sábado, 24 de noviembre de 2007

Confesiones de un opiómano

Acabo de terminar las "Confesiones de un opiómano inglés" (Confessions of an English Opium-Eater), de Thomas de Quincey, un libro del que he disfrutado bastante leyendo, no solo por la narración de de Quincey de su vida como adicto al opio, si no también por todas sus reflexiones.
De Quincey fue un hombre cultivado, un gentleman inglés en una época en la que la cultura aristocrática (aunque él no perteneciera estrictamente a la aristocracia) estaba entrando en decadencia ante la llegada de la revolución industrial.
Quizá sea esa manera de vivir aparte del mundo, en su pequeña burbuja intelectual lo que me ha hecho sentir extrañamente cercano a él, a pesar de la enorme distancia (cultural) que nos separa. Educado desde pequeño en la lectura de los clásicos, experto helenista, dominaba el griego antiguo a la perfección, tanto que uno de sus tutores diría
"That boy," his master at Bath School had said, "that boy could harangue an Athenian mob better than you or I could address an English one."

Además, su narración está salpicada con reflexiones acerca de sus lecturas de las obras de diversos filósofos, y suyas propias, que muchas veces no tienen nada que envidiar a los que cita.

En cuanto a la narración en sí, es una historia bastante atípica, tal y como estamos acostumbrados a veo, o leer grandes dramas sobre la droga, casi siempre en entornos marginales, y centrándose en la autodestrucción a la que conlleva. Sin embargo, De Quincey hace un análisis de los efectos del laúdano sobre su mente, y explora los rincones oscuros de su subconsciente. Desde los primeros efectos, buscando olvidar un dolor crónico hasta cuando su vida se convierte en un sueño continuo, en extrañas pesadillas donde se mezclan recuerdos del pasado y extraños paisajes con reminiscencias a las arquitecturas oníricas de Piranesi.

Esta obra supuso en este aspecto una innovación literaria, que influenciaría bastante, sobre todo a Baudelaire, a quien impresionaron sobre todo estas palabras
«Oh justo, sutil y poderoso opio!... ¡Sólo tú proporcionas al hombre esos tesoros, tú posees las llaves del paraíso!»

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese libro siempre ha despertado interés en mi, lleva años en mi lista de futuribles.

Con tu reseña ese interés ha crecido un googol:)

Anónimo dijo...

Pues yo espero que no se me escape por más tiempo. Con este libro pretendo iniciarme en De Quincey, un autor que desde hace años quiero leer, sobre todo -como te he dicho en alguna de nuestras conversaciones- por haber sido Borges un gran admirador suyo.

Anónimo dijo...

Otro que se suma a la lista de interesados por leer este libro. Ya desde el título resulta de lo más sugerente. Y tiene la pinta de ser, cuanto menos, curioso.
Por cierto, no sé si te he hablado de mi blog, pad. En todo caso, puedes llegar a él a través del blog de Clau. Busca algo acerca de océanos y rostros y ahí estaré.

Y a ver si renuevas de una vez, hombre, que esto empieza a oler a rancio... :-)