sábado, 24 de octubre de 2009

Santander, crónica negra

A veces, cuando vuelvo al norte, a Torrelavega, me doy cuenta de cuánto ha cambiado la ciudad. No sólo en estos años en los que he vivido lejos, si no lo distinta que es la ciudad de las imágenes que tengo grabadas de ella, imágenes de cuando era muy pequeño y veía por primera vez sus calles. En mi mente, muchas zonas de Torrelavega siguen estando tal y como eran a finales de los ochenta, calles de una ciudad industrial, sucia, aún metida en aquellos años que llenaron las calles de yonkis, y en una reconversión industrial que mandó a mucha gente al paro. Recuerdo las huelgas y las manifestaciones cuando las fábricas declararon suspensión de pagos y una sucursal de Banesto acabó casi quemada, en plena plaza mayor. Recuerdo los locales comerciales vacíos, con carteles de "se alquila" y los cristales rotos, las aceras llenas de huecos y charcos, la suciedad en las calles.

Desde entonces, la ciudad ha cambiado bastante. Superada la crisis industrial de principios de los noventa, parecía que volvía la prosperidad, desaparecían los perennes carteles de "se alquila" y aparecían nuevos negocios. Los obreros iban arreglando poco a poco las aceras y las plazas de la ciudad y los barrenderos se esmeraban en mantener impecables las calles. Torrelavega parecía una ciudad distinta.

Sin embargo, de vez en cuando, como si la vida fuera una novela de John Connolly, vuelve a aparecer ese pasado sórdido, esa particular crónica negra. Cantabria nunca ha formado parte de esas partes de España asociadas a la crónica negra, no ha habido asesinatos crueles en cortijos, tampoco tenemos ningún Puerto Hurraco. Cantabria nunca ha sido parte de nada importante. Lo único que nos proporciona esta comunidad autónoma es una especie de melancolía, producto de vivir en una suerte de no-lugar. Pero sí que tenemos un pequeño historial de criminales, como el famoso Mataviejas de Santander (en la wiki sólo está en inglés). Y, este fin de semana, Tomasín, uno de estos criminales que todo el mundo creía olvidado ha vuelto a la primera plana de los periódicos, al ser asesinado en misteriosas circuntancias prácticamente en la puerta de la cárcel.

A veces, la vida real parece mezclarse con la ficción. Como en esta excelente crónica negra acerca de la muerte de Tomasín en El País. El reportero mezcla sabiamente la crónica de un suceso real con los tópicos de la novela negra. A destacar esta frase: Es un local en el que coexisten, según un cliente habitual, "jóvenes fumadores de porros que sólo quieren liarse un canuto mientras ven el partido con personajes oscuros que no sabes la historia que llevan detrás". Sigue habiendo poesía en los periódicos.

1 comentario:

thermidor dijo...

Tomasín es un nombre realmente terrorífico.

En cuanto a Torrelavega, en mi caso solo tengo dos imágenes, recientes, y ambas espaciadas en como máximo un año. Ha de ser un lugar de contrastes para que me causara impresiones tan enfrentadas de una vez a la otra. ¡Me quedo con la segunda!