domingo, 9 de enero de 2011

Resumen de lecturas (IV)

Que apropiadas son las tradiciones para poder tener más o menos actualizado este blog en las temporadas de poca inspiración. Si en diciembre pude actualizar gracias al cumpleaños de este espacio en enero toca una de las costumbres que más me gustan: el repaso a las lecturas del año anterior. Casualmente 2010 va a ser el primer año par en tener su propio resumen, tras los de 2005, 2007 y 2009.

Y, como es tradición, en primer lugar va la lista y en entradas consecutivas, un somero repaso a algunos de los libros más interesantes del año
  1. La isla del tesoro, de R. L. Stevenson
  2. Política y delito, de ¡Hans Magnus Enzensberger!
  3. Los Simpson y la filosofía, varios autores.
  4. The Castle of Otranto, del peculiar Horace Walpole
  5. Historia de un muerto contada por él mismo, de Alexandre Dumas
  6. Los mitos de Cthulhu, relectura del imprescindible volumen editado por Rafael Llopis
  7. El gran dios Pan, de Arthur Machen
  8. El almohadón de plumas, de Horacio Quiroga
  9. La filosofía en la época trágica de los griegos, de F. Nietzsche
  10. La sombra del torturador, de Gene Wolfe
  11. La garra del conciliador, continuación de la novela anterior y también, claro, de Gene Wolfe
  12. Klosterheim, o la máscara, del inclasificable Thomas de Quincey
  13. Antología del cuento triste, como su nombre indica, varios autores
  14. La sombra del asesino, recopilación de los mejores relatos detectivescos de la editorial Valdemar, varios autores
  15. Espadas contra demonios, de Fritz Leiber
  16. El diablo en la botella, de R. L. Stevenson
  17. Pedro Páramo, de Juan Rulfo
  18. Elminster en Myth Drannor, de Ed Greenwood
  19. Acero, de Todd Grimson
  20. Masters of Doom, de David Kushner
  21. 2010, Odisea Dos, de Arthur C. Clarke
  22. Los amantes, mi dosis anual de Connolly
  23. ¡Castigados sin tele!, un recopilación de relatos, regalo de la FNAC, varios autores
  24. A la cara, de Christa Faust
  25. Providence, de Juan Francisco Ferré
  26. Sefarad, de Antonio Muñoz Molina
  27. Cartas de España, de José Blanco White
  28. Bartleby the Scrivener - Benito Cereno, volumen con dos relatos de Herman Melville
  29. Un saco de huesos, de Stephen King
  30. Capturado, de Neil Cross
  31. El horror sobrenatural en la literatura, de H. P. Lovecraft
  32. Zombies, antología de varios autores
  33. Con la risa en los huesos, y
  34. Quien ríe el último, antología en dos volúmenes de los mejores relatos de humor de Valdemar
  35. Recuerdos de Lemuria, del infame Richard S. Shaver
  36. San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno
  37. Los muertos, de Jorge Carrión (lectura incompleta)
  38. Todo es eventual, de, otra vez, Stephen King
  39. El árbol de la ciencia, del melancólico Pío Baroja
  40. Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury
  41. Dying of the Light, de George R. R. Martin
  42. Un día en la vida de Ivan Denísovich, de Soljenitsin
  43. Matatrolls, de William King
  44. La rebelión de los tártaros, otro relato de Thomas de Quincey
  45. La fuerza de su mirada, de Tim Powers
  46. Crónicas italianas, de Stendhal
  47. Mientras escribo, ensayo metaliterario de Stephen King
  48. La larga marcha, de Stephen King bajo el seudónimo Bachman
  49. Corazones en la Atlántida, de, otro más, Stephen King
  50. El misterio de Salem's Lot, de Stephen King
  51. El hobbit, de J. R. R. Tolkien
  52. Cementerio de animales, el séptimo (y último) libro de Stephen King de este año
  53. Puerta al verano, de Robert A. Heinlein
  54. The Brief, Wondrous Life of Oscar Wao, de Junot Díaz
  55. Ola de crímenes, de James Ellroy
  56. Inventory, una recopilación surrealista de listas de The AV Club
  57. Alcantarillado, gas y electricidad, de Matt Ruff
  58. Juego de tronos, de George R. R. Martin
En total, como se puede ver, 58 libros. En mi lista de lecturas no apunto cómics, sean humildes grapas o la novela gráfica más voluminosa del mundo, ni publicaciones más cercanas al formato revista como puede ser Mondo Píxel, a pesar de las casi 300 páginas de cada volumen, o fanzines. Tampoco caben aquí libros consultados para el trabajo, y tampoco otros volúmenes que se prestan más a la lectura y hojeado esporádico más que a una lectura convencional, entre los que cuento unos cuantos coffee table books que he comprado este año y otros que he ido acumulando y consulto de vez en cuando.

Este año (2010) he llevado un control un poco más cuidado de mi lista de lecturas, así que es más fiable que la de otros años un poco más caóticos, como 2009, pero, aún así, estoy convencido de que hay algún libro que se me escapa, probablemente alguno que haya leído en un viaje y se haya quedado en casa de mis padres. Quitando esto, no hay mucho que comentar en cuanto al volumen de lecturas ya que, más o menos, siempre acabo con las mismas cifras, alrededor de 50 los años flojos, alrededor de 60 los años más productivos.

Y, como decía al principio, más comentarios en próximas entradas.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Cumpleaños (V)

¡Cinco años! Todos los años me llevo la misma sorpresa al comprobar que he conseguido mantener este blog abierto durante tanto tiempo. Ha tenido altibajos, épocas en las que escribía muy poco o rachas con entradillas de compromiso, sin nada interesante que aportar. Pero también he tenido otras de mayor inspiración y, al fin y al cabo, son estas las que merecen la pena, ¿verdad?

Este aniversario, que es medio redondo, es un buen momento para hacer balance y mirar como un conjunto lo escrito, a ver si se puede sacar alguna conclusión de todo esto. Porque en el momento de escribir no hay ninguna intención más allá de volcar la reflexión del momento, en ocasiones meditada, cuidada y más o menos bien presentada, en ocasiones vomitada a duras penas, sin poder contener el impulso. Sólo con el tiempo se pueden estudiar las capas de texto acumuladas, investigar los estratos superpuestos y buscar relaciones, tendencias, patrones... Ver cómo algunos temas han acabado destacados en la nube de tags o mi propia manera de ver este pequeño rincón de Internet.

Y es que, a medida que se ha ido haciendo mayor, mi idea de lo que cabe o no cabe en el blog ha ido cambiando. Podría decir que he aumentado poco a poco el nivel de exigencia y ya no me siento cómodo escribiendo cualquier tontería y publicándola (aunque quizá, al leerme, penséis lo contrario :p ). O podría decir que este (meta)tema es el verdadero hilo conductor de este blog, la constante reflexión sobre lo escrito, tanto en forma como en fondo y no hay más que echar un vistazo a los archivos para poder encontrar unas cuantas entradas reflexionando sobre ello.

Por que en el fondo, esa es la clave, la reflexión. En las entradas más antiguas no encuentro más que acumulaciones de datos, apuntes a vuelapluma, como una forma de expresar unas ideas que se acumulan, pero sin un orden concreto. Veo un montón de enumeraciones: he visto tal película o leído tal libro; y vaguedades y promesas rara vez cumplidas de analizar algún tema en profundidad en un futuro (que nunca llega). Estos cinco años han sido una lucha contra eso, y contra mi constante inconstancia. Ese es el mayor logro que he conseguido con este blog, aunque parezca tan pequeño: seguir aún aquí, escribiendo en esta caja de texto.

También me ha servido como entrenamiento y ejercicio mental, sobre todo debido a la rigidez que ha ido adquiriendo este blog con el tiempo, que me ha hecho forzarme a pensar y masticar bien las ideas antes de escribirlas. Con cada entrada aprendo, poco a poco, a cuidar forma y fondo, por que son dos aspectos que tienen que ir de la mano. No sé muy bien en qué campo está este blog, desde luego, no es narrativa, tampoco hay crítica formal ni ensayo riguroso pero, aún así, cabe aplicar la distinción entre historia y discurso, por usar unos términos bien establecidos. Estos aspectos del texto son un asunto tan viejo como el mismo arte del escribir y ya Platón reflexionaba acerca de la mímesis y diégesis.

Pero parece que esta antigua cuestión se está quedando obsoleta. Gracias a Internet y al acceso universal a un teclado se ha generado una cultura del todo vale. Se pretende que cualquier opinión sea tan válida como las demás, cuando no puede serlo, y para comprobarlo no hace falta más que acercarse a monstruos como los comentaristas de Menéame, auténtico abismo de la democratización de la opinión. Por otro lado se justifica la redacción ramplona, rastrera, el descuido de las normas gramaticales y ortográficas más básicas, los peores ataques a la sintaxis y a la semántica, otro todo vale. Así que tenemos la combinación perfecta: el fondo es irrelevante, toda opinión es legítima, y la forma tampoco es importante, con el mantra coñazo de se entiende, ¿no?.

Me doy cuenta de que escribir se está convirtiendo cada vez más en una lucha, no ya contra los enemigos propios de los que hablaba más arriba, si no contra una visión del mundo. Si repaso las últimas entradas encuentro más pataletas que entusiasmo y cuando éste último aparece siempre hay un poso de sensaciones amargas. Valga como ejemplo uno de mis últimos textos sobre lecturas: disfruté enormemente releyendo El Hobbit, pero me cuesta mucho más transmitir la alegría que sentí leyendo el libro que expresar lo indignado que me sentía al leer una crítica escrita desde la estupidez.

Esta forma de ver el blog como una ampliación del campo de batalla hace que me resulte cada vez más difícil escribir por aquí, resulta agotador estar siempre peleando a la contra, defendiendo una visión de las cosas que se está quedando obsoleta. Pero, aunque no de demasiados frutos, emular a Sísifo tiene una utilidad. La escritura me sirve para construir un discurso y poder observar mis ideas desde cierta perspectiva que permite detectar lagunas o incoherencias, limar asperezas... normalmente desarrollamos nuestras ideas en el momento, sin dedicar un necesario tiempo de reposo, y esto es lo que permite la escritura: dejar atrás el nivel de comentarista de Menéame o el pensamiento esquemático de la Nación Taxista.

Esta reflexión permite construir un fondo, y gracias a este blog he aprendido muchas cosas, tanto escribiendo como por las conexiones que parten de él, ya sean comentarios o los blogs de cualquier amigo y vecino. Desde la perspectiva que dan estos cinco años puedo comprobar cómo ha ido cambiando mi forma de plantear y desarrollar ideas. Han sido cinco años construyendo un fondo y luchando contra las formas, puliendo poco a poco un estilo no demasiado brillante. En cada entrada lucho contra la mala costumbre de hacer oraciones demasiado largas o escribir párrafos enteros llenos de comas, sin un triste punto y seguido. He tratado de aprender a no escribir tal y como si estuviera hablando, y también a buscar la claridad expositiva, huyendo de "fárragos y erudiciones postizas" (frase de Juan Manuel de Prada) en los que se enfangan muchos academicistas. No he conseguido imponerme cierto proceso de revisión y raras veces releo a fondo lo que escribo, aunque cada vez procuro repasar más estos textos para eliminar las construcciones más rebuscadas y reordenar las ideas para crear un hilo conductor más fácil de seguir.

Ahora debería esforzarme en escribir sobre cada tema en su justa medida. En ocasiones necesito rodear varias veces la misma idea, para no dejar huecos sin cubrir, y así me salen textos como este, con varios cientos de palabras de más. Otras veces no consigo hilar bien distintas ideas relacionadas y tengo que deshacerme de algunas, quedando los textos cojos. De momento, voy consiguiendo mejorar este aspecto en el blog paralelo a este, poniéndome limitaciones de espacio, lo que es un ejercicio excelente: muchas veces me cuesta mucho más escribir una entrada de 400 palabras que leviatanes textuales como este (¡más de 1.100 palabras a estas alturas!).

Y para aquellos que hayan llegado hasta aquí, fieles lectores que me habéis acompañado en los mejores tiempos, en los peores tiempos, vosotros sois lo que más valoro de estos cinco años de blog. Los que dejáis comentarios, por aquí o por canales privados y los que escribís entradas magníficas es vuestros respectivos espacios. Es la sana envidia de ver cómo escribís lo que me hace publicar algo nuevo de vez en cuando. Espero poder repetir muchas veces este tipo de entradas durante muchos más años.

martes, 30 de noviembre de 2010

Referencias (III)



Ya había puesto aquí una referencia bastante clara al constructivismo soviético en el Sin City de Frank Miller. Esta de hoy puede estar más cogida de los pelos y, más que un caso de referencias sean dos productos muy similares en dos corrientes artísticas que tuvieron unos cuantos puntos en común. Arriba, un poster de Gustav Klutsis para unas elecciones soviéticas en 1930 y abajo el conocido cartel para M, de Fritz Lang (1931).

miércoles, 27 de octubre de 2010

El género como exceso (II)

¡En casi seis años de blog no había hablado nunca de Tolkien! Fue, durante unos cuantos años, mi escritor favorito y leía compulsivamente todo lo que encontraba. Lo cual no era mucho, habiendo crecido en un pueblo en un momento en el que Internet era aún una idea (casi) de ciencia ficción. Aún recuerdo los días que volvía del colegio a mediodía y encontraba un nuevo tomo de El señor de los anillos, que mi madre había encargado en la librería. Creo hace unos diez años que no he vuelto a leer nada suyo, salvo alguna relectura ocasional de la historia de Túrin Turámbar. Pero hoy he leído un artículo de Jo Walton, una de las inefables colaboradoras de Tor.com. Preparen sus ojos ante esta demostración de estulticia
The Hobbit isn’t as good a book as The Lord of the Rings. It’s a children’s book, for one thing, and it talks down to the reader. It’s not quite set in Middle Earth—or if it is, then it isn’t quite set in the Third Age. It isn’t pegged down to history and geography the way The Lord of the Rings is. Most of all, it’s a first work by an immature writer; journeyman work and not the masterpiece he would later produce.
Leer esta "crítica comparada" me ha producido urticarias. Creo que la opinión de esta mujer representa todos los males que afectan a buena parte de la narrativa de género (sea ciencia ficción, fantasía, etc).

Fijaos, la primera pega es que es un libro infantil. Esto podemos entroncarlo con uno de los principales males de la ficción, la pretensión de solemnidad. La idea equivocada sobre la que Nolan parece basar casi todas sus películas, ese ansia de hablar sólo de Cosas Importantes y declamar discursos con el ceño fruncido. Si esto ya es malo en el cine, peor aún es en los videojuegos. También representa el acomplejamiento del género y la manera en la que muchos aficionados interiorizan los prejuicios externos. Si la Academia critica la literatura fantástica por ser literatura para chavales, los fans acomplejados se dedicarán a defender lo serios que son algunos libros y a despreciar aquellos que no sean serios. En lugar de defender que no hay nada de malo en que un libro no busque la trascendencia y tratar de explicar sus valores se esconde debajo de la alfombra, aceptando (sin saberlo) las críticas que tratan de rebatir.

Lo segundo es particularmente ridículo y es síntoma de esa enfermedad terrible que es cegarse por el trasfondo de una historia. ¿Es más importante dónde transcurre la historia que la historia en sí? Es uno de los peores males de la fantasía, aunque creo que todos, como aficionados al género, hemos caído en él. A todos nos gusta fantasear con remotos imperios o dinastías de elfos o enanos. Y buena parte de la obra de Tolkien gira en torno a esto y crea un universo increíblemente rico para ambientar sus historias. Lo malo es que mucho escritor mamporrero (como la misma Jo Walton) se ciega con el envoltorio, esforzándose en crear libros que podrían funcionar como manuales para ambientar un juego de rol, pero que no funcionan en absoluto como narrativa.

Esto entronca con el tercer error. El Hobbit no es en absoluto una obra menor, ni una obra de un aprendiz. El problema para cenutrios como esta mujer es que El Hobbit no es una obra tan épica: no se está salvando el mundo, si no que es la aventura de un pequeño hobbit. Y es que la épica va ligada a los trasfondos abigarrados. No hay más que echar un vistazo a cualquiera de las peores sagas escritas a rebufo de El Señor de los anillos, no en vano clasificadas como fantasía épica. Dragones, elfos milenarios, imperios perdidos, magos poderosísimos y grandes ejércitos enfrentándose son, automáticamente, algo mejor y más emocionante que las aventuras de un pobre hobbit, que a nadie le importa. Y es que el trasfondo es algo engañoso y funciona por que se construye en la mente del lector, no en el texto.

Cualquier lector que no se deje cegar por la épica puede ver que en El Hobbit tiene un trasfondo muy complejo y mucho más vivo que El Señor de los anillos, lleno de magia y criaturas fantásticas. No hay más que pensar en los trolls que encuentran en el bosque, el rey de los trasgos que viven en las cuevas de las Montañas Nubladas, los jinetes de huargos, Beorn el cambiaformas, vemos a Gandalf lanzando bolas de fuego... En El Hobbit se vive una constante sensación de aventura, la sensación de que puede pasar cualquier cosa. Esta sensación de maravilla y de aventura es pura narrativa y toda su fuerza está en el texto ya que, al estar centrado en un grupo de aventureros pequeño, el trasfondo de la historia es lo que vemos a través de los ojos de Bilbo.

Y, sobre todo, El Hobbit tiene muchísimo de uno de los ingredientes que peor le sienta a esa sensación de epicidad: sentido del humor. Ya está bien de tanta necesidad de épica, de tanta trascendencia impostada. Esta pequeña historia con su sencillez, su inocencia y su buen humor, cualidades tan infantiles, demuestra que son valores mucho más importantes que los que tantas y tantas sagas plomizas tomaron como referencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Videoclips con robots

Mientras escribía la anterior entrada sobre Styx he recordado un programa que vi en el canal VH1 sobre los mejores videoclips con robots (Robots in clips). Aquí va el programa, en versión Youtube, con un montón de robots de todas clases, desde los acartonados de Daft Punk a las más avanzadas tecnologías biónicas. Servomotores al servicio del bien o brutos mecánicos destruyendo ciudades, lo que está claro es que estos trastos saben moverse.

Algunos vídeos son un poco rancios en el aspecto robótico, como el de Beck y sus Asimo bailantes, mientras que otros son auténticas chuladas, como los brazos DJ de H Foundation (yo he programado uno de esos :_) aunque lo único que hacía era coger una caja y posarla en otro lado...) o el de Björk. Claro que estos me gustan por que se ve cómo funcionan esos aparatitos, con sus servos, sus articulaciones y sus pincitas, mucho mejor que un androide de superficie satinada como si fuera un iPhone.
  • Daft Punk - Robot rock


  • Beastie Boys - Intergalactic


  • Junior Senior - Move your feet


    Junior Senior - Move Your Feet

  • Eight day - Hazel O'Connor


  • Styx - Mr Roboto


  • Ocean Color Scene - Mechanical Wonder


  • Playgroup - Number One


  • Beck - Hell yes


  • Garbage - The world is not enough


  • H-Foundation - New Funk Theory


  • Bjork - All is full of love


  • Lazy - X-Press


lunes, 4 de octubre de 2010

Styx

Vivimos en una época dominada por la nostalgia y una constante recuperación del pasado. Cada vez es más aburrido ver cómo la gente abusa de tantos iconos de los años ochenta y, sobre todo, los elogios acríticos que se hacen de ellos (como dicen en Viruete "El Equipo A, ¡qué nostalgia!"). No soporto al tío gracioso con la melodía de La abeja maya en el móvil, las tiendas de merchandising cutre o los blogs llenos de entradas sobre aquellas series de ayer, hoy y siempre, completamente vacías de contenido, simples enumeraciones de "¡qué mítico!". La industria sabe exprimir a esta generación de peterpanes, que quiere alargar todo lo posible su infancia, y les alimenta a base de reediciones y, lo que es aún peor, remakes de los mismos productos una y otra vez. Se revive el pasado, pero nadie parece esforzarse por crear algo nuevo.

Nunca he sido demasiado amigo de este entusiasmo por la nostalgia, quizá por lo cutre que me parece esa mitificación de los productos de los ochenta y, gracias a Dio, he mantenido este blog a salvo de todo eso. Es cierto que he hablado más de una vez de algunas aficiones que conservo desde que era bastante pequeño, pero siempre son cosas que sigo valorando incluso hoy en día. Hay que saber distinguir entre los productos que tienen valor por sí mismos y los que sólo tienen valor por los recuerdos que nos traen. En definitiva, no creo que decir que algo sea mítico lo libre de la retrorrotura ni que ejercitar la nostalgia sea una manera de consolarse de las penas de hoy. Para mí la nostalgia es, casi siempre, spleen, la búsqueda de la magdalena de Proust.

Precisamente, estas magdalenas siempre me traen el mismo recuerdo: una tarde sombría, probablemente a finales del otoño. Acabo de llegar a casa, y recuerdo la cocina, iluminada con una luz amarillenta, cálida, que hacía que pareciese mucho más acogedora frente a un cielo cada vez más negro, amenazando tormenta, y mi madre preparándome la merienda, un Nesquick, en uno de los tazones grandes que siempre usaba mi abuelo y que yo siempre quería usar, aún hoy también, casi 15 años después. Y con este tazón de Nesquick esas magdalenas, recién compradas, doradas y esponjosas. Recuerdo tomármelo en la habitación que mi padre usaba de biblioteca, con su pared llena de libros hasta el techo, viendo en la tele la serie de dibujos animados de Conan.

Creo que este es mi primer recuerdo de Conan. Y hasta hoy, cuando tomo una magdalena, sigo recordando al cimmerio. Si me pongo a pensar puedo rememorar unos cuantos primeros recuerdos, como cuando descubrí a los Guns n' Roses: debía ser alrededor del año 90 ó 91, en los últimos estertores del bandolerismo heavy. Estaba en casa de unos familiares de mi padre y vi pasar a una pandilla de macarras del pueblo, uno de ellos llevaba una camiseta con la cruz del Appetite for Destruction. Hasta unos cuantos años después no escucharía ese disco, casualmente en esa misma casa. También conservo mi primer recuerdo sobre Queen, cuando uno de mis primos le pidió a mi madre un disco (creo que un recopilatorio) y ella le dió una charla para que tuviera cuidado con las drogas (¿?) para que no acabase como Freddie Mercury. Debía ser poco antes de que Freddie Mercury se muriera. No sé por qué lo recuerdo, si por aquel entonces no tenía ni idea de que estaban hablando, quizá me marcó esa sensación de amenaza desconocida.

Otros recuerdos son bastante más prosaicos, como mi descubrimiento de Styx: fue en un viaje en autobús de Madrid a Torrelavega en la vieja Continental Auto, antes de que fuera fagocitada por Alsa. No sé por qué, pero en los autobuses siempre ponen películas infames, nunca piensan en los pasajeros que tienen que pasarse más de cinco horas sentados y en lugar de poner una película que sirva para distraerse durante hora y media se dedican a pasar auténticos deshechos, haciendo memoria he visto (más o menos) Tienes un email, Bedtime Stories, con Adam Sandler, una peli de las gemelas Olsen, Eragon en un viaje de ida… ¡y la volví a ver en el de vuelta!, ¡¡Glitter!!! en la que sale Maria Carey con una gorra de Seguros Vitalicio, 50 primeras citas o How to Make an American Quilt, una película sobre un grupo de mujeres que hacían un edredón con retales... Al filo de la muerte, una de Steven Seagal en un Alcatraz technoir.

Creo que os hacéis una idea, ¿verdad? Pues descubrí a Styx viendo una de estas películas, The Perfect Man. Tiene un argumento bastante tonto, típico de comedia romántica: Hillary Duff está harta de que su madre esté continuamente cambiando de trabajo, de ciudad en ciudad y mudanza en mudanza, así que decide buscarle un novio para que siente la cabeza de una vez. Bueno, desfila la típica galería de noviables... y uno de ellos es un auténtico redneck, fan del AOR cuya mejor idea para una cita es llevar a la pobre mujer a un concierto ¡de un grupo tributo a Styx!. Según el candidato a novio, "el cantante no es tan bueno pero, si cierras los ojos, no notas la diferencia", guiño a Dennis DeYoung, antiguo líder de Styx, que hace de cantante de la banda tributo.



¿Y qué canción iba a tocar un grupo tributo a Styx en una película? Evidentemente, Mr. Roboto. Esta canción fue un amor a primera vista... desde esa intro, cuyo misterio sólo es superado por su ochentez, y, justo después, ¡empezar directamente por el estribillo! ¡¡Domo arigato Mr. Roboto!! En apenas unos segundos muestra toda sus cartas: robots japoneses, hard casio y vocoder, ¿cómo no amar esta canción? Y todo gracias a una infame película que pusieron en un autobús.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Matatrolls

Hace mucho que no hablaba por aquí de literatura exploit. De vez en cuando leo algún libro escrito por puro afán mercenario pero, por desgracia, no siempre encuentro tiempo o ganas de comentarlo por aquí. Muchos de ellos no merecen la pena, algunos, incluso, los dejo a medio leer, enfangado en una historia mil veces vista y en unas páginas que huelen a dados y hoja de personaje o lo que es peor, a club de rol sudoroso y fan fiction de la más baja estofa. Pero con otros disfruto un montón y bien sabéis que los he comentado por aquí, no veo este disfrute como un placer culpable y desde hace tiempo no soy aficionado al símil gastronómico del entrecot y la hamburguesa, no es necesario racionalizar este tipo de lecturas. Disfruto con Sven Hassel por cómo sabe narrar la guerra, la sensación de leer estas páginas metido en una trinchera con las balas silbando sobre tu cabeza y disfruto con las primeras aventuras de Drizzt en el Valle del Viento Helado por el sentido del ritmo de Salvatore, la aventura sin un momento de descanso y la sensación de maravilla al descubrir un mundo que aún no estaba estereotipado en mil y un manuales.

Me resulta un tanto extraño tener que escribir esta defensa de la novela garbancera (como la llama Knut), por que al final parece una manera de justificarse por haber leído según que cosas, pero no, esto es una defensa de los buenos valores de unos cuantos libros que se desprecian por los defectos de una marca determinada. La ley de Sturgeon es implacable y es cierto que si repasamos el catálogo de Reinos Olvidados o Dragonlance o un almacén cualquiera de Timun Mas nos encontraremos paletadas de auténtica mierda pero también alguna pequeña joya (quizá esto sea pasarse) que merezca la pena salvar por sus propios méritos y no por justificaciones nostálgicas o emocionales.

Una de estas excepciones es Matatrolls, la primera novela de las aventuras de Gotrek y Felix. Estos dos son unos viejos personajes de Warhammer, habituales de las páginas de la White Dwarf durante unos cuantos años. Gotrek es el Matatrolls que da título a la novela, un enano que recorre el mundo en busca de una muerte honorable en combate para expiar una culpa de la que no se llega a hablar nunca. En uno de sus vagabundeos rescató a Felix de una muerte segura y este, en esa peligrosísima fase de la borrachera que es la exaltación de la amistad, le juró seguirle hasta el fin. Eso es todo lo que hay en las aventuras de estos dos. Nada de épicas gestas para salvar al mundo, no hay ningún viaje del héroe, ningún objetivo más allá del deseo de Gotrek de morir matando.

Matatrolls está compuesto por unos cuantos capítulos que funcionan como relatos independientes vagamente hilvanados. Da la sensación (no tengo manera de comprobarlo ahora mismo) que fueron publicados de forma separada, quizá en la misma White Dwarf o en alguna otra publicación de Games Workshop y fueron recopilados y publicados tal cual. Esto, salvando las distancias, me recordó a mis queridos héroes del pulp, grandes especialistas del golpe y porrazo como Conan o Solomon Kane. Estoy seguro de que el bueno de William King, el escritor responsable de las primeras siete de las doce novelas de estos aventureros, se inspiró bastante más en Howard que en Weis y Hickman. Estos relatos funcionan de forma independiente ya que en cada uno de ellos pinta de cuatro brochazos todo el contexto que necesita conocer el lector y resuelve el trasfondo rápidamente en unos pocos párrafos, pero también es cierto que se disfrutan más en orden ya que, frente al personaje arquetípico de Gotrek, Felix, como humano, sí que tiene una cierta evolución que supone el único cambio en un contexto en presente continuo.

Esta estructura basada en relatos episódicos es uno de los grandes aciertos de William King por que obliga a prescindir de todo lo accesorio que, precisamente, suele ser lo que más lastra las sagas más voluminosas de fantasía épica. En parte, estos relatos pueden permitirse este lujo al dar por sentado que el lector conoce el loco mundo de Warhammer y no tiene que molestarse en contar dinastías perdidas, imperios caídos ni razas arcanas. El trasfondo funciona como un batido desquiciado de referencias a muchos de los tópicos de las sagas fantásticas más conocidas y un montón lugares comunes del género pero siempre con un giro de tuerca pulp, un pastiche en el que King sabe desenvolverse muy bien y encajar todas las piezas, dando a todos los relatos hay un tono oscuro, bastante acorde con el trasfondo más sombrío del juego, en el que la civilización está siempre amenazada por las fuerzas sombrías del Caos o las nihilistas hordas de orcos y demás criaturas afines.

Ya en el primer relato, "Geheimnisnacht (Noche de difuntos)", King mezcla el mito de la Cacería Nocturna con los rituales oscuros del Caos y esboza la tragedia que Gotrek y Felix están condenados a representar, la guerra contra un enemigo que está por todas partes y contra el que no cabe la esperanza de ganar, sólo la de aplastar sus brotes una y otra vez hasta encontrar la muerte que busca Gotrek. Creo que este es un punto de vista que no se suele tratar demasiado en la fantasía, y mucho menos en este tipo de literatura garbancera donde todo el mundo tiene su propio viaje del héroe y está destinado a derrotar al mal y mejorar el mundo. Frente a esta ficción sobre el destino manifiesto King convierte a Gotrek y Felix en dos héroes existencialistas, perfectamente conscientes de lo estéril de una lucha constante y sin sentido por que está destinada al fracaso. Pero, en fin, todo esto no es más que una paja mental por que, si bien Gotrek (no tanto) y (sobre todo) Felix son conscientes de lo comentado más arriba, no dudan ni un segundo en liarse a espadazos y hachazos contra los cultistas y brujos del Caos.

En "Jinetes de lobo", el segundo de los relatos, se produce uno de los pocos cambios que sufre Felix, del que hablaba más arriba. Podríamos decir que es su pérdida de inocencia y el momento en el que acepta definitivamente acompañar a Gotrek en su misión suicida. Si el primer relato era bastante sobrio en sus referencias, pudiendo pasar perfectamente como un cruce entre Conan y el goticismo en este segundo episodio King abraza el espíritu del pastiche con una historia que tiene licantropía, chamanes goblin, muertos vivientes y una fortaleza asediada por orcos jinetes de lobo. En la siguiente historia, "La oscuridad debajo del mundo", King aprovecha el descenso a la Moria del universo Warhammer para jugar con los calcos apenas disimulados que muchos mundos de fantasía han hecho a lo largo de décadas con las ideas de Tolkien sin tratar de esconderlas en ningún momento.

El cuarto relato, "La marca de Slaanesh", sirve como interludio y es una pequeña rareza dentro de la colección. No tanto por ser más cómico que el resto de historias, con un Gotrek amnésico y un alquimista un tanto excéntrico si no por plantear una trama que se cierra con una elipsis en el momento en debería comenzar toda la acción. Tras este episodio de transición que cierra la trama planteada en el segundo y tercer relato las siguientes historias ("Sangre y tinieblas", "El señor de los mutantes" y "Los hijos de Ulric") cuentan historias independientes en las que Gotrek y Felix se enfrentan a demonios, hombres bestia, mutantes, un científico loco y hombres lobo, como dije anteriormente puro pastiche, mezcla de mil referencias y aventuras a raudales.

Obviando lo horrendo de una portada que no invita a la lectura, un auténtico crimen teniendo en cuenta que Games Workshop tiene ilustradores competentes en nómina, dentro hay un buen puñado de historias que harán las delicias de cualquier aficionado a la fantasía. Absténganse aquellos que necesiten hojas de personaje para poder seguir la trama de una novela.

martes, 14 de septiembre de 2010

Referencias (II)

Ponerse a buscar y enumerar las influencias que plasma Frank Miller en sus tebeos sería una tarea de chinos. A la vista están las más obvias, de los más hardboiled de la novela negra a Koike y Kojima, pero una lectura atenta siempre nos da sorpresas. Como ya he comentado, las referencias más satisfactorias son las que requieren un poco de esfuerzo por parte del lector.

Ya he mencionado un par de temas que uno espera descubrir en un tebeo de Miller. Lo que es mucho más sorprendente es encontrar a un constructivista en mitad de Sin City.
Sin City
Rodchenko

martes, 31 de agosto de 2010

El género como exceso

Hace tiempo escribí por aquí El género como vergüenza, una pequeña reflexión en la que defendía la validez de la ficción de género (sea cual sea este). Citándome a mí mismo
Los límites de los géneros, la capacidad de contar historias dentro de ellos, están en la mente.
Sigo creyendo firmemente en esto. Aunque no sea una defensa de la literatura (de la ficción) de género, si no más bien una manera de decir que los géneros no importan y que sus fronteras son algo cada vez más difuso.

Por eso no entiendo las periódicas polémicas sobre "el mundillo" o "el fandom" que aparecen de vez en cuando por los mentideros habituales. No me importan demasiado las quejas de los fans de la ciencia ficción (esto es extensible a otros, hablo de ellos por que son a los que leo) reclamando que el mercado, lo mainstream, les preste atención. También pasa con los lectores de tebeos, reclamando su normalización. De ahí vienen los ánimos exaltados con las adaptaciones "serias" de tebeos, como The Dark Knight o Watchmen, no sólo son películas, si no que son una manera de demostrar las virtudes del género (más en este artículo de Vicisitud y Sordidez). Al igual que no entiendo al que menosprecia a la ficción de género como tal, tampoco entiendo las reclamaciones de los aficionados. Para disfrutar de la ficción de género no hace falta que una Academia o un Canon pongan su sello de aprobación.

(Quizá no sea exacto del todo decir que no entiendo esas posturas, ya que creo entender de donde vienen. Debería decir que no las comparto)

Pero todo esto no es más que un inciso, de lo que quería hablar era de otra cosa: los articulistas de Tor.com. Suelo leer algunas de sus entradas por ver que se cuece en el mercado editorial anglosajón y descubrir algunas novedades de ciencia ficción, fantasía o terror. Pero también leo de vez en cuando algunas de sus entradas ensayísticas o sus monográficos sobre algún tema y me provocan vergüenza ajena.

En los últimos meses han estado haciendo unas cuantas series de entradas dedicadas a cosas inverosímiles. Para los escritores de Tor las etiquetas de fantasía o terror no son suficiente, así que han dedicado alguna de estas series a cosas tan apasionantes como paranormal romance, urban fantasy, ¡¡rural fantasy!!, steampunk, dieselpunk... una infinidad de categorías y etiquetas, con normas bien definidas, que permiten colocar a cada obra en su cajón correspondiente. Lo importante ya no es la ficción, si no el género.

El artículo que me ha llevado a escribir esta entrada ha sido "What happened to genres?", de Alexandra Ivy. La chica parece que ve la luz al final del túnel, aunque creo que no termina de tener muy claro hacia donde ir: no a escribir ficción sin preocuparse del género, si no poder mezclar géneros. Parece que habla de derribar barreras, pero no, sólo habla de colocarlas en otro sitio
Because of those daring authors willing to break the mold I can write zombies fighting the battle at the OK Corral or a regency with a werewolf. Perhaps there are purists who disdain the crossover between genres; and that’s all right.
Supongo que así, en lugar de tener las etiquetas de zombis y western, dentro de poco podrían tener la etiqueta western zombies, con unas normas tan rígidas (si no más) que las que había antes. Leyendo el artículo podemos encontrar otras perlas
Things changed when I decided to make my living as a writer. I thought (rightly or wrongly) that there were rules that had to be followed. A reader of traditional regencies had different expectations than those who read historicals. Gothics, for goodness sakes, had to have atmosphere. High fantasy fans didn’t want sci-fi elements slipping in, and westerns didn’t have aliens.
Even though I was already a published author I didn’t consider the fact that sales department had to be able to market the book to wholesalers, and that bookstores had to shelve the book so customers could browse for it among similar books
En estos dos párrafos se puede resumir todo lo malo de la visión de Tor.com sobre el fantástico. En primer lugar está la visión mercantil, es decir, usar los géneros como una manera de vender libros. Algo que, dentro de lo que cabe, no me parece mal del todo: Tor.com es una editorial con su propia tienda virtual y su objetivo es vender libros. Incluso puedo entender a esta escritora mercenaria, si lo que quiere es ganarse la vida escribiendo, tendrá que hacer libros que mucha gente quiera comprar. Esto lleva al segundo aspecto que se ve en la cita anterior, que es la visión de los géneros por el lector, aunque sería más apropiado utilizar el término fan que emplea la escritora. La clave está en que habla de los géneros como expectativas, lo que el fan espera o no espera encontrar cuando lee un libro.

Esto es lo que más me molesta de la perspectiva desde la que este portal, sus colaboradores y sus lectores miran a la ficción de género, una perspectiva reduccionista en la que se colocan unas barreras que la historia no puede sobrepasar. El lector (el fan) abre el libro esperando encontrar lo que ya ha encontrado en otros libros iguales, se le premia con una satisfacción inmediata (¡mira, un zombi! es lo que querías, ¿no?) y se evita descolocarle, provocarle dudas o inquietudes. Pero la versatilidad de la ficción de género es que permite plantear preguntas y hacernos reflexionar. La ciencia ficción no trata sólo de naves y pistolas de neutrones, si no que estos elementos propios del género sirven para darnos una nueva perspectiva desde la que podemos analizar nuestras ideas preconcebidas. Un replicante nos hace pensar qué es lo que nos hace humanos y el kemmer sirve para hacernos pensar sobre la forma en la que vemos la sexualidad en nuestra sociedad.

Esta forma de ver los géneros me recuerda bastante a las tribus urbanas, una impresión que se suele recalcar en los monográficos de Tor.com. Hablen de steampunk o de paranormal romance, estas etiquetas no sólo sirven para definir una manera de hacer ficción, si no también al lector: una serie de lecturas de cabecera, una manera de vestir, una música que escuchar, algunas páginas web donde poder hablar con otros fans... Y aquí volvemos a la versión reduccionista y el entusiasmo adolescente de identificación con la masa como una forma de superar inseguridades.

Lo más triste de esto es que parece que esta forma de entender la ficción de género es la que tiene más visos de convertirse en la visión dominante. Nada de reflexiones, nada de transgresiones, nada que haga que el lector pueda pensar. En lugar de provocar inquietud (intelectual) es mejor dar satisfacción, por vacía que sea. Que los géneros se conviertan en una convención, en una serie de expectativas a ver cumplidas y así sea más fácil clasificar y ordenar todo. Este panorama me resulta desolador, y con esto vuelvo a las periódicas crisis del fandom. Pero el problema no está en la falta de reconocimiento del género ni en que una supuesta Academia ignore los valores de la ciencia ficción, si no en que cada vez son más escasos los Lem, los Philip K. Dick o los Bradbury, dispuestos a romper todas las barreras de la ficción para ayudarnos a romper las barreras de nuestro pensamiento, y más numerosos los débiles mentales que se dedican a discutir si Blade Runner es una "novela negra robótica" o más bien podría decirse que es "ciencia ficción detectivesca", reduciéndola a una mera etiqueta, o lo flipante que sería que Deckard luchase con ninjas o zombis.

viernes, 27 de agosto de 2010

Más parecidos razonables


Al ver esta mañana la primera imagen me vino inmediatamente a la mente la portada de Fallout 3, aunque es cierto que el marine espacial de armadura completa es todo un icono de la ciencia ficción más pulp.