lunes, 4 de octubre de 2010

Styx

Vivimos en una época dominada por la nostalgia y una constante recuperación del pasado. Cada vez es más aburrido ver cómo la gente abusa de tantos iconos de los años ochenta y, sobre todo, los elogios acríticos que se hacen de ellos (como dicen en Viruete "El Equipo A, ¡qué nostalgia!"). No soporto al tío gracioso con la melodía de La abeja maya en el móvil, las tiendas de merchandising cutre o los blogs llenos de entradas sobre aquellas series de ayer, hoy y siempre, completamente vacías de contenido, simples enumeraciones de "¡qué mítico!". La industria sabe exprimir a esta generación de peterpanes, que quiere alargar todo lo posible su infancia, y les alimenta a base de reediciones y, lo que es aún peor, remakes de los mismos productos una y otra vez. Se revive el pasado, pero nadie parece esforzarse por crear algo nuevo.

Nunca he sido demasiado amigo de este entusiasmo por la nostalgia, quizá por lo cutre que me parece esa mitificación de los productos de los ochenta y, gracias a Dio, he mantenido este blog a salvo de todo eso. Es cierto que he hablado más de una vez de algunas aficiones que conservo desde que era bastante pequeño, pero siempre son cosas que sigo valorando incluso hoy en día. Hay que saber distinguir entre los productos que tienen valor por sí mismos y los que sólo tienen valor por los recuerdos que nos traen. En definitiva, no creo que decir que algo sea mítico lo libre de la retrorrotura ni que ejercitar la nostalgia sea una manera de consolarse de las penas de hoy. Para mí la nostalgia es, casi siempre, spleen, la búsqueda de la magdalena de Proust.

Precisamente, estas magdalenas siempre me traen el mismo recuerdo: una tarde sombría, probablemente a finales del otoño. Acabo de llegar a casa, y recuerdo la cocina, iluminada con una luz amarillenta, cálida, que hacía que pareciese mucho más acogedora frente a un cielo cada vez más negro, amenazando tormenta, y mi madre preparándome la merienda, un Nesquick, en uno de los tazones grandes que siempre usaba mi abuelo y que yo siempre quería usar, aún hoy también, casi 15 años después. Y con este tazón de Nesquick esas magdalenas, recién compradas, doradas y esponjosas. Recuerdo tomármelo en la habitación que mi padre usaba de biblioteca, con su pared llena de libros hasta el techo, viendo en la tele la serie de dibujos animados de Conan.

Creo que este es mi primer recuerdo de Conan. Y hasta hoy, cuando tomo una magdalena, sigo recordando al cimmerio. Si me pongo a pensar puedo rememorar unos cuantos primeros recuerdos, como cuando descubrí a los Guns n' Roses: debía ser alrededor del año 90 ó 91, en los últimos estertores del bandolerismo heavy. Estaba en casa de unos familiares de mi padre y vi pasar a una pandilla de macarras del pueblo, uno de ellos llevaba una camiseta con la cruz del Appetite for Destruction. Hasta unos cuantos años después no escucharía ese disco, casualmente en esa misma casa. También conservo mi primer recuerdo sobre Queen, cuando uno de mis primos le pidió a mi madre un disco (creo que un recopilatorio) y ella le dió una charla para que tuviera cuidado con las drogas (¿?) para que no acabase como Freddie Mercury. Debía ser poco antes de que Freddie Mercury se muriera. No sé por qué lo recuerdo, si por aquel entonces no tenía ni idea de que estaban hablando, quizá me marcó esa sensación de amenaza desconocida.

Otros recuerdos son bastante más prosaicos, como mi descubrimiento de Styx: fue en un viaje en autobús de Madrid a Torrelavega en la vieja Continental Auto, antes de que fuera fagocitada por Alsa. No sé por qué, pero en los autobuses siempre ponen películas infames, nunca piensan en los pasajeros que tienen que pasarse más de cinco horas sentados y en lugar de poner una película que sirva para distraerse durante hora y media se dedican a pasar auténticos deshechos, haciendo memoria he visto (más o menos) Tienes un email, Bedtime Stories, con Adam Sandler, una peli de las gemelas Olsen, Eragon en un viaje de ida… ¡y la volví a ver en el de vuelta!, ¡¡Glitter!!! en la que sale Maria Carey con una gorra de Seguros Vitalicio, 50 primeras citas o How to Make an American Quilt, una película sobre un grupo de mujeres que hacían un edredón con retales... Al filo de la muerte, una de Steven Seagal en un Alcatraz technoir.

Creo que os hacéis una idea, ¿verdad? Pues descubrí a Styx viendo una de estas películas, The Perfect Man. Tiene un argumento bastante tonto, típico de comedia romántica: Hillary Duff está harta de que su madre esté continuamente cambiando de trabajo, de ciudad en ciudad y mudanza en mudanza, así que decide buscarle un novio para que siente la cabeza de una vez. Bueno, desfila la típica galería de noviables... y uno de ellos es un auténtico redneck, fan del AOR cuya mejor idea para una cita es llevar a la pobre mujer a un concierto ¡de un grupo tributo a Styx!. Según el candidato a novio, "el cantante no es tan bueno pero, si cierras los ojos, no notas la diferencia", guiño a Dennis DeYoung, antiguo líder de Styx, que hace de cantante de la banda tributo.



¿Y qué canción iba a tocar un grupo tributo a Styx en una película? Evidentemente, Mr. Roboto. Esta canción fue un amor a primera vista... desde esa intro, cuyo misterio sólo es superado por su ochentez, y, justo después, ¡empezar directamente por el estribillo! ¡¡Domo arigato Mr. Roboto!! En apenas unos segundos muestra toda sus cartas: robots japoneses, hard casio y vocoder, ¿cómo no amar esta canción? Y todo gracias a una infame película que pusieron en un autobús.

4 comentarios:

egan dijo...

Esta entrada debería haberse llamado el tazón de Padawan, je, je. Has sucumbido a los encantos de lo mismo que criticabas,XD, juasjuas, esa nostaalgia, la, la la...
Pero hay algo muy cierto y es que dar el coñazo con "lo mítico" está reñido, frecuentemente con la calidad, aunque devuelva el calorcillo de cierta época vivida.

Un servidor, por cierto, encuentra
la rememoración como algo a degustar en muy pequeñas dosis. Siempre se acaba dando cuenta uno de que esa calidad que decíamos es escasita, pero eso sí, intemporal. Y eso es necesario reconocerlo también.

Y no hay solución fácil, me temo. Degustar las buenas calidades pasadas nos hace perder un poquito las facultades para apreciar las nuevas, aunque no lo parezca. Y al contrario puede pasar lo mismo, que cosas.

padawan dijo...

Sí, Egan, tenía ganas de dar el coñazo con mi magdalena particular :D Pero, ojo, que en el segundo párrafo explico por qué lo mío es distinto (y mejor) que lo de los demás :D por que Conan me sigue gustando en sí mismo, y no por nostalgia (o los Guns, o Queen). La nostalgia no es por unos productos, si no por los momentos que asocio a esos productos. Es decir, no echo de menos la serie de Conan, si no esas tardes de cuando era pequeño.

Anónimo dijo...

arece una soberana estupidez tanto apego a los 80
Esos años tuvieron cosas buenas y además muchas porquerías

El peterpanismo es contraproducente e infantil, por no decir, odioso.

Es bueno recordar pero tampoco sirve apegarse tanto al pasado.

La actual industria del entrenimiento atraviesa una espantosoa crisis de ideas y creeque en todo lo anterior está las olución más... materialista: dinero y lo demás no importa.

Concuerdo: Fuí hace poco de viaje en un autobus y nos zamparon tres películas vomitivas. Me eché a dormir o a leer.

SaLudos

Salva dijo...

Me encanta Mr Roboto. Además me parece una letra bastante buena.