miércoles, 20 de enero de 2010

Las crónicas del Sin Nombre y El viajero de gris (I)

En principio, esta entrada iba a estar dedicada a Las crónicas del Sin Nombre, un interesante cómic que descubrí en la biblioteca del barrio, pero poco antes de ponerme a escribirlo, me ha ocurrido otro caso de lecturas encadenadas, y es que en la siguiente visita a la biblioteca me cogí El viajero de gris, de Breccia, y encontré unas cuantas cosas en común entre los dos tebeos.

Hablaré en primer lugar de lo que tienen en común, y es que los dos tienen una estructura narrativa similar, están compuestos de una serie de historias cortas, vividas por un personaje que tiene la capacidad de viajar en el espacio y el tiempo. Pero la forma en que el protagonista viaja a través de estas historias es diferente: en Las crónicas del Sin Nombre, el personaje es algún tipo de entidad, sin forma física, que puede introducirse en el cuerpo de diversas personas, siendo un testigo mudo de parte de sus vidas. Sin embargo, en El viajero de gris el protagonista es un preso en una celda de internamiento, del que se nos cuenta que es experto en los viajes astrales, y mediante ejercicios de concentración consigue transportarse a otros tiempos y otros lugares.

En principio, puede parecer que estas diferencias son superficiales, al fin y al cabo, el concepto de viajero en el tiempo no es más que la excusa que permite hilvanar distintas historias sin relación entre sí en un único tomo. Pero es algo más: el Sin Nombre eso sólo testigo de lo que ve, puede entrar en la mente de una persona, ver lo que ve, sentir lo que siente y leer sus pensamientos, pero no actúa. Su papel es pasivo, y su único objetivo es ver estas historias y tratar de aprender de ellas. Mientras, el Viajero de gris realmente se introduce en las historias que vive, como un personaje más, puede interactuar con el resto de personas y cambiar la historia. Y hay otra diferencia, más sutil. El Sin Nombre, a pesar de ser una criatura extraña, es real, y su existencia no es puesta en duda. Pero no sabemos si los viajes del Viajero de gris son reales o son sueños. Algunos presos dicen que es experto en viajes astrales, otros que es un loco. Y él mismo no sabe si realmente viaja, o sólo sueña. Este aspecto puede parecer irrelevante, pero en el fondo, es una manera de ver la mano de los autores detrás de estas viñetas.

Sutileza...Y es que en la introducción a la obra de Víctor Mora lo primero que se destaca de él es que pertenecía a un grupúsculo de extrema izquierda, algún tipo de escisión del Partido Comunista del que ahora no recuerdo las siglas. Esto me pareció chocante: empezar a hablar de una obra comentando las ideas políticas del autor ¿realmente son tan importantes para juzgar un tebeo? En este caso, hay que decir que sí. Como comentaba antes, se puede ver la mano de los autores trazando un mensaje. En los dos cómics cada una de las historias sirve para reflexionar acerca de las desgracias y las alegrías humanas. Sin embargo, mientras en El viajero de gris todo tiene un cierto tono onírico, con historias sencillas, humanas, en muchas de las historias de Las crónicas del Sin Nombre Mora trata de transmitir un mensaje político, que resulta fastidioso por lo poco sutil (mirad la imagen a la derecha...). El Viajero de gris vive y aprende sobre las pequeñas vivencias cotidianas: una mujer engañada por su amante, una pareja de enamorados... mientras que en casi todas las historias de Mora aparece algún conflicto ideológico que oprime a los protagonistas.

Quitando este regustillo moralizante que tienen algunas de sus historias, podemos encontrar unas cuantas piezas verdaderamente valiosas, en particular las más cercanas al género de terror. "El parking del fin del mundo", una historia postapocalíptica canónica, homenaje claro a Soy leyenda. En "Un Edelweis bajo el hielo" tenemos a un aviador que es derribado sobre territorio enemigo y una misteriosa mujer le ayuda a volver tras la linea del frente... para años después averiguar que lo que vio no era más que el fantasma de una joven que murió ayudando a otro soldado a escapar en alguna otra guerra. "El invierno del último combate" es otra historia de fantasmas, con un guerrero que vuelve de las cruzadas para encontrar su tierra asolada por la peste. Quizá la historia que más me ha gustado, junto a esta última de "El invierno..." ha sido "El naufragio infinito", una historia bastante poética, podríamos decir que es también una historia cercana al cuento de fantasmas, una historia de amor a través del tiempo, en la que quizá se inspiraron para El día de la marmota. "La rosa de Mohave" es un curioso guiño a Dos hombres y un destino (con cameo de Paul Newman incluído), mezclando historias de pistoleros con lucha de clases en el oeste. Las otras dos historias del volumen han envejecido mucho: "Stormy Weather", una historia sobre control mental (con guiño a The Manchurian Candidate), muy dependiente del contexto histórico, en pleno apogeo de películas de lucha contra las alcantarillas del poder, como Los tres días del condor o Todos los hombres del presidente. Y, sobre todo, "Love strip", una historia más o menos autobiográfica, más dependiente de su contexto histórico que la anterior. Un triángulo amoroso de la contracultura y la gauche divine, más contemplativa y retórica que combativa, de la transición, que ahora se ve tan vieja como las americanas de pana. Y es que, como decía antes, hacer historias donde lo más importante es demostrar una cierta ideología (y peor cuanto más extremista) produce estos extraños monstruos, que enseguida quedan obsoletos.


Veo que la entrada se ha hecho demasiado larga, y lo que quería contar aquí tendré que dividirlo en dos partes. En breve la siguiente entrega

sábado, 16 de enero de 2010

Análisis de lo leído en 2009

En la anterior entrada colgué mi lista de lecturas de 2009, y ahora toca ir comentando, poco a poco, lo más destacado del año. Algunos de los libros de la lista ya los fui comentando en su momento, y no entraré en mucho detalle con ellos. De otros, me hubiera haber escrito una entrada tras leerlos, pero en ese momento se quedaron en borradores. De algunos de esos borradores rescataré unas pocas ideas claves, y quizá sirva como incentivo para retomarlos.

Antes de entrar en materia, quería dar cierto formato a esta entrada y a alguna otra que tengo intención de ir elaborando. No voy a volver a copiar la lista y a añadir un trozo de texto por cada libro, si no que me gustaría ir comentando libros en unos cuantos lotes conceptuales, por que ese es mi método de lectura: a veces cae en mis manos un libro, y durante una temporada leo unos cuantos libros que (para mí) guardan cierta relación con el primero.

El primero de estos lotes se corresponde con las lecturas hechas hacia el final del año, y gira alrededor de Lovecraft. Y es que parece que estos últimos años, cuando se acerca el invierno, vuelvo a releer los clásicos del terror. El año pasado fue Lovecraft, sobre todo su Ciclo del sueño, otros años han sido Machen, Bierce, Poe... Para mí, estos relatos se leen mejor cuando hace frío ahí fuera, cuando la nieve lo tapa todo y el invierno nos muestra que la naturaleza no es algo al servicio del hombre. Inevitablemente, se acerca el invierno y me van entrando ganas de volver a los viejos relatos de siempre, y en una visita a la biblioteca me cogí El terror según Lovecraft, una recopilación de relatos de autores que eran del gusto de Lovecraft. Y, mientras lo leía, El País anunciaba la colección Maestros del terror.

Esta colección ha sido una buena oportunidad para las relecturas, más que para descubrir nuevas historias. La apuesta de El País es muy clásica, muy cercana al espíritu de El Club Diógenes de Valdemar. Y las dos primeras entregas eran apuestas seguras: Lovecraft y Poe. Así que aproveché un viaje en autobús para releer El caso del señor Valdemar, El entierro prematuro o algunos relatos oníricos de Lovecraft: Polaris, Más allá del muro del sueño o Celephais.

De todas formas, hasta ahora, las mejores entregas de la colección han sido la de Maupassant, del que nunca había leído nada salvo algún que otro relato. Curiosamente, de los relatos que vienen en esta colección, El Horla, que se suele comentar como uno de los mejores del autor, es el que menos me gustó. Prefiero el ambiente opresivo que consigue en relatos como El miedo, La mano o El albergue, en los que sabe jugar con la psicología de los personajes para hacer que el lector sienta su angustia. Otro de los volúmenes que más me ha gustado ha sido el de M. R. James, y es que el viejo profesor nunca defrauda. Los cuatro relatos incluídos son auténticos clásicos del terror, y a pesar de haberlos leído ya unas cuantas veces, siguen causando la misma sensación que en la primera lectura. Desde sus conocidas historias de fantasmas, como Corazones perdidos hasta historias de un arqueólogo que podría ser una de las semillas de Indiana Jones en El tesoro del Abad Thomas, con un manuscrito que guarda la clave para encontrar un tesoro medieval, y, a medio camino de ellas, El conde Magnus. Sin embargo, el relato que más me gustó de este volumen fue El maleficio de las runas. Me guardo el comentario de este relato para una próxima entrada, en la que me gustaría comentar también su versión en película, La noche del diablo, de Jacques Tourneur.

Por último, el volumen más flojo de los leídos es el de Arthur Conan Doyle. Aparte del relato La catacumba nueva, verdaderamente inquietante, en los demás siempre falla lo mismo, y es la tentación de darle al lector una especie de explicación racional acerca de lo que ha pasado, como En el espanto de la cueva de Juan Azul, con un monstruo pariente de Nessie o en La caja barnizada de negro, donde un fonógrafo (¡en su momento esto debió ser casi ciencia ficción!) estropea completamente el relato.

Además de los libros de la colección de El País, han caído otros libros que se pueden agrupar también dentro de este grupo. Ya he comentado por aquí La casa vacía, de Algernon Blackwood, autor de El Wendigo, uno de los mejores relatos del volumen Los mitos de Cthulhu editado por Rafael Llopis. Con esta lectura, y a falta de leer a Clark Asthon Smith, mi última deuda con los precursores de Lovecraft que aparecen en ese volumen. Dentro de este grupo incluyo también otra lectura que ya reseñé en diciembre, Confesiones de un pecador justificado, de Hogg. Y el cambio de año no me ha quitado las ganas, si no más bien al contrario: he empezado una relectura de Los mitos de Cthulhu.

sábado, 9 de enero de 2010

Resumen de lecturas en fin de año (2009)

Edición: Además de la lista, hay una serie de post analizando esta lecturas: Análisis (I).

Este año me he animado a retomar la intermitente costumbre de publicar una lista de los libros que he ido leyendo. Aquí está mi resumen de 2007 y mi resumen de 2005. Este año la lista va a estar incompleta: llevo un registro de mis lecturas, en un cuaderno donde voy apuntando los títulos de los libros que voy leyendo, pero este año traspapelé ese cuaderno durante una mudanza, y no volví a encontrarlo hasta pasado un tiempo. Mientras tanto, fui apuntando en otras partes, pero al reconstruir la lista algunos libros que he leído se han perdido por el camino. Eso quiere decir que no me dejaron una impresión demasiado honda, así que tampoco es una gran pérdida. Aquí va la lista
  1. Conan el cimmerio (Volumen V), de Robert E. Howard
  2. Las tablas del destino, de R. Awlinson
  3. El caso de la chica vacilante, de E. S. Gardner
  4. El último hombre, de Mary Shelley
  5. Poesía, de C. Kavafis
  6. Cuentos para leer en el autobús, varios autores
  7. El mundo sumergido, de J. G. Ballard
  8. Los atormentados, de John Connolly
  9. El lector, de B. Schlink
  10. Negro sobre negro, de Chester Himes
  11. La piedra negra, de Robert E. Howard
  12. ¡Castigados sin tele!, varios autores
  13. La isla de cemento, de J. G. Ballard
  14. Un pistoletazo en medio de un concierto, de Belén Gopegui
  15. El ocaso de los ídolos, de F. Nietzsche
  16. El arte de insultar, una recopilación de escritos de A. Schopenhauer
  17. The castle of Otranto, de Horace Walpole
  18. Antología del cuento triste, varios autores
  19. El manuscrito Voynich, de G. Kennedy y R. Churchill
  20. Al principio fue... la línea de comandos, de Neal Stephenson. Segunda parte del análisis.
  21. Del asesinato considerado como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey
  22. La caída de los dioses. Los errores estratégicos de Hitler, de David Solar
  23. Matadero 5, de Kurt Vonnegut. Segunda parte del análisis.
  24. Commando Reichsfurher Himmler, de Sven Hassel
  25. Camaradas del frente, de Sven Hassel
  26. Los hombres de la guadaña, de John Conolly
  27. La subasta del lote 46, de Pynchon
  28. La defensa, de Graham Greene
  29. Cuentos de soldados y civiles, de Bierce
  30. Seis problemas para Don Isidro Parodi, de Borges y Bioy Casares
  31. La saga de Hrolf Kraki, de Poul Anderson
  32. Cuentos completos, Volumen I, de P. K. Dick
  33. El terror según Lovecraft, una recopilación de algunos de los autores preferidos por Lovecraft, editada por Molina Foix
  34. El alquimista (y otros relatos), de Lovecraft
  35. El embudo de cuero (y otros relatos), de Conan Doyle
  36. El Horla (y otros relatos), de Maupassant
  37. ¿En qué creen los que no creen?, de Umberto Eco y el cardenal Martini
  38. Satán en Hollywood, de Jesús Palacios
  39. Corazones perdidos (y otros relatos), de M. R. James
  40. Un extraño suceso en la vida de Schalken el pintor, de Le Fanu
  41. La casa vacía, de Algernon Blackwood
  42. Confesiones de un pecador justificado, de Hogg
  43. El embudo de cuero (y otros relatos), de Arthur Conan Doyle
  44. Breve historia del satanismo, de Joseph McCabe
  45. Historia elemental de las drogas, de Antonio Escohotado
  46. Historia universal de la infamia, de Borges
De momento, simplemente voy a publicar la lista, para ir comentando algunas cosillas en siguientes entradas y no cansar a los lectores. Este año he leído bastante menos que en años anteriores (57 libros en 2007, 65 en 2005, 61 en 2006), y es que he tenido un año bastante agitado, entre mudanzas, proyecto de fin de carrera, máster, viajes y convalecencias varias. Pero creo que he leído unos cuantos libros muy interesantes, y ha sido un año en el que he aprendido un montón de cosas. Más sobre estas lecturas en próximas entradas.

viernes, 1 de enero de 2010

Confesiones de un pecador justificado (II)

En una entrada anterior había utilizado ya este título, aunque era para hablar de televisión, y de algunos placeres (más o menos) culpables. Hoy vuelvo a utilizar el mismo título, pero esta vez, sí que es para hablar del libro de Hogg (aunque su título completo es Memorias Privadas y Confesiones de un Pecador Justificado).

La historia que cuenta es, hasta cierto punto, paralela a la que ya contó Dostoievski en Crimen y castigo. Para Raskolnikov, ciertas personas alcanzan por sus méritos una posición que les permite estar más allá de la ley. Pero, para el protagonista de esta historia, esta impunidad no se alcanza mediante ningún mérito, si no que es un don otorgado por dios a una serie de elegidos, una idea muy recurrente a lo largo de la historia que, en el caso de la novela de Hogg, parte de las teorías de una serie de teólogos puritanos británicos, que llevan al extremo la idea de la predestinación, es decir, que no existe el libre albedrío, y cada uno de nuestros actos está programado. Y, como toda la historia del universo ya está decidida desde antes de su creación, también está decidido quienes son aquellos que van a ser salvados y quiénes condenados. De esta forma, los que fueron elegidos pueden cometer cualquier fechoría sin poner en peligro su alma. Esta teoría se llama la justificación por la gracia.

El protagonista (y narrador) de esta historia es uno de esos justificados, un fanático y un auténtico miserable. No alcanza siquiera la categoría de malvado, ya que le falta la fortaleza de carácter de los grandes villanos de la historia de la literatura o el cine. Su maldad proviene más bien de un carácter ruin, envidioso y cobarde. Aunque quizá no sea del todo cierto que el protagonista sea este elegido, ya que a lo largo de la historia su papel se reduce a seguir los consejos de un misterioso personaje, una especie de doppelgänger que va manipulando al narrador, convenciéndole para que lleve a cabo los crímenes que ha planeado, y, finalmente, que mate a su hermanastro, para así poder heredar el título y la fortuna de su padre. El mayor interés de esta novela está en este doble, y su ambigüedad, la duda sobre si es un ser real, tangible, o sólo una proyección de una mente alucinada. Para despejar estas dudas, Hogg divide la novela en dos partes, y como preludio a la confesión de nuestro protagonista reescribe la historia desde un punto de vista externo a la historia. Este punto de vista objetivo sirve, por un lado, para confirmar la existencia del doble. Este personaje que siempre acompaña a nuestro pecador justificado se va revelando poco a poco como una presencia demoniaca, cuyo objetivo es arrastrar a ese elegido de Dios a un camino de pecado, directo al infierno.

Por otro lado, otra de las cosas que consigue este preludio, aunque no sé si era lo que pretendía Hogg, es añadir una dosis de humor a varias escenas de la posterior narración en primera persona: las veces en las que aparece el protagonista desde este otro punto de vista se le retrata como verdaderamente es, cobarde y mezquino, mientras que en esas mismas escenas, narradas por él mismo, aparece como un justiciero y convierte un par de escenas en las que es apaleado en terribles combates en los que consigue finalmente hacerse con la victoria.

Estas Confesiones... tienen, sorprendentemente para la época y el lugar en que fueron escritas, un tono bastante anticlerical, siendo una crítica demoledora hacia todos aquellos que a lo largo de la historia se han proclamado como portavoces de los dioses. Hogg, con el pecador justificado, crea a un personaje memorable: vil, cobarde, mezquino... pero terriblemente humano a pesar de sus miserias. Este personaje es, sin lugar a dudas, lo mejor de la novela. Si he de señalar un defecto en esta novela, es que Hogg no parece saber cerrar a tiempo su historia, alargando innecesariamente las vicisitudes del pecador justificado, y añadiendo un epílogo que no aporta nada a la historia. Pero, exceptuando esas últimas páginas, el resto es una novela bastante buena, muy recomendable para los que disfruteis del placer morboso de indignarse ante discursos capillitas (como los de Juan Manuel de Prada, jeje).