En realidad, no sé por qué aún no he comentado nada sobre este libro. O quizá sí que lo sé, y es por que no me veo capaz. Normalmente, cuando leo algún libro, o veo una película que me apetece reseñar, voy tomando alguna que otra "nota mental", para luego, durante un día o dos, darle un par de vueltas, y tratar de volcarlo aquí. Sin embargo, este libro es de tal magnitud que me veo desbordado, por la cantidad de ideas, de situaciones que se tratan. A través de la inmensidad de la Unión Soviética, a través de la batalla de Stalingrado, se habla de lo humano y de lo divino, de lo grande que puede ser el alma humana, o lo pequeña que puede ser enfrentándose al Estado omnipotente. Cada capítulo te deja con una sensación extraña, siguiendo la madeja de la historia a través de miles de kilómetros, desde los campos de exterminio en Europa central, hasta Stalingrado, en una casa asediada por los alemanes, o en el Estado Mayor, la vida en la retaguardia o en el gulag. La extrañeza de asomarse a la vida cotidiana de gente que se ha enfrentado al terror, de manera más o menos directa. Y quizá las referencias más veladas sean las más demoledoras. Y, sobre todo, la extrañeza de asomarse a la mente de esas personas, de ver como pueden conservar su humanidad frente al poder destructivo de los estados policiales, represivos y exterminadores. Ver la esperanza en el ghetto, o la adoración a Stalin en el gulag.

Bueno, no quiero extenderme mucho más hablando sobre este libro. Quizá algún día amplíe un poco más este texto, pero me temo que necesitaré tiempo para digerirlo,y conseguir rescatar alguna de las ideas que se tratan en él.
Así que, mientras sigo con "Vida y destino", he cogido algo de lectura ligera, pero, no sé si a propósito, o sin darme cuenta, no me he alejado demasiado ni temporal ni geográficamente: la segunda guerra mundial, y el frente oriental, en "Los Panzers de la muerte", el segundo volumen de las aventuras (más bien desventuras) de Sven Hassel en su batallón disciplinario. De su primer libro, "La legión de los condenados" ya hablé en su momento, y de este, no he leído aún demasiado, alrededor de cincuenta páginas, pero sin embargo, resulta chocante pasar de un libro a otro, y, sobre todo, de una manera de narrar la guerra a otra. Con Sven Hassel los combates se viven, las bombas estallan a tu alrededor, todo es caos, destrucción, el puro horror de la guerra, mientras que Grossman narra la guerra desde una posición más distante, nunca desde la primera línea de batalla, y, sin embargo, resulta mucho más horripilante la guerra de Grossman. La de Sven Hassel resulta mucho más "amable", dentro de lo que cabe, con su narración costumbrista. Es una extraña paradoja.