martes, 22 de junio de 2010

Cartas de España

En la anterior entrada hablaba sobre las citas, y, como siempre, lo más interesante del artículo estaba en los comentarios, con la discusión acerca de lo adecuado (o no) de las citas. Mi idea es que como forma de transmitir una idea son bastante incompletas, suelen necesitar un contexto para explicarlas, ya que tienen poca capacidad para expresar sutilezas. Mi problema es que (creo que también lo decía en la otra entrada) suelo contradecirme a mí mismo. No me gustan las citas, pero cuando leo, me gusta subrayar pasajes o marcar ciertas ideas importantes. En ocasiones estoy leyendo y me dan ganas de venir aquí y compartir con vosotros alguna frase, o un párrafo, aunque, bueno, normalmente me vence la pereza y tengo esto bastante abandonado.

Por eso, al final, divido los libros que leo en tres grandes categorías: aquellos de los que hablo, bien por aquí o por el otro blog, otros de los que no hablo por que no me han dicho mucho o no he sabido extraer nada de interés sobre lo que hablar y por último, libros de los que me cuesta escribir por que tienen mucho de lo que hablar, un montón de ideas interesantes para tratar, tantas que me siento abrumado y no sé por donde empezar. O lo que es más triste, empiezo a escribir sobre ellos y acabo dejándolo a la mitad. Me viene a la memoria mi serie de entradas sobre Lost, en las que quería tratar un montón de reflexiones e ideas locas que había tenido viendo la última temporada, y al final no pude desarrollarlas todas como quería, o un montón de entradas en las que hablo de siguientes entregas que nunca llegaron. Las últimas, esta sobre un cómic de Breccia y otro de Víctor Mora y dos entradas sobre Al principio fue... la línea de comandos, que me temo tendré que releer, por que dejé unas cuantas ideas muy interesantes en el tintero.

¿A qué viene todo esto? A un libro, las Cartas de España, de Jose María Blanco White, que llevo un tiempo leyendo, durante los viajes en el metro, que cae en esta última categoría y me daría pena dejarlo sin comentar aunque fuera de una forma muy vaga. Como decía más arriba, suelo contradecirme, y a medida que he ido leyendo he ido acumulando decenas y decenas de pasajes marcados. Y es que en el libro se puede encontrar tanto soflamas anticlericales que, lamentablemente, hoy en día siguen vigentes como retratos de la vida diaria que en ocasiones recuerdan a la España gótica de novelas como Manuscrito encontrado en Zaragoza, todo contado con una mezcla entre el pesimismo y la tristeza que nos caracteriza a los españoles que hablamos de España y su historia y la ironía y el humor negro (un tanto inglés) cuando habla de las supersticiones de los españoles de su época.

lunes, 14 de junio de 2010

Lecturas

No me gusta demasiado rellenar el blog mediante citas, siempre he preferido pasarme una temporada sin actualizar antes que colgar una entrada que sólo tenga tres líneas y apenas diga nada, pero hoy he encontrado algo que merece la pena, y me interesaba compartirlo con vosotros
Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas
Ricardo Piglia

De vez en cuando echo un vistazo a las entradas antiguas de este blog, y puedo ver todo lo que he ido aprendiendo, las cosas que he descubierto y, sobre todo, las cosas que aún no conozco, que son cada vez más. Releo entradas y siento una mezcla entre sonrojo por los errores en forma y en fondo cometidos, nostalgia y una sensación extraña de estar leyéndome a mí mismo, pero también leer a una persona distinta.

Por que cuando escribimos sobre nuestras lecturas, solemos escribir para los demás, para compartir nuestras ideas y tratar de crear un diálogo con otras personas, pero pocas veces pensamos que también estamos escribiendo para nuestros yo del futuro. Congelamos nuestra mente y nuestras opiniones tal y como son a día de hoy, y no sabemos cómo vamos a haber cambiado cuando lo leamos en el futuro.

jueves, 10 de junio de 2010

Los Solfamidas

El otro día reflexionaba aquí sobre la referencialidad en Los Simpson. Como decía en esa entrada, cada episodio de la serie está lleno de referencias a la cultura popular. En ocasiones, estas referencias son obvias, en otras son guiños para el entendido, y algunas son un desafío. El episodio "El cuarteto vocal de Homer" tiene un montón de guiños a The Beatles (no es el único episodio donde aparecen), la mayoría bastante obvios, con la carrera de Los Solfamidas como un reflejo de la carrera de The Beatles. Pero también hay algún detalle mucho más difícil.

Como decía en la anterior entrada, estos guiños más crípticos funcionan como una recompensa al espectador. Y hay algunos que son un verdadero regalo, como esta de aquí. ¿os habíais dado cuenta de ello al ver el episodio? La verdad es que yo no.

martes, 1 de junio de 2010

Una mitología americana

Estos días he estado viendo Hermanos de sangre, la serie sobre la Segunda Guerra Mundial que Spielberg y Tom Hanks produjeron tras Salvar al soldado Ryan. No voy a entrar a analizar la serie, por que ya hay infinidad de reseñas y críticas por ahí. Me voy a centrar en una escena en concreto.

Tras el final de la guerra, tanto Europa como Estados Unidos tardaron mucho tiempo en recuperarse, tanto del esfuerzo bélico como de los horrores descubiertos en los campos de exterminio. El cine europeo trató durante mucho tiempo de asimilar el horror, sin saber muy bien cómo afrontarlo, mientras que en Estados Unidos el cine se centró en vender las bondades de su intervención en Europa (algo indiscutible, por otra parte, esta entrada no va a cuestionar eso), digamos que a tratar el horror de la guerra como un sacrificio, doloroso, pero necesario.

Quizá la imagen más icónica de este sacrificio sea el desembarco de Normandía, el Día D. No hay más que pensar en lo influyente que fue la escena del desembarco que rodaron en Salvar al soldado Ryan, replicada en películas como Troya, de Wolfgang Petersen, en la escena del desembarco de la flota griega en las playas de Troya, o la batalla en la playa del Robin Hood de Ridley Scott. Esta es una parte muy clara de la mitología creada alrededor de esta guerra a través del cine. Pero hay más, y es que las películas, o en este caso una serie, son herramientas muy poderosas de transmisión de ideología, más eficaz cuanto más sutil sea esto. Y parte de la ideología de Hermanos de sangre se centra en el sufrimiento de los soldados, cómo experimentan el horror de la guerra y cómo pueden soportarlo sabiendo que es una guerra justa, contra un enemigo que apenas tiene rostro en la serie. Es cierto que en ocasiones se da un poco de humanidad a los alemanes, pero suele ser para que el soldado estadounidense se de cuenta de ello, son momentos puntuales, donde se humaniza al alemán para crear un efecto en el soldado estadounidense, para que el espectador se de cuenta de cómo el soldado estadounidense sufre por haber disparado a un semejante, pero no para que el espectador se de cuenta de que los otros cientos de alemanes que mueren durante la serie son también seres humanos.

Como decía antes, esta ideología debe ser sutil, sí, pero también debe transmitirse en momentos concretos: en un episodio mueren cien alemanes, pero sólo se muestra la cara de uno de ellos al espectador, sólo uno es humano, y el resto no importan. Ahora, mirad este video



¿Qué es lo que vemos? En 3:15, un soldado estadounidense tira una granada al interior de una casa, en 4:10, otra granada, en 4:20, disparan un cohete contra una casa, y en 4:35... muestran cómo el soldado no tira la granada... por que hay civiles en la casa. Pero ¿y en las otras casas que han volado?¿No había civiles? Mostrando al soldado que no llega a lanzar la granada muestran cómo los soldados estadounidenses no querían herir o matar civiles, se le subraya esto al espectador, pero éste nunca llega a pensar que en las otras casas han podido matar a varios civiles, antes de que éste pueda pararse a pensar, distraído por la rápida acción de la escena, fascinado por el despliegue de violencia y preocupado por algunos personajes, se le suministra el antídoto moral: antes de que pueda pensar en los civiles muertos en el combate, se le muestra una buena acción para con ellos, y así no tiene que volver a pensar en el tema.

Ahí está el poder de la ficción para transmitir una ideología.