canon visto como un "sistema de relaciones" entre obras, en lugar de la visión habitual, una especie de lista de quien es quien en el mundo de la literatura. Estas listas son siempre polémicas, sea un canon occidental o un canon de la ciencia ficción, pero no voy a entrar a valorar la obra de Bloom

Ese artículo me ha llevado a reflexionar uno de los libros que he leído hace poquito, Sefarad, de Muñoz Molina, un libro construído como una relación entre varias vidas y la relación de estas vidas con la literatura. En esta novela se habla de muchos libros, pero una de las principales relaciones que yo he establecido ha sido con uno que no se menciona: Vida y destino, de Vasili Grossman. Y es que las similitudes a nivel formal son un tanto obvias, aunque no sé si Muñoz Molina conocía la novela de Grossman antes de escribir la suya o ha sido algo casual. Las dos novelas están formadas como varios hilos entrelazados, cada uno de ellos siguiendo una persona distinta, aunque en el fondo, cada una de esas personas no dejan de ser avatares del autor. Sefarad sigue la vida de Muñoz Molina, en ocasiones, él es el que escribe, otras veces, se reimagina a sí mismo como otra persona que pudo haber sido, como también hace Grossman, desperdigando sus experiencias en la II Guerra Mundial a través de distintas personas, buscando dividirse en la inmensidad de la población de la Unión Soviética. Grossman es el periodista en el frente, pero también el soldado en Stalingrado, el aviador en la retaguardia, la madre judía que muere sin poder despedirse de su hijo. Todos son él y él es todos, lo que quizá sea una visión un tanto propagandista: todo el pueblo soviético, unido, luchando contra la invasión nazi.

Evidentemente, Muñoz Molina no habla del sovietismo en su novela, si no del exilio, voluntario o forzado. Quizá Sefarad fuera una catarsis, una manera de reconciliarse con sus orígenes, con esos fantasmas que vamos acumulando los que vivimos lejos de casa. Quizá esta novela esté escrita para nosotros, y sólo así sea posible entenderla
Nos hemos hecho la vida lejos de nuestra pequeña ciudad, pero no nos acostumbramos a estar ausentes de ella, y nos gusta cultivar su nostalgia cuando llevamos ya algún tiempo sin volver, y exagerar a veces nuestro acento, cuando
hablamos entre nosotros, y el uso de las palabras y expresiones vernáculas que hemos ido atesorando con los años
Una novela sobre el exilio, que entronca con la diáspora, la expulsión de los judíos de España, como su propio nombre indica, y en paralelo con la vida de Muñoz Molina recorremos parte de la Europa en guerra, o la Europa que se prepara para la guerra. No es exactamente literatura de lager, al menos no tanto como Vida y destino en ocasiones sí lo es, novela de lager, novela de gulag y novela de einsatzgruppen. Que tres palabras ha legado el siglo XX a la historia. Las dos novelas hablan del judaismo, aunque desde una perspectiva distinta, quizá Muñoz Molina identificándose con esa idea del exilio, la diáspora, mientras que Grossman vive mucho más de cerca el terror de los campos y la persecución, al ser él mismo judío. Y aquí Muñoz Molina crea otra de esas conexiones, de las que hablaba al principio, esta vez con la obra de Kafka.

Kafka no llegó a vivir la persecución nazi (murió en 1924), pero desde su puesto de trabajo alienante y su vida como escritor invisible supo anticipar buena parte del horror y la angustia de las persecuciones. El proceso o El castillo transmiten la desesperación de una persona ante la burocracia, la pequeñez de cada uno de nosotros ante un sistema que no comprendemos y que juega con nosotros, algo que bien podría haber conocido (con la construcción de los estados burocráticos a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, y en este aspecto, podemos considerarlas obras revolucionarias, ya que Kafka supo ver el horror que se esconde en algo tan cotidiano, que nos afecta a todos, pero parece invisible, pero con La metamorfosis consiguió incluso ir más allá. La metamorfosis (1915) no sólo es una obra revolucionaria, si no que también funciona como novela de anticipación: Gregorio Samsa es un hombre normal, que un día, sin saber por qué, amanece convertido en insecto. Años después, millones de personas, gente de todo tipo, escritores, fontaneros, pintores, falsificadores, mecánicos, amanecieron un buen día convertidos en judíos. De un día para otro perdieron toda identidad, toda vida anterior, amigos, trabajo... Europa se llenó de millones de Gregorios Samsa. El siglo XX es el siglo de Gregorio Samsa, el siglo en el que cualquier persona podía levantarse cualquier día y descubrir que su vida se había acabado, que había dejado de ser una persona y se había convertido en judío, en comunista, en enemigo del pueblo.

martes, 3 de agosto de 2010

¡Vacaciones!

Hola, amigos. Últimamente he tenido el blog bastante parado, el calor de Madrid no invita a sentarse frente al ordenador y ponerse a escribir, y menos aún a ponerse a pensar. Pero tampoco quería dejar esto completamente parado durante el verano, así que, antes de irme de vacaciones, he decidido dejar un par de entradas escritas para que se publiquen, ellas solitas, durante mi ausencia. Así que cuando leas esto yo estaré pasando fresquito a más de 3.000 kilómetros de aquí.

Supongo que muchos de vosotros también estaréis aprovechando el mes de agosto para tomaros unas vacaciones, así que había pensado en escribir (por una vez) una entrada útil. Este año estoy leyendo un montón (llevo más de 40 libros leídos, sin contar tebeos) pero me he dado cuenta que apenas estoy escribiendo sobre los libros que más me han gustado o que más me han hecho pensar. De hecho, en este blog, sólo he escrito sobre dos libros: Los Simpson y la filosofía y las Cartas de España, de José Blanco White. Como decía antes, no me veo con fuerzas para ponerme a analizar en profundidad ninguna de mis lecturas, así que me limitaré a recomendar una serie de libros y a escribir unas pocas líneas sobre cada uno de ellos.
  • La isla del tesoro, de R. L. Stevenson. Aprovecharé para confesar que ha sido mi primera lectura de esta increíble novela. De pequeño había leído adaptaciones en tebeo, pero no la original de Stevenson. Es la novela de aventuras perfecta, desde su comienzo, en ese siniestro páramo inglés y la taberna de ambiente terrorífico hasta la llegada a la isla, motín pirata incluído. He hablado mucho sobre Perdidos, pero antes de la Isla de Dharma existió esta isla, con sus propios misterios y tesoros ocultos. La serie le debe bastanta a Stevenson. También aprovecho para recomendar el programa Los dos de la tarde, en el que Llosef colabora con una sección de literatura pulp y otras hierbas. Aquí podeis escuchar el que dedicó a La isla del tesoro.
  • La sombra del asesino, una recopilación de los mejores relatos policiacos y detectivescos publicados por Valdemar. El volumen sigue un orden más o menos temático, dividido en distintas secciones. Empieza con "Los instigadores", de un goticismo primerizo: la desasosegante historia "El confesionario de los penitentes negros", de Ann Radcliffe. Después podemos encontrar al siempre genial Thomas de Quincey y un relato un tanto flojo de Le Fanu. Por supuesto, tenemos también a Poe, creador de muchas de las convenciones que seguiría el género a partir de entonces, no en vano, la segunda sección, "El cerebro de la trama", está formada únicamente por su relato "La carta robada". A partir de ahí entramos de lleno en el canon del detectivesco inglés del siglo XIX: Wilkie Collins, Conan Doyle... A medida que escribo me doy cuenta que este volumen bien merece una entrada, pero me gustaría seguir poniéndoos los dientes largos con los nombres aquí reunidos: Dickens, Melville, Stevenson, Kipling, Joseph Conrad, Saki, H. G. Wells, Oscar Wilde, Voltaire, Mark Twain, Jardiel Poncela, Guy de Maupassant, Bram Stoker, W. H. Hodgson y Robert Bloch, entre otros.
  • La sombra del torturador, de Gene Wolfe. Llevaba bastante tiempo alejado de la fantasía, exceptuando periódicas relecturas de Conan y unos cuantos ratos de lecturas divertidas con Drizzt y otros héroes de Salvatore. Aparte de esto, me aburrieron las, al parecer intocables, Crónicas de la Dragonlance y no he vuelto a leer ninguna saga de un grupo de héroes involuntarios salvando al mundo. Pero Wolfe es otra cosa y es que sabe crear un personaje increíble, el torturador del título, inmerso en un mundo extraño, que apenas comprendemos. Como el protagonista de la novela, sólo conocemos lo que vemos. El mejor libro de fantasía que he leído en muchísimo tiempo, capaz de reconciliarme con un género que creía agotado.
  • Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Leí este libro mientras se iba emitiendo la última temporada de Perdidos y no pude dejar de encontrar unas cuantas similitudes, que no voy a comentar para no estropear nada. En un pueblo desolado, en mitad de un desierto, Rulfo rasga la separación entre la realidad y el mundo del sueño, con una compleja estructura narrativa, mostrando poco a poco piezas de una historia que no cobrará todo su sentido hasta el final. Por no hablar de lo bien que escribía este hombre, cuidando cada palabra, cada párrafo para que todo tenga el ritmo apropiado.
  • Los libros publicados por Es Pop Narrativa: Acero, de Todd Grimson, A la cara, de Christa Faust y Capturado, de Neil Cross, de los que he hablado en mi otro blog.
  • Masters of Doom, de David Kushner. Un repaso a la historia de id Software, creadores de videojuegos como Wolfestein, Doom o Quake. Una especie de Behind the music de una de las compañías más míticas en la industria. Y es que con sus videojuegos descubrí la pasión de sentarme frente a un ordenador y disparar a miles de monstruos (o nazis).
  • Sefarad, de Muñoz Molina, de la que hablaré en una entrada futura :D
  • Zombies, una antología de... zombis, de Minotauro. Tiene algún relato un tanto flojo, pero a cambio, otros muy buenos de gente como George R. R. Martin, Stephen King, Robert Silverberg o Muerte y sufragio, Dale Bailey, que se adaptaría en el episodio Homecoming de Masters of Horror.
  • Con la risa en los huesos y Quien ríe el último, otra antología con los mejores relatos de humor aparecidos en Valdemar. La lista de nombres tira de espaldas: Saki, Jardiel Poncela, Chesterton, Dickens, Ambrose Bierce, Jan Potocki, Mark Twain, Oscar Wilde, Kafka, Thomas de Quincey, Dickens... muy centrado en el humor inglés de finales del siglo XIX.
  • Y como no, las relecturas periódicas de mis autores de horror (cósmico o no) favoritos. Recuperé mi tomo de Los mitos de Cthulhu, perdido durante años, y volví a leer esos relatos que me descubrieron un mundo desconocido. Es un clásico que siempre merece la pena: Arthur Machen, Algernon Blackwood, Lovecraft, Robert E. Howard, Dunsany...