domingo, 23 de mayo de 2010

Referencialidad

Últimamente he estado leyendo Los Simpson y la filosofía, no de una forma regular, si no como un libro de mesilla de noche, que de vez en cuando cojo y leo alguno de los ensayos que lo componen. Podríamos decir que es una especie de lectura ligera filosófica, con un claro espíritu divulgativo, reflexionando sobre ciertos aspectos clave de la serie, todo ello en un lenguaje claro y sencillo (que no implica que sea simple), y que apuesta por que el lector comprenda lo principal del mensaje del autor en lugar de profundizar en el tema y sacar conclusiones de más calado.

De lo que llevo leído hasta ahora, que es el primer tercio del libro y algún que otro ensayo suelto, predominan los análisis morales de distintos personajes de la serie según los modelos propuestos por algunos filósofos, como por ejemplo un análisis de Homer según la ética aristotélica, o, como no, el inevitable paralelismo entre Bart y la moral nietzscheana, eso sí, desde un punto de vista muy estadounidense, y un tanto mojigato: por ejemplo, no toma en consideración que Bart no puede ser el modelo moral de Nietzsche por su superstición religiosa, y en este sentido recalco lo que comenté sobre lo estadounidense de estos ensayos, ya que no cuestionan la religión como guía moral necesaria. Bart sigue preso de la moral del esclavo, y en gran parte esto es debido a su superstición religiosa. En donde sí que aciertan en este ensayo es en apuntar que Bart no actúa según sus propios códigos, si no en oposición a los códigos de los demás, a diferencia del dichoso superhombre de Nietzsche, que es capaz de crear sus reglas morales y vivir de acuerdo a ellas.

Bueno, que me voy por las ramas. Quitando los diversos análisis morales de los personajes de la serie, que como he dicho, pecan de ser un poco mojigatos, hay otros textos muy interesantes, en los que se expone la serie como reflejo de la sociedad actual y de la cultura popular. Y entre estos se encuentra el que motiva esta entrada "Los Simpson y la alusión: el peor ensayo de la historia", de William Irving y J. R. Lombardo, que señala a las referencias a otros productos de la cultura popular como uno de los factores del éxito de Los Simpson. Y es que el humor de Los Simpson suele funcionar a varios niveles, cada uno de ellos orientado a un público distinto, por eso la serie hace reír tanto a chavales como a adultos. Además, estas referencias sirven como recompensa para el espectador más sabelotodo, el que es capaz no sólo de pillar el chiste que está en primer plano, si no captar todos los guiños de la escena.

Esto me hizo reflexionar no sólo sobre Los Simpson, si no también sobre Padre de familia. Y es que mucha gente que conozco considera esta segunda serie como mejor que Los Simpson, cosa que a mí me desconcierta, ya que, sí, me hace gracia, pero no me río tanto con un episodio de Padre de familia que haya visto tres veces que con uno de Los Simpson que haya visto quince... ¿por qué? Muy sencillo: como he dicho antes, en Los Simpson las referencias pasan normalmente a un segundo plano, sin eclipsar el hilo del episodio, y si bien en ocasiones son fáciles de descubrir, otras veces son más sutiles, y funcionan como una recompensa, un premio a la vista y a la cultura que posee el espectador. Por otro lado, en Padre de familia, las referencias son obvias, se lanzan a la cara del espectador. Pueden ser graciosas, sí, pero se pierde esa pequeña satisfacción que proporciona descubrirlas, pero, a cambio, ofrecen la sensación de haber sabido captar todas las referencias de un único vistazo, una gratificación tramposa. La obviedad es la principal virtud y el peor defecto de Padre de familia: virtud por que no exige ningún esfuerzo para extraer todos los guiños, y defecto por que esto la convierte en una serie que aporta menos en cada repetición, y no tiene el efecto sorpresa de un revisionado de Los Simpson.

Cosa que, por otra parte, enlaza con lo comentado en mi última entrada sobre Perdidos, que es la exigencia de muchos fans de disponer de toda la información sin esfuerzo, y las frustraciones que provoca la narrativa huidiza de la serie, que opta por las pistas en segundo plano, hasta que se hizo inevitable utilizar el esquema de Padre de familia: parar la narración para satisfacer al fan. En Perdidos, en un momento dado un personaje se parará y le explicará a otro en voz alta y bien claro alguno de los misterios de la Isla, y en Padre de familia se señaliza que se va a parar el episodio para que empiece el sketch.

Es curioso que la gente rechace las risas enlatadas con el argumento de que son un insulto a su inteligencia, indicando el momento en que hay que reir, pero yo no veo tanta diferencia entre muchos de los sketches de Padre de familia con ese viejo recurso o el más viejo aún cartel de "Aplausos".

jueves, 20 de mayo de 2010

Lost (IIII)

Al final he dejado parada esta miniserie durante demasiado tiempo, así que (supongo) parte de las cosas que quería contar son a estas alturas irrelevantes, ya que han sido sobrepasadas por los episodios que se han ido emitiendo. Sin embargo, en la tercera entrada comencé a hablar sobre un tema que dejé a medias: la relación entre la serie y sus fanboys.

En la entrada anterior comentaba cómo Perdidos ha sido una serie pionera en el sentido de que ha sido la primera (o una de las primeras) series en las que se ha producido una retroalimentación entre los aficionados y los guionistas. Este aspecto es muy importante, ya que es una de las principales características de la serie: desde el primer momento los guionistas han apostado por el misterio como hilo conductor de la serie. Ya en el primer episodio nos dejaban descolocados con unas cuantas cosas extrañas, y desde entonces nos han estado guiando con el palo y la zanahoria, de vez en cuando daban una pista, y a cambio dejaban en el aire nuevas preguntas.

Cada una de estas preguntas era de inmediato objeto de especulación en cientos de foros y mentideros de Internet, gente se dedicaba a crear teorías disparatadas o a recopilar las líneas de investigación abiertas. Y estas teorías y listas eran utilizadas por los guionistas a la hora de seguir escribiendo la serie, como una fuente de posibles soluciones que no se les hubieran ocurrido, o como una forma de medir los aspectos de la serie que más interesaban al público.

Pero esto no era suficiente para algunos, no bastaba con entrar a esas páginas a comentar sus teorías, o no querían calentarse la cabeza pensando en soluciones a esos misterios, así que empezaron a exigir respuestas, y me gustaría recalcar el uso de exigir. Es cierto que la serie siempre ha sido generosa en preguntas y rácana en respuestas, y durante las primeras temporadas muy pocas cosas quedaban resueltas de una manera clara. Pero había pistas, señales para el espectador atento. Y ahí estaba el problema: se necesitaba un esfuerzo para hilar estas pistas con los interrogantes abiertos en la serie, y la mayoría de la gente no quiere (¿puede?) esforzarse.

Ya he dicho antes que esta serie se basa en aceptar el misterio, y no en buscar una explicación. Y también he dicho que esta serie es un reflejo fiel de nuestro tiempo, el zeitgeist de la primera década del Siglo XXI, y como tal, más influenciada por las teorías posmodernas que por la narrativa clásica, así que tenemos que olvidarnos de la realidad objetiva de los modelos tradicionales a la hora de analizar la serie, y, desde un punto de vista posmodernista, entender que la realidad no es inteligible, si no interpretable. Buscar una explicación objetiva es no haber entendido la serie, lo malo de esto es que a la gente no le gusta interpretar, si no que le gusta vivir en base a un marco fijo de normas, en un contexto fijo y bien definido.

Parece que los guionistas de Perdidos se han ido dando cuenta de esto a medida que se acercaba el final, y al hecho que el fanboy, como comenté anteriormente, es alguien sujeto a las más bajas pasiones (genial esta entrada del Parado Amancebado), propenso a pensar con... bueno, a no pensar, antes que pensar con la cabeza, y la última temporada está siendo una temporada destinada a satisfacer al fanboy, cosa que como hemos visto, es imposible. Los guionistas han abandonado el método de las pistas y las miguitas de pan y han optado por el subrayado, por dejarlo todo lo más claro posible.

¿A qué ha conducido esto? A más fanboys furiosos y a preguntas respondidas de forma un tanto cutre, además de a algunas escenas verdaderamente vergonzosas, con los personajes diciendo en voz alta algunas de estas respuestas, como Michael explicando qué son las voces. Para que no queden dudas, para que el fanboy pueda estar tranquilo... ¿cuántas veces se ha repetido un esquema como este en la última temporada?
— ¿Sólo puedes tomar la apariencia de alguien que haya muerto?
— Sí
— ¿Seguro?¿Entonces mi padre eras tú?
— ¡Que sí, cojona!
El subrayado extremo para evitar toda duda, para eliminar cualquier resquicio de ambigüedad.Y es que la ambigüedad necesita de una interpretación o un análisis, con el esfuerzo que esto requiere. Este intento de contentar al fanboy más ramplón y furioso, la serie ha descendido hasta su nivel, y es que no puedes ganar discutiendo con un idiota...

miércoles, 19 de mayo de 2010

Campos de fútbol

Hace tiempo que las unidades de medida del Sistema Métrico Internacional han perdido el favor del público. Parece que a la gente no le gusta utilizar esas medidas arbitratias, seguramente creadas por algún científico loco en una noche de tormenta. Y es que ¿a quién no se le traba la lengua con tanto prefijo griego? Los ingleses, pueblo visionario donde los haya, supieron anticipar la debacle que produce utilizar unidades de medida tan antinaturales como los metros o los kilos, invento de unos franceses, encima. Por eso ellos han seguido utilizando sus viejas medidas, en un sistema del que podemos tomar referencias inequívocas. Porque no todo el mundo sabe cuánto mide un centímetro, pero sí sabemos lo que mide un pie, o una pulgada, ¿un codo? o un furlong (para los que no lo sepais, la distancia que una yunta de bueyes puede tirar de un arado de una tacada, sin descansar). Y eso por no hablar de utilizar la base 10 para las medidas, algo totalmente arbitrario y antinatural. Mucho mejor el sistema inglés: un pie son 12 pulgadas, un codo 18 pulgadas, una yarda 3 pies y el dichoso furlong son 220 yardas, siendo una milla 8 furlongs, o 5280 pies.

Pero este sistema, tan atado al mundo rural, se ha quedado anticuado en la vida urbana y moderna, donde nadie tiene ni idea de cuánto se puede hacer que un buey tire de un arado sin tener que recurrir a la zanahoria como recompensa o al látigo como incentivo para arañar unas pulgadas más en el surco. De hecho, mucha gente no sabe ni lo que es arar ni lo que es un buey, así que nadie se aclararía si decimos que una finca mide 15 furlongs cuadrados, o cien acres, como el bosque de Winnie the Pooh (más sobre el acre, abajo), por no hablar de la obtusa hectárea, que el hombre de a pie sólo sabe asociar a incencios forestales.

Por estas y otras diversas razones (que no vienen al caso), los medios de comunicación, siempre preocupados por su público y sobre todo por no calentarles la cabeza a los espectadores con conceptos abstractos y de difícil digestión, han optado por simplificar las unidades de medida.

El modelo a seguir es el fútbol, algo que todo el mundo puede entender. No hay más que echar un vistazo a las ventas de la prensa diaria. Cualquiera puede coger un día el Marca y ponerse a hablar de los partidos del fin de semana pasada, y pasar por un experto en las tertulias de Manolo Lama o en Carrusel Deportivo, mientras que es más difícil opinar sobre la política monetaria china o llegar a comprender la reforma sanitaria en Estados Unidos. Hasta ahora, la prensa ha futbolizado la política, y así tenemos distintos periódicos donde animan a su equipo partido político favorito e insultan a los rivales. Uno de los primeros medios en poner la política al alcance de cualquiera fue la Cope, dando lugar a lo que Nacho Vigalondo bautizó como nación taxista, o la posibilidad de hablar de política (se puede generalizar a casi cualquier otro campo) sin tener ni puta idea, moda a la que se han ido sumando casi todos sus medios, abrazando estos principios algunos con alegría y otros con cara de circunstancias.

Así, ya tenemos los dos ingredientes necesarios: unos medios que apuestan por el mínimo rasero intelectual y un modelo igualitario de creación de opiniones. Y digo igualitario ya que parece ser una convención aceptada por todos que cualquier opinión es igual de válida, algo propio de, como dirían en Vicisitud y Sordidez, vivir en democracia. Con esto se ha creado el nuevo monstruo de las unidades de medida: los campos de fútbol, una unidad de medida que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Originalmente se utilizaba para expresar superficies, sean estas bosques quemados por un incendio, como decíamos antes, pueblos anegados tras una inundación o proyectos faraónicos como los de nuestro querido Gallardón, pero ahora se utiliza también para longitudes o volúmenes, aunque no se suele especificar si es un campo de fútbol lineal, campo de futbol cuadrado o campo de fútbol cúbico (!), dejando a la imaginación del espectador hacerse una idea de la magnitud expresada, como en esta noticia sobre el asteroide Apofis: "el meteorito Apofis [...] tiene como unos 300 metros, unos tres campos de fútbol", en el que no se sabe si son lineales o cúbicos. En esta otra página, podemos encontrar este otro ejemplo de futbolmetría: "En Sevilla se recogieron el año pasado 310.000 toneladas de basura. Se podrían llenar 8 campos de fútbol del tamaño de la Giralda", utilizando el campo de fútbol como unidad de peso y/o volumen, añadiendo el matiz de que tienen "el tamaño de la Giralda" (?)... Y por supuesto, se pueden crear unidades nuevas a partir del campo de fútbol, como en esta noticia sobre la deforestación en Indonesia: "la tasa de deforestación se ha reducido [...] hasta los 1,08 millones de hectáreas al año, el equivalente a unos 123 campos de fútbol a la hora", aunque podrían haber refinado un poco más y haber usado campos de fútbol/partido. Si quieren deleitarse con más ejemplos, pueden buscar en Google "unos * campos de fútbol" y echar un vistazo a los cientos de miles de resultados que aparecen.

El origen del campo de fútbol como unidad de medida no está muy claro. Su uso intensivo en la prensa surgió a finales de la década pasada, y utilizando a Google como máquina del tiempo encontramos las referencias más antiguas allá por 1997, pero no podemos descartar que se usase con anterioridad y no fuera indexado por el buscador (fue creado allá por 1998). Supongo que esta medida empezó a usarse en algún lugar como los telediarios de Antena 3 o Telecinco, cadenas que siempre apostaron por apelar a la (falta de) inteligencia del espectador, pero no hay manera de comprobarlo. Sin embargo, podemos suponer que saltó rápidamente a otros medios más serios, pues ninguno desaprovecha la ocasión de rebozarse en el fango informativo en cuanto se presenta la oportunidad. Utilizando herramientas de arqueología de datos, he llegado a encontrar una de las primeras apariciones del símil en campos de fútbol en la prensa escrita: el día fatídico fue el 4 de septiembre de 1993, en la página 46 del ABC, edición Madrid, por supuesto, hablando de incendios forestales ("destruyendo una superficie de gran valor ecológico equivalente a 10.000 campos de fútbol"). A partir de ahí, comienzan las apariciones esporádicas, hasta sustituir a la hectárea como unidad de medida en prácticamente todas las noticias.

Pero no nos vamos a quedar ahí. Una vez hemos puesto la máquina del tiempo en marcha, no vamos a ser tan mojigatos como para apenas viajar 20 años... ¡no! Yo me he atrevido a llegar más allá: hasta el año 1928, cuando Jardiel Poncela publicó el relato Los asesinatos incongruentes del castillo de Rock, una parodia de Sherlock Holmes. Podeis encontrar este relato en La sombra del asesino, una recopilación de relatos policiacos y detectivescos publicada por Valdemar.

Ahí dejo mi marca como viajero en el tiempo y arqueólogo de datos. Si alguien se atreve a ir más allá, aún queda terreno inexplorado. Echando un vistazo a la Wikipedia podemos calcular dónde está el límite: "el 26 de octubre de 1863 es considerado por muchos como el día del nacimiento del fútbol moderno". Ahí es nada, ¡casi 65 años sin explorar!


Un acre se define como un rectángulo (manda cojones, ¡¡un rectángulo!!) de un furlong de ancho y una cadena de alto, siendo una cadena la décima parte de un furlong o el cuádruple de una vara. Si ajustásemos el acre a las habituales medidas de superficie en cuadrados, sería uno de 208 pies y 9 pulgadas de lado, aproximadamente 43.560 pies cuadrados. El origen de esta medida es lo que un hombre puede arar en un día, supongo que con la misma yunta con la que midieron el furlong, por que si no esto sería un cachondeo. (volver arriba)