martes, 4 de marzo de 2008

Un día en el museo

Es difícil (al menos para mí) escribir un artículo temático. Necesito que algo me impacte como para llenar durante unos días (o por lo menos unas horas) mi mente, hacerme pensar durante mucho rato sobre ello, sentir la necesidad de hacer una reflexión y ponerla por escrito. Esto, en el mundo actual es casi un imposible: el bombardero de información al que nos vemos sometidos hace que todo circule a demasiada velocidad ante nuestros ojos, y, al final, esos pequeños destellos de reflexión acaban perdiéndose, ya sabeis, como lágrimas en la lluvia...
Muchas veces me he planteado llevar un pequeño cuaderno donde ir apuntando las mil y una cosas que se me pueden ocurrir a lo largo del día, sin embargo, no tengo la constancia suficiente, y también, en el fondo, sé que iba a acabar lleno de demasiadas tonterías como para que mereciera la pena tratar de rescatar algo interesante. Además, el tiempo vuela, y se nos escapa entre los dedos, y volver sobre estos pensamientos sería desperdiciarlo: los verdaderamente valiosos permanecen.

Uno de ellos me ha rondado durante este fin de semana que he pasado en París, y es que me encanta visitar un museo. Sea un viejo conocido o uno completamente nuevo, sea para ver obras famosas o para descubrir alguna nueva. Ojalá hubiera tenido más tiempo para vagar por el Louvre o el Orsay... Poder pasear por sus galerías disfrutando de los cuadros y haciendo pequeños ejercicios mentales: tratar de descubrir a qué escuela pertenece un cuadro desconocido, su época, descifrar su simbología... cosas que quizá para los más académicos sean triviales, pero que para un lego suponen un pequeño reto. Además es genial descubrir que cada vez voy acertando más :)

Mi segunda divagación era sobre una librería de viejo que hay en mi barrio, que me pilla de camino para ir a la facultad, y que algún día va a suponer mi ruina, no sólo por el gasto de comprar libros, si no por el espacio necesario para almacenarlos, y el tiempo pasado entre las estanterías, rebuscando, a la caza de algún libro interesante...

Esta mañana han caído dos... tendré que cambiar de ruta

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a esa librería no me llevaste¬¬

¡Imaginate que ahí estaba el de Heinlein!

Yo cuando estuve en París no pude visitar ningún museo. También estuve dos días, me apetece volver.

Anónimo dijo...

Yo no he estado en París, pero me encantaría... Por otro lado son estos últimos años los que más museos y exposiciones estoy visitando, sobretodo por la influencia de Nuria, pero le voy cogiendo el gustillo, eso sí, sin pretensiones ninguna de entender más de lo que pueda aparecer en los folletos xD

Anónimo dijo...

Pasar una tarde entera recorriendo un museo siempre es una experiencia la mar de grata. Pero lo importante, creo yo, es tener tiempo; a las apuradas no se puede. Y lo mismo digo con respecto a las librerías de viejo: para encontrar las mejores adquisiciones y que revolver y revolver y revolver.

Turroncito dijo...

Bueno no te preocupes ya volveremos a París con más tiempo y podremos visitar unos cuantos museo más, porque nos dejamos muchos sin ver, y también espero poder disfrutar con más calma el Musée D´Orsay y el Louvre.

Y ahora que me he quedado de hija única, quizá pueda negociar contigo el alquilarte parte de la estantería que ha dejado mi hermana libre:P

Knut dijo...

Nunca he tenido buena relación con los museos. No niego su interés ni que algunos como los que menciones deban ser una parada obligatoria y tal. Pero con todo dado que el arte lo he vivido siempre con intimidad me siento raro siguiendo trayectorias, horarios, colas. Y dado que he asumido que no necesito los originales para disfrutar trato de esquivarlos como alma que lleva el diablo.

Eso sí, muchas veces me he emocionado en museos y la experiencia de tener a Munch enfrente, El Grito, por ejemplo, sería algo inolvidable. Sin mencionar eso de los prejuicios que te quita de golpe, yo detestaba a Miró hasta que lo vi, jejeje

Las librerias de viejo son otra cosa, un trozo gordo de mi ser está trascendentalmente escindido y guardado a su vez a pedacitos en todas las librerias de segunda mano del mundo. Benditas sean.

En un universo en dodne la mierda rebosa por todas partes eso de tener la posibilidad de captar lo que otros no quieren es maravillosa. A mi además me emociona comprar libros que esten marcados, subrayados o dedicados, jejeje.

Uno no debe esquivar jamás una librería de esas, siempre cabe la posibilidad de descubrir el modo en el que todas están conectadas. Siempre he pensado que cada local de estos tiene una perspectiva del aleph que las acoje a todas.

eter dijo...

A mi los museos nunca me han emocionado demasiado, aunque cuando vi "El jardin de las delicias" me tocó algo. Fue un momento extraño en el que comprendí de verdad lo que era el arte.

En cuanto a cambiar la ruta por la libreria.... casi que no te lo recomiendo. Yo, en mi caso, vivo en un pueblecito y nunca paso por ninguna libreria de camino, pero "la cabra tira para el monte" y al final acabo yendo a las librerias o a la biblioteca y, una vez que vas después de 20 minutos de camino -y de tener que buscar aparcamiento incluso- al final acabas comprando algo aunque sólo sea para no echar el viaje en vano.