viernes, 13 de junio de 2008

Píldora I

Tengo unas cuantas ideas en mente. No sé si van a dar demasiado de sí a la hora de desarrollarlas por escrito, de ahí el nombre de píldoras. Espero ir desgranándolas poco a poco a lo largo del periodo de exámenes, que como todos sabemos es cuando más tiempo se dedica a procrastinar.

LampedusaEsta primera píldora va para Lampedusa, y su Gatopardo. Había leído algo sobre él en ese pequeño volúmen de biografías noveladas de literatos de Javier Marías, Vidas Escritas. Un hombre solitario, que dedicó toda su vida a leer, a ejercer de intelectual bohemio, y que dejó al mundo esta única obra póstuma.

Es fácil acusarle de elitismo. De hecho, es una acusación que no se puede negar. Fue uno de los últimos exponentes de una nobleza en franca decadencia, que se veía superado por el curso de la historia, dejándole sólo con su orgullo anclado en un pasado desvaneciente. Por que Lampedusa es el Gatopardo, o más bien, Lampedusa querría ser el Gatopardo, Fabrizio, el príncipe Salina. Por que Lampedusa sólo puede mirar a la historia y verla pasar, de ahí su vida recluída en los libros, como el viajero que ha perdido el tren, y desde el andén lo ve marchar. Pero Fabrizio es distinto. Es un hombre de carácter, alguien que hace tangible la idea de nobleza, al menos la idea nostálgica que podemos tener en nuestro tiempo.

Salina ve la decadencia de su mundo, la caída de la aristocracia con el final del siglo XIX, pero no se deja arrastrar por la corriente, al menos, no quiere desaparecer, aunque en el fondo sepa que está condenado a ello. Pero Salina es un personaje la mar de interesante, y complejo. Es, en apariencia, un modelo del Übermensch, dueño y señor feudal. Ante su voluntad se pliegan todos, familia, lacayos y los que antiguamente serían los siervos del feudo. Sin embargo, él no es nada más que un hombre, o quizá más, un pesimista, quizá cortado con un patrón schopenhaueriano demasiado estricto. Por que Salina sabe que su mundo se acaba, que ya no hay sitio para él, y decide ir apartándose, poco a poco. Ya ha cumplido con creces su obligación como Salina, y es la hora de que las nuevas generaciones de la familia tomen el relevo, personalizado en su sobrino Tancredi, un hombre de su época, que sabe adaptarse a las nuevas circunstancias.

Toda la obra tiene un aire francamente decadente, desde el propio Salina hasta esos palacios en los que transcurre parte de la obra, medio abandonados. La sensación es extraña... y poco a poco esa decadencia, el pesimismo de Salina va calando, vas viendo apagarse a un personaje que sabe hacerse un hueco en la mente del lector. No quiero estropear el final a ningún posible lector, aunque sea previsible... la tristeza que se va dejando notar a medida que Salina se deja llevar por ese pesimismo vital cala hondo. Y más al ver el mundo que deja atrás.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo tengo pendiente, pero estoy convencido de que corre por casa, así que en algún momento u otro caerá, como también lo hará "Effi Briest" de Theodor Fontane.

En todo caso, supongo que la peli de Visconti es de visionado obligado para todo amante del arte, aunque en sí no deje de ser una adaptación perfectamente pueril y de un esteticismo afectado y pobre que da cuenta de lo poco que el director italiano daba de sí en sus películas.

Iba a decir que la vieras sin prejuicios, pero creo que ya no será posible, jajaja. Y no me sabe nada mal :-P. El cine de Visconti es de cartóooon pieeeedra...

Anónimo dijo...

Por cierto, suerte en los exámenes. Esta recta final se hace insoportablemente larga.

Peter Sinclair dijo...

Coño, tengo que leer este libro. Por lo poco que has contado yo podría ser un Lampedusa moderno. Vale, sin la nobleza y algún otro detalle sin importancia, pero todo lo demás está ahí. Yo también soy un gran procrastinador, de hecho estoy elevándolo a la categoría de arte.

padawan dijo...

ah, a todos nos gustaría vivir como Lampedusa. No tener otra cosa que hacer más que procrastinar. Lástima de tener que trabajar.

Tenía pensado lo de la peli, Nasi, a ver si me hago con ella

Anónimo dijo...

Es una lectura pendiente, otrora llamó mi atención pero no volví a acordarme de ella. Tal vez en mi próxima visita a la biblioteca, tal vez..

Y no menciones a Javier Marías en vano. Que no haces llorar al niño Jesús, ¡me haces llorar a mi! ¡Qué tabarra de tipo!