jueves, 23 de octubre de 2008

Mishima

Hace tiempo que leí un libro de Javier Marías, Vidas escritas, con una serie de biografías noveladas. No voy a entrar a valorar la obra de este hombre (sé que entre mis lectores hay algún detractor) ya que es el único libro suyo que he leído. Sin embargo, tendré que valorar positivamente esta lectura, ya que me animó a leer unos cuantos libros que sí me gustaron bastante. Por ejemplo, El Gatopardo, del que ya he hablado por aquí. Y el último ha sido uno del que sin duda protagoniza el relato más grotesco, más bizarro de todo el libro: Yukio Mishima.

La historia de este hombre es bastante rocambolesca. De joven debió ser el típico empolloncete enclenque, ensombrecido, además, por una abuela aún anclada en el pasado, que fue sin duda una de las causantes del posterior trastorno de su nieto, y quien le inculcó la fascinación por el Japón de la época de los samurai. Sin embargo, al llegar a la treintena se convirtió en un fanático del culturismo, lo que hoy llamaríamos un vigoréxico, escribiendo en contra de los intelectuales que, en su opinión, se centran demasiado en la mente, y poco en el cuerpo. Y, para culminar, a pesar de haberse escaqueado de tener que combatir en la Segunda Guerra Mundial, a finales de los años 60 se alistó en el remedo de ejército del Japón derrotado. A partir de aquí entra en una espiral de alienación patriótica: forma una especie de guardia pretoriana, la Tatenokai, para tratar de devolver a Japón a sus días de gloria.

Yukio MishimaAsí que, un día, harto de la decadencia de Japón, y de un emperador que ha renegado de la tradición, decide dar algún tipo de golpe de estado, y, ni corto ni perezoso, con otros cuatro miembros de Tatenokai tratan de ocupar el cuartel general de las fuerzas armadas japonesas. Allí, Mishima trata de pronunciar un discurso, animando a los soldados allí presentes a dar un golpe de estado y derrocar a los gobernantes que los han llevado a la derrota. Sin embargo, su espectáculo sólo es acogido con sorna, por lo que decide pasar al plan B: el seppuku, o suicidio ritual, junto con su amante, Morita. Bueno, la jugada no les salió del todo bien, y un tercer asistente tuvo que poner fin a la carnicería que habían organizado.

Sin embargo, cuando cogí de la biblioteca "El rumor del oleaje" (Shiosai ), no tenía demasiado presente la historia de este personaje. Y es que no tiene nada que ver con el extraño patrioterismo del autor, si no que esta historia está mucho más influenciada por una visión muy bucólica de la naturaleza, un relato de amor entre dos adolescentes en una remota isla aislada del mundo moderno, anclada en un lugar fuera del tiempo. Quizá lo único que provoque incomodidad en la lectura es la aparente perfección de todo, y, sobre todo, el terrible conformismo que desprende la historia: a pesar de los obstáculos que les imponen a Shinji y Hatsue, ellos confían ciegamente en que las inamovibles ruedas del destino llevarán su historia al final deseado, y no parece existir en ellos ninguna voluntad, ninguna pasión, más allá de la idealización de un amor completamente inocente, puro.
Y por esto la lectura deja un pequeño regusto agridulce, por que la excesiva perfección eclipsa la extraordinaria belleza con la que Mishima retrata la vida en la isla, la pequeña comunidad, y el descubrimiento del amor entre Shinji y Hatsue.

domingo, 12 de octubre de 2008

Un habitual

Creo que tengo un extraño sentido de la oportunidad. Aunque también creo que lo desaprovecho bastante, no sé por qué. Me explico: hace poco, hice una de mis rondas habituales de librerías de segunda mano, y rebuscando entre las estanterías, ví algo que me interesó, una espinita clavada desde hace tiempo: un libro de Juan Manuel de Prada. Y no sé por qué acabé comprándolo (bueno, el que fueran sólo 3 euros sí que era una poderosa razón) sabiendo lo que me iba a encontrar.
Una cosa es ojear de vez en cuando su columna semanal, buscando esa extraña satisfacción de leerlo y sentir un puntito de indignación ante su forma tan rebuscada de decir cualquier cosa, a inflar de vocabulario extraño cada frase, en fin, su forma tan burda de tratar de trascender a través de la pedantería más vacua y absurda.

En definitiva, me compré el libro, y, aprovechando una visita a casa, me leí el artículo de esa semana del susodicho de Prada, en el que, nada más y nada menos, cargaba contra ¡la evolución! Bien es cierto que el hombre es el típico meapilas católico, y de vez en cuando usa su tribuna para lanzar alguna que otra proclama integrista (lo cual hace que sea aún más encantadoramente odioso leerlo) pero es que lo de defender el mito creacionista ya clama al cielo, nunca mejor dicho. No sé si lo habeis leído, pero aquí lo teneis. No tiene desperdicio. Y, como decía al principio, aquí entra mi sentido de la oportunidad: un día me animo a leerme algo de este hombre, y quizá comentarlo por aquí, ya que llevaba una temporada sin aparecer, y a los dos días, se convierte en el fenómeno momentáneo de Internet. De repente, aparecen en decenas de blogs unos cuantos artículos, en los que, evidentemente, nadie es demasiado amable con él... pobrecito... Un par de ellos bastante interesantes son este en Fogonazos, y este otro en Paleofreak. Y es que no se trata sólo de que este hombrecillo haya dicho alguna barbaridad, si no que ha dicho una barbaridad interesada, política. Y así funcionan los ideólogos del más rancio conservadurismo: tratando de equiparar su mitología creacionista con ciencia ya consolidada, pretender que el absurdo juegue en igualdad de condiciones que lo racional, y, si no lo consiguen, torpedear y poner palos en las ruedas de todo lo que caiga fuera de sus ideas. Son gente que juega con ventaja, reclamando todos los derechos y libertades que ellos quieren negar a quien no comulgue con sus estrecheces de miras. Por eso es necesaria esta reacción, la de la racionalidad contra el absurdo. No basta con ignorar estas cosas, hay que contestarlas, luchar con las herramientas de la razón contra los ataques de la ignorancia, contra aquella gente que pretende imponer su verdad revelada, pues la gente que sigue a ciegas estas revelaciones es más sumisa que aquellos que buscan la causa o la razón que hay detrás de las cosas. Por que las cosas no existen simplemente por que un señor de barba blanca así lo quiere, y el verdadero misterio de la vida está en averiguar lo que no conocemos.

La tempestad, de GiorgioneMientras todo esto iba creciendo, y posteriormente sumergiéndose en el mar del olvido internetil, yo seguía con la novela de este señor, viendo cómo una trama que, en buenas manos, podía dar lugar a una historia correcta, o incluso interesante, y que podía dar pie a alguna reflexión se queda en nada. Bueno, embargado por la emoción de escribir sobre Juanma se me había olvidado incluso decir qué libro cogí. Se trataba de "La tempestad", y su trama gira en torno a esta pintura de Giorgione, y el asesinato de un falsificador de cuadros. Cualquier gira que pudiera dar la trama, cualquier diálogo ingenioso, se ve embarrado por palabrería, y más palabrería aún, por un barroquismo absurdo, y por la repetición hasta la náusea de una serie de frases que el escritor debe pensar que son ingeniosas. Y, sobre todo, su constante y patética sexualidad de colegio de curas. Juanma siempre presume de católico, y defiende posturas bastante integristas, pero parece que es bastante guarrete... (como diría John Waters: Agradezco a Dios haber sido criado como católico porque así el sexo siempre será sucio). Un obseso bastante reprimido, que a la menor ocasión intenta meter alguna escena en la que explayarse, y así poder mortificarse un poquito. En fin, un poco enfermizo... En fin, todo eso que hace que la leve indignación que provoca su lectura en pequeñas dosis sea una especie de placer contraproducente, en una novela es directamente insoportable.


Actualización: Navegando por ahí he descubierto que el asunto de de Prada y el creacionismo sigue coleando. Al parecer, el hombrecillo, ha escrito un par de artículos bastante furibundos contra aquellos que cree que atentan contra su modo de vida: los científicos. Y es que el señor de Prada considera mucho más fiable lo que escribiese hace miles de años el sacerdote de alguna tribu que lo que cientos de científicos investigan, prueban y comprueban durante años. Así, en su mente, la ciencia es algo de lo que no te puedes fiar, ya que en ocasiones los científicos se han equivocado, o con los años se han descubierto pruebas que cambian las teorías aceptadas. Frente a esto, es mucho más fiable un libro que jamás se ha equivocado: la Biblia, y que, por supuesto, nunca han aparecido hechos que hayan demostrado que la Biblia tenga una sola línea equivocada. En este artículo se explaya.
Y en este otro, vuelve a la carga. Así, la gente que según él "cree" en la ciencia, son poco menos que idiotas:
A la postre, descubrimos que los crédulos son quienes creen en un Ser Supremo; los incrédulos, en cambio, creen indiscriminadamente en todo bicho viviente (o inanimado)

En cambio, al insigne de Prada se le olvida una cosa. En la ciencia no se cree, la ciencia no se basa en una verdad revelada que hay que creer a ciegas, si no que se basa en los hechos, en la comprobación de teorías. Este hombre pretende convertirse en algún tipo de paladín de la mitología creacionista, como dije antes, poniendo palos en las ruedas de la ciencia, desde la tribuna que los medios le ofrecen. Y, frente a esta sarta de falacias, hay que responder. Hay que poner las mentiras de este hombre en su sitio, señalar sus argumentos falaces. No hay que dejar que los vendedores de verdad revelada se hagan con un espacio que no les corresponde.
Y, de postre, tres nuevas respuestas a la basura que este hombre emite desde su púlpito. La de Magonia, y esta de aquí, y esta otra desde Por la boca muere el pez.

miércoles, 8 de octubre de 2008

The Longest Yard

Hoy toca variar un poco de tema... Las dos últimas entradas han estado muy enfocadas hacia el metablogging, y creo que tengo que darle un descanso al blog, aunque aún queda mucho que rascar sobre esos temas. Tengo unos cuantos enlaces pendientes de lectura y unas cuantas reflexiones que madurar.

Y también quiero cambiar un poco los temas, por que este blog cada vez me parece más serio, y no era la seriedad su propósito inicial. Así que quiero intentar recuperar poco a poco el espíritu que (creo) tenía este blog en sus comienzos. Y, para empezar esta vuelta al origen, toca hablar de otro de los blockbuster habituales de la Continental Auto (ahora en manos de la pérfida Alsa...): el remake de The Longest Yard, que creo que en español lo han llamado El clan de los rompehuesos. En fin, una de esas joyas de la traducción a las que nunca nos acostumbraremos.

Ya es la segunda vez que la veo en el autobús, y, aunque en la primera vez no le hice mucho caso, le he dado otra oportunidad en mi último viaje, y ha resultado una grata sorpresa... no es ninguna joya del séptimo arte, pero bueno, hace que un largo viaje en autobús resulte mucho más ameno, y tiene unas cuantas escenas divertidas ¿qué más se le puede pedir a una peli del bus?

Adam Sandler y Burt ReynoldsEl argumento es muy sencillo: Paul Crewe (Adam Sandler) es un jugador de fútbol americano, que tras amañar un partido y unos encontronazos con la ley, acaba en la cárcel. Una vez allí, el alcaide le ofrece un trato: entrenar un equipo de presidiarios para que se enfrenten en un partido al equipo de los guardias, para que estos puedan vapulearlos y subir su moral al comienzo de la temporada. A partir de aquí tenemos la típica historia carcelaria, de criminales de buen corazón enfrentándose a unos guardias realmente malvados, muy aficionados a los esteroides y las palizas indiscriminadas. En el fondo la peli no es más que una historia de superación personal, de esas que tanto gustan en los Estados Unidos, donde unos oprimidos han de luchar desde una clara desventaja, sin más recompensa que el honor y el orgullo. Pero, una vez te olvidas de este trasfondillo queda una historia divertida, y unos cuantos personajes bastante bizarros, de los que Adam Sandler y el pesado de Chris Rock son los menos interesantes. Pero aún así mola ver a Burt Reynolds (que al principio confundí con Billy Bob Thornton), al agente Mahone haciendo de capitán del equipo de los guardias, y al resto del elenco pasándolas putas en los entrenamientos, y en el épico y tópico partido contra los guardias.

En resumen: la peli es divertida, aunque no es de esas que me hubiera puesto a ver por mí mismo... Aunque me ha picado la curiosidad por ver la primera versión.

jueves, 2 de octubre de 2008

Metaentradas (II)

Bueno, ya lo comentaba en la entrada anterior: tenía ciertas ideas que quería desarrollar, pero al final acabé divagando y hablando de cosas que, aunque estaban muy relacionadas con ese tema, no estaban en mi planteamiento inicial de la entrada. También los comentarios han ido divergiendo rápidamente, sin embargo, me ha encantado ver lo que puede dar de sí este blog. Y esto de los comentarios sí que tiene que ver con lo que había estado pensando inicialmente: la diferencia entre los blogs y los medios de comunicación tradicionales. Hay muchas diferencias, pero, a mi entender, dos son fundamentales: la primera, es la libertad de publicación que tiene un blogger, la segunda, la conversación.
La dos son en cierto modo la cara y la cruz de la blogosfera. La libertad a la hora de generar contenidos hace que necesitemos un baremo a la hora de navegar, para poder distinguir el grano de la paja. Sin embargo, casi todo el mundo tiene una serie de sitios de referencia, y el boca a boca funciona muy bien a la hora de colocar a la gente en su sitio en cuanto al interés de sus contenidos. Sin embargo, me parece más relevante la segunda. Por que, ¿de qué sirve un blog sin comentarios? También aquí hemos de suponer que hablamos de comentarios de calidad, no de trolls. Afortunadamente, vosotros, lectores y comentaristas de este humilde rincón de internet estais haciendo una labor excelente. Resulta más enriquecedor leer los comentarios que las entradas :)

Aquí está la diferencia entre un blog y un medio. Por que, por mucho que se esfuercen los periódicos (y otros medios) por darle la posibilidad al usuario de hacer una realimentación, no deja de ser un botón que no conduce a ninguna parte. ¿Acaso algún redactor de El País lee los comentarios de sus noticias, participa en ellos o los utiliza de guía a la hora de ver qué interesa a sus lectores?

Últimamente estoy leyendo bastantes cosas sobre este tema, y otros estrechamente relacionados, que voy encontrando por ahí. De momento, tengo muchas ideas (no sé si alguna será válida) y demasiado dispersas, así que me voy a limitar a enlazaros a un artículo en el que se habla sobre estas diferencias. Es obra de Enrique Dans, que de vez en cuando publica artículos muy interesantes sobre esto que yo, informalmente, llamo metablogging, reflexionando acerca de este otro artículo. Espero que disfruteis de la lectura, y, al menos, os induzca a hacer alguna reflexión, ya que creo que es un tema bastante interesante (si no, no hablaría sobre esto... ) y, sobre todo, necesario de cara a un futuro cada vez más informatizado, y un futuro que cada vez estará más en la red, y menos en el papel.