martes, 23 de septiembre de 2008

Metaentradas

No sé muy bien sobre qué escribir una entrada, así que voy a volver a hacer lo mismo que he hecho siempre que este pobre blog se ha encontrado en horas bajas: hacer un ejercicio de improvisación, sentarme y ponerme a escribir sobre el hecho de escribir. De ahí el nombre que le he puesto a la entrada.
Cualquiera que haya pasado por este blog más de una vez sabrá que es un espacio vilmente ombliguista, y en ninguna entrada falta algún párrafo dedicado a alguna divagación que no tiene demasiado que ver con el resto, a mayor gloria del autor. Así, en casi cada uno de los artículos que he publicado he escrito algún tipo de reflexión de lo que, para mí, supone escribir una nueva actualización o mantener este blog (y otros espacios), sea en periodo de actividad o de hibernación. Hasta ahora, todo esto ha sido bastante casual, pero últimamente, cada vez pienso más (no demasiado) en los blogs, en cómo pueden cambiar el panorama del acceso a la información y su distribución por la red. Cada día los medios tradicionales son menos de fiar a la hora de buscar algo de información de calidad, bien sea por su partidismo, o simplemente, por que hacen las cosas mal. A la hora de leer un periódico, lo menos que se espera es que quien escriba la noticia esté un poco más enterado que tú, pero cada vez se va perdiendo más contenido, y, muchas veces, sea quien sea el que escribe, peca de estar muy mal informado. Aún no hemos dejado atrás en la que cualquier artículo sobre informática en un periódico generalista no sea más que un conjunto de vaguedades, malinterpretaciones, o, directamente, cosas erróneas. Lo malo es que esto se va trasladando lentamente a todas las secciones del periódico... un ejemplo es la tan mentada crisis financiera que estamos viviendo: ¿qué medio ha hecho alguna explicación más o menos clara de sus causas, su evolución, o sus posibles salidas?
Ante la nula efectividad de los medios tradicionales, hay unos cuantos bloggers que han sabido explicar muy bien todo lo que se esperaba de los profesionales de la información. Hasta uno de ellos, Leopoldo Abadia, ha sido "vampirizado" estos días por los menos desinformados de los informantes. Incluso Monserrat Dominguez, una articulista del diario gratuito ADN, se permite un poco de ver la paja en el ojo ajeno...
...los de la prensa, que se supone debemos contar no sólo lo que pasa, sino el por qué. Cualquier ciudadano debería estar bien informado, y más aún cualquier profesional en el ámbito de su competencia. Por eso me escandaliza descubrir que existen tantos banqueros, asesores y financieros que invirtieron alegremente el dinero de otros en todo tipo de productos cuya composición, dicen ahora, nunca llegaron a comprender bien. Está claro que estamos ante una crisis de confianza brutal, pero cómo fiarse de un sistema tan temerario que ha permitido que toda su estructura quedara infectada con productos milagrosos y tan endebles, que han demostrado no valer ni el papel en el que se escribían.

No voy a entrar en quién es responsable de qué, pero esta mujer podría haber ido más allá con su reflexión, y ver otra crisis de confianza: la del público con los medios tradicionales, por que estos son incapaces ni de comprender, ni de informar sobre lo que está pasando. Lo único que saben es servir carnaza, cuanto menos preparada y más sanguinolenta, mejor. Ya lo han demostrado de sobra, como en el reciente accidente en Barajas. La televisión sólo ofrece basura, y los periódicos siguen su estela.

Estamos en una época en la que algunos viejos dinosaurios han de evolucionar o extinguirse. Pero, por lo que parece, no están dispuestos a adaptarse a su nuevo entorno, y pretenden que nada cambie. Telecinco y sus campañas contra Youtube es uno de estos ejemplos. Veremos que nueva fauna nos deparará el futuro.

Creo que no era esto de lo que quería hablar antes de sentarme a escribir, pero no estoy seguro :) Quizá lo recuerde y ese material me alcance para nuevas entradas... ¡quién sabe!

sábado, 6 de septiembre de 2008

Buenas noches, y buena suerte

En la Continental suelen deleitar a los pasajeros de sus autobuses con lo más granado del videoclub. El patrón de todas sus películas suele ser el mismo, abundan las comedias románticas, bastante descerebradas todas ellas, pero de vez en cuando, no sé por qué, aparece alguna película que, sin ser necesariamente una obra maestra, sí que se eleva muy por encima de las habituales. Así que, con esto en mente, ayer tuve que coger uno de estos autobuses. Y, cómo no, en la primera etapa del viaje cayó "El hombre perfecto", una historia romántica llena de moralina de Hillary Duff. En fin, peli bastante a olvidar. Lo único salvable es la Hillary, jeje.

Good Night, and Good LuckAl menos, en la segunda etapa del viaje ocurrió uno de esos raros milagros que comentaba antes, y nos pusieron "Buenas noches, y buena suerte", de George Clooney, en la que cuenta la historia de un grupo de periodistas luchando contra la caza de brujas de McCarthy, la cruzada de los elementos más conservadores de los EE. UU. contra el mal ubicuo e invisible del comunismo. En la persona de Edward R. Murrow, un presentador de la cadena CBS se centra no sólo la historia, si no toda la reflexión que Clooney quiere hacer a través de esta película, acerca del deber, y el derecho, de un periodista a informar libremente, a luchar por la libertad. Este pequeño grupo de periodistas no dudan en arriesgarse por su libertad, en luchar para que McCarthy no instaure un reinado de terror, no quieren vivir atemorizados. Y es que McCarthy ve enemigos por todas partes, en cada persona que se le opone ve un comunista, un enemigo del pueblo, y es que este incansable luchador contra el comunismo hace uso de los métodos del gran terror estalinista.

Creo que esta es una película que debería ser vista por la gente que puebla los medios en nuestro país, mayoritariamente una panda de catetos, más preocupados por las bragas de las tonadilleras, todo ello en nombre de la libertad de expresión y del derecho a la información. Nunca antes se habían usado tan altos ideales para defender tan bajos instintos.

Aparte de esta necesaria reflexión, la película tiene otros buenos puntos. Entre ellos, la (en mi opinión) soberbia actuación de David Strathairn como Murrow, y, sobre todo, la fotografía tan clásica, en blanco y negro, el contraste entre luces y sombras y el dramatismo que esto provoca, las imágenes tienen una fuerza que en color se pierde.