sábado, 7 de agosto de 2010

Muñoz Molina, Grossman y Kafka

Esta mañana estaba leyendo algunas entradas del magnífico blog El pez volador y encontré una reflexión muy interesante sobre el famoso Canon de Bloom: el canon visto como un "sistema de relaciones" entre obras, en lugar de la visión habitual, una especie de lista de quien es quien en el mundo de la literatura. Estas listas son siempre polémicas, sea un canon occidental o un canon de la ciencia ficción, pero no voy a entrar a valorar la obra de Bloom

Ese artículo me ha llevado a reflexionar uno de los libros que he leído hace poquito, Sefarad, de Muñoz Molina, un libro construído como una relación entre varias vidas y la relación de estas vidas con la literatura. En esta novela se habla de muchos libros, pero una de las principales relaciones que yo he establecido ha sido con uno que no se menciona: Vida y destino, de Vasili Grossman. Y es que las similitudes a nivel formal son un tanto obvias, aunque no sé si Muñoz Molina conocía la novela de Grossman antes de escribir la suya o ha sido algo casual. Las dos novelas están formadas como varios hilos entrelazados, cada uno de ellos siguiendo una persona distinta, aunque en el fondo, cada una de esas personas no dejan de ser avatares del autor. Sefarad sigue la vida de Muñoz Molina, en ocasiones, él es el que escribe, otras veces, se reimagina a sí mismo como otra persona que pudo haber sido, como también hace Grossman, desperdigando sus experiencias en la II Guerra Mundial a través de distintas personas, buscando dividirse en la inmensidad de la población de la Unión Soviética. Grossman es el periodista en el frente, pero también el soldado en Stalingrado, el aviador en la retaguardia, la madre judía que muere sin poder despedirse de su hijo. Todos son él y él es todos, lo que quizá sea una visión un tanto propagandista: todo el pueblo soviético, unido, luchando contra la invasión nazi.

Evidentemente, Muñoz Molina no habla del sovietismo en su novela, si no del exilio, voluntario o forzado. Quizá Sefarad fuera una catarsis, una manera de reconciliarse con sus orígenes, con esos fantasmas que vamos acumulando los que vivimos lejos de casa. Quizá esta novela esté escrita para nosotros, y sólo así sea posible entenderla
Nos hemos hecho la vida lejos de nuestra pequeña ciudad, pero no nos acostumbramos a estar ausentes de ella, y nos gusta cultivar su nostalgia cuando llevamos ya algún tiempo sin volver, y exagerar a veces nuestro acento, cuando
hablamos entre nosotros, y el uso de las palabras y expresiones vernáculas que hemos ido atesorando con los años
Una novela sobre el exilio, que entronca con la diáspora, la expulsión de los judíos de España, como su propio nombre indica, y en paralelo con la vida de Muñoz Molina recorremos parte de la Europa en guerra, o la Europa que se prepara para la guerra. No es exactamente literatura de lager, al menos no tanto como Vida y destino en ocasiones sí lo es, novela de lager, novela de gulag y novela de einsatzgruppen. Que tres palabras ha legado el siglo XX a la historia. Las dos novelas hablan del judaismo, aunque desde una perspectiva distinta, quizá Muñoz Molina identificándose con esa idea del exilio, la diáspora, mientras que Grossman vive mucho más de cerca el terror de los campos y la persecución, al ser él mismo judío. Y aquí Muñoz Molina crea otra de esas conexiones, de las que hablaba al principio, esta vez con la obra de Kafka.

Kafka no llegó a vivir la persecución nazi (murió en 1924), pero desde su puesto de trabajo alienante y su vida como escritor invisible supo anticipar buena parte del horror y la angustia de las persecuciones. El proceso o El castillo transmiten la desesperación de una persona ante la burocracia, la pequeñez de cada uno de nosotros ante un sistema que no comprendemos y que juega con nosotros, algo que bien podría haber conocido (con la construcción de los estados burocráticos a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, y en este aspecto, podemos considerarlas obras revolucionarias, ya que Kafka supo ver el horror que se esconde en algo tan cotidiano, que nos afecta a todos, pero parece invisible, pero con La metamorfosis consiguió incluso ir más allá. La metamorfosis (1915) no sólo es una obra revolucionaria, si no que también funciona como novela de anticipación: Gregorio Samsa es un hombre normal, que un día, sin saber por qué, amanece convertido en insecto. Años después, millones de personas, gente de todo tipo, escritores, fontaneros, pintores, falsificadores, mecánicos, amanecieron un buen día convertidos en judíos. De un día para otro perdieron toda identidad, toda vida anterior, amigos, trabajo... Europa se llenó de millones de Gregorios Samsa. El siglo XX es el siglo de Gregorio Samsa, el siglo en el que cualquier persona podía levantarse cualquier día y descubrir que su vida se había acabado, que había dejado de ser una persona y se había convertido en judío, en comunista, en enemigo del pueblo.

2 comentarios:

Clau dijo...

No leí los libros desmenuzados de Muñoz Molina y Grossman -aunque ahora me pica la curiosidad, claro-, pero disfruté un montón esta entrada, especialmente ese último párrafo en que contextualizas y dimensionas históricamente la obra faraónica de Kafka.

padawan dijo...

Clau, el mérito no es mío, el germen de la idea ya está en la novela que comento de Muñoz Molina. Pero en el fondo el mérito de es Kafka.

Hoy se valora enormemente el cine de Lynch (et al) por su narrativa fragmentaria, como piezas de un puzzle con el que crear tus propias interpretaciones pero ya ves que eso estaba en Kafka: no hay contexto, no hay una trama como tal, ningún objetivo, es una narración en presente continuo que puedes interpretar como mejor entiendas.