viernes, 5 de junio de 2009

La última carta

Cada vez que viajo me da la sensación de que es un medio de transporte... soviético. He hecho varios viajes en tren leyendo Vida y destino, y la línea que une Santander y Madrid, con ese aspecto tan dictatorial, con grandes estaciones prácticamente en desuso, pasar por Reinosa, con ese aspecto tan industrial, tan frío, tan... soviético. Así que ayer, ya que tenía que hacer ese viaje, volví a retomar a Grossman.

He hablado alguna vez de Vasili Grossman en este blog, aunque nunca he encontrado la ocasión de darle algo de protagonismo. Quizá por que Vida y destino es una obra demasiado grande como para poder abarcarla de manera apropiada. No me veo capaz de escribir algo sobre el libro que no esté dicho en él, en sus páginas está contenida la humanidad, desde los más poderosos a los más insignificantes, y todos los sentimientos de la humanidad, sean los más bajos instintos o los deseos más elevados. Wiseman con su película La derniere lettre tampoco busca abarcar toda la obra, si no que se centra en un único capítulo, en concreto, el número 17. Y es que la organización de Vida y destino, formada por decenas, quizá cientos de pequeñas historias, las historias de personas, de individuos, que se vieron arrastrados por la marea de los totalitarismos, donde la unidad de medida no es el hombre, si no los millones, permite tomar al azar cada una de estas historias e interpretarla como una entidad propia. Grossman permite que estas personas que se vieron anuladas en la guerra tengan voz propia, y puedan contar su historia, lejos de los diagramas de frentes cambiantes y movimientos de batallones. No son historias de ejércitos ni héroes, si no simplemente, personas.

Pero este capítulo no está escogido al azar. Este capítulo es, sin lugar a dudas, el más duro de toda la novela. Anna Semionova, una anciana judía, le escribe una carta a su hijo, Vitya, mientras espera su fatal destino. En La última carta se tocan temas de los que es muy difícil hablar. ¿Cómo se puede hablar de uno de los hechos más horribles de nuestra historia?¿Cuál es el enfoque apropiado ante la muerte y el sufrimiento de tantísima gente?

La primera visión cinematográfica sobre los campos de exterminio fue Noche y niebla. Y con estos materiales es como Wiseman trata de aproximarse a la historia de esta última carta. Un blanco y negro dramático, un espacio vacío, y una anciana leyendo en voz alta la última carta que escribirá a su hijo antes de morir. Esta anciana nos habla de su sufrimiento, lo vemos en la expresión de sus ojos, en cómo retuerce las manos, pero también nos habla del sufrimiento de millones de otras personas. En ocasiones, las sombras se multiplican, como los espectros que acompañan a esta mujer hacia su destino, otras veces, el horror no puede ser expresado con palabras, sólo como una sombra que se desvanece.

Como ya he mencionado en el segundo párrafo, Grossman no habla de grandes gestas, si no de personas. En un siglo marcado por la aparición de los totalitarismos y las grandes ideas, sea la raza, la patria, la utopía, la idea más pequeña fue destruída, la idea del individuo como unidad de medida, y no como partícula de un ente abstracto. Y ante el holocausto, Grossman da voz a una única mujer. ¿Cómo puede expresar una única anciana el horror de tanta, tantísima gente? Sin embargo, la historia de una persona puede resultar mucho más escalofriante. Se atribuye a Stalin la frase que dice que la muerte de un hombre es una desgracia, pero que la muerte de un millón es sólo estadística. Quizá por eso sea mucho más descorazonador el relato de esta anciana, no sólo por su terrible destino, si no también por la complicidad de todos los que no hicieron nada para evitarlo. Por aquellos que se alegran de la llegada de los alemanes, por la mujer que la echa de su propia casa aprovechando que los nazis la han convertido en menos que un ser humano, o por los que se pelean por quedarse sus sillas mientras ella deja su casa camino del ghetto, o por el judío que colabora con los nazis, extorsionando a sus semejantes, con la vana esperanza de salvar su vida. En la historia de Anna Semionova vemos lo más oscuro y lo más cruel, pero también hay lugar para pequeñas alegrías y para la esperanza.

Es difícil resumir este simple capítulo, pues en él está contenido el ser humano. En él se cuenta toda una vida, y a la vez, cientos de otras vidas. Es el testimonio de toda una vida, todo el amor que una madre quiere enviar a su hijo, por que la muerte la acecha y nunca volverá a verlo. Es imposible hacerle justicia con estas palabras. Pero ahí están el libro, y esta película como la manera más cruda de traducir la carta de Anna Semionova en imágenes, la manera más fiel. Sin artificios, sin dramatismos. Las palabras de una madre, y nada más.

1 comentario:

clau dijo...

Declaro mi absoluto desconocimiento sobre la obra de Vasili Grossman. De todos modos, con esas referencias, y tratándose de un ruso inmerso en esa época, pinta la mar de interesante.

Éste tipo de recomendaciones son las que más me entusiasman de tu blog, Pads. ;)