sábado, 16 de enero de 2010

Análisis de lo leído en 2009

En la anterior entrada colgué mi lista de lecturas de 2009, y ahora toca ir comentando, poco a poco, lo más destacado del año. Algunos de los libros de la lista ya los fui comentando en su momento, y no entraré en mucho detalle con ellos. De otros, me hubiera haber escrito una entrada tras leerlos, pero en ese momento se quedaron en borradores. De algunos de esos borradores rescataré unas pocas ideas claves, y quizá sirva como incentivo para retomarlos.

Antes de entrar en materia, quería dar cierto formato a esta entrada y a alguna otra que tengo intención de ir elaborando. No voy a volver a copiar la lista y a añadir un trozo de texto por cada libro, si no que me gustaría ir comentando libros en unos cuantos lotes conceptuales, por que ese es mi método de lectura: a veces cae en mis manos un libro, y durante una temporada leo unos cuantos libros que (para mí) guardan cierta relación con el primero.

El primero de estos lotes se corresponde con las lecturas hechas hacia el final del año, y gira alrededor de Lovecraft. Y es que parece que estos últimos años, cuando se acerca el invierno, vuelvo a releer los clásicos del terror. El año pasado fue Lovecraft, sobre todo su Ciclo del sueño, otros años han sido Machen, Bierce, Poe... Para mí, estos relatos se leen mejor cuando hace frío ahí fuera, cuando la nieve lo tapa todo y el invierno nos muestra que la naturaleza no es algo al servicio del hombre. Inevitablemente, se acerca el invierno y me van entrando ganas de volver a los viejos relatos de siempre, y en una visita a la biblioteca me cogí El terror según Lovecraft, una recopilación de relatos de autores que eran del gusto de Lovecraft. Y, mientras lo leía, El País anunciaba la colección Maestros del terror.

Esta colección ha sido una buena oportunidad para las relecturas, más que para descubrir nuevas historias. La apuesta de El País es muy clásica, muy cercana al espíritu de El Club Diógenes de Valdemar. Y las dos primeras entregas eran apuestas seguras: Lovecraft y Poe. Así que aproveché un viaje en autobús para releer El caso del señor Valdemar, El entierro prematuro o algunos relatos oníricos de Lovecraft: Polaris, Más allá del muro del sueño o Celephais.

De todas formas, hasta ahora, las mejores entregas de la colección han sido la de Maupassant, del que nunca había leído nada salvo algún que otro relato. Curiosamente, de los relatos que vienen en esta colección, El Horla, que se suele comentar como uno de los mejores del autor, es el que menos me gustó. Prefiero el ambiente opresivo que consigue en relatos como El miedo, La mano o El albergue, en los que sabe jugar con la psicología de los personajes para hacer que el lector sienta su angustia. Otro de los volúmenes que más me ha gustado ha sido el de M. R. James, y es que el viejo profesor nunca defrauda. Los cuatro relatos incluídos son auténticos clásicos del terror, y a pesar de haberlos leído ya unas cuantas veces, siguen causando la misma sensación que en la primera lectura. Desde sus conocidas historias de fantasmas, como Corazones perdidos hasta historias de un arqueólogo que podría ser una de las semillas de Indiana Jones en El tesoro del Abad Thomas, con un manuscrito que guarda la clave para encontrar un tesoro medieval, y, a medio camino de ellas, El conde Magnus. Sin embargo, el relato que más me gustó de este volumen fue El maleficio de las runas. Me guardo el comentario de este relato para una próxima entrada, en la que me gustaría comentar también su versión en película, La noche del diablo, de Jacques Tourneur.

Por último, el volumen más flojo de los leídos es el de Arthur Conan Doyle. Aparte del relato La catacumba nueva, verdaderamente inquietante, en los demás siempre falla lo mismo, y es la tentación de darle al lector una especie de explicación racional acerca de lo que ha pasado, como En el espanto de la cueva de Juan Azul, con un monstruo pariente de Nessie o en La caja barnizada de negro, donde un fonógrafo (¡en su momento esto debió ser casi ciencia ficción!) estropea completamente el relato.

Además de los libros de la colección de El País, han caído otros libros que se pueden agrupar también dentro de este grupo. Ya he comentado por aquí La casa vacía, de Algernon Blackwood, autor de El Wendigo, uno de los mejores relatos del volumen Los mitos de Cthulhu editado por Rafael Llopis. Con esta lectura, y a falta de leer a Clark Asthon Smith, mi última deuda con los precursores de Lovecraft que aparecen en ese volumen. Dentro de este grupo incluyo también otra lectura que ya reseñé en diciembre, Confesiones de un pecador justificado, de Hogg. Y el cambio de año no me ha quitado las ganas, si no más bien al contrario: he empezado una relectura de Los mitos de Cthulhu.

2 comentarios:

clau dijo...

A mí a menudo me sucede esto de que una lectura me sugiera otra y así sucesivamente, al modo de finísimos vasos comunicantes que se van interrelacionando hasta llegar a resultados inicialmente impensados. Por ejemplo, y a tono con tus lecturas, en su tiempo -no tan lejano- comencé a leer a Lovecraft gracias a un relato de Borges titulado "There are more things".

egan dijo...

Lo mejor de Lovecraft , para mí, es a ambientación, la cosmología creada y todo eso. Pero no puedo con los personajes; siempre se quedan colgados o gilis al primer susto. Eso sí, crea una atmósfera morbosilla bastante entretenida.