miércoles, 27 de octubre de 2010

El género como exceso (II)

¡En casi seis años de blog no había hablado nunca de Tolkien! Fue, durante unos cuantos años, mi escritor favorito y leía compulsivamente todo lo que encontraba. Lo cual no era mucho, habiendo crecido en un pueblo en un momento en el que Internet era aún una idea (casi) de ciencia ficción. Aún recuerdo los días que volvía del colegio a mediodía y encontraba un nuevo tomo de El señor de los anillos, que mi madre había encargado en la librería. Creo hace unos diez años que no he vuelto a leer nada suyo, salvo alguna relectura ocasional de la historia de Túrin Turámbar. Pero hoy he leído un artículo de Jo Walton, una de las inefables colaboradoras de Tor.com. Preparen sus ojos ante esta demostración de estulticia
The Hobbit isn’t as good a book as The Lord of the Rings. It’s a children’s book, for one thing, and it talks down to the reader. It’s not quite set in Middle Earth—or if it is, then it isn’t quite set in the Third Age. It isn’t pegged down to history and geography the way The Lord of the Rings is. Most of all, it’s a first work by an immature writer; journeyman work and not the masterpiece he would later produce.
Leer esta "crítica comparada" me ha producido urticarias. Creo que la opinión de esta mujer representa todos los males que afectan a buena parte de la narrativa de género (sea ciencia ficción, fantasía, etc).

Fijaos, la primera pega es que es un libro infantil. Esto podemos entroncarlo con uno de los principales males de la ficción, la pretensión de solemnidad. La idea equivocada sobre la que Nolan parece basar casi todas sus películas, ese ansia de hablar sólo de Cosas Importantes y declamar discursos con el ceño fruncido. Si esto ya es malo en el cine, peor aún es en los videojuegos. También representa el acomplejamiento del género y la manera en la que muchos aficionados interiorizan los prejuicios externos. Si la Academia critica la literatura fantástica por ser literatura para chavales, los fans acomplejados se dedicarán a defender lo serios que son algunos libros y a despreciar aquellos que no sean serios. En lugar de defender que no hay nada de malo en que un libro no busque la trascendencia y tratar de explicar sus valores se esconde debajo de la alfombra, aceptando (sin saberlo) las críticas que tratan de rebatir.

Lo segundo es particularmente ridículo y es síntoma de esa enfermedad terrible que es cegarse por el trasfondo de una historia. ¿Es más importante dónde transcurre la historia que la historia en sí? Es uno de los peores males de la fantasía, aunque creo que todos, como aficionados al género, hemos caído en él. A todos nos gusta fantasear con remotos imperios o dinastías de elfos o enanos. Y buena parte de la obra de Tolkien gira en torno a esto y crea un universo increíblemente rico para ambientar sus historias. Lo malo es que mucho escritor mamporrero (como la misma Jo Walton) se ciega con el envoltorio, esforzándose en crear libros que podrían funcionar como manuales para ambientar un juego de rol, pero que no funcionan en absoluto como narrativa.

Esto entronca con el tercer error. El Hobbit no es en absoluto una obra menor, ni una obra de un aprendiz. El problema para cenutrios como esta mujer es que El Hobbit no es una obra tan épica: no se está salvando el mundo, si no que es la aventura de un pequeño hobbit. Y es que la épica va ligada a los trasfondos abigarrados. No hay más que echar un vistazo a cualquiera de las peores sagas escritas a rebufo de El Señor de los anillos, no en vano clasificadas como fantasía épica. Dragones, elfos milenarios, imperios perdidos, magos poderosísimos y grandes ejércitos enfrentándose son, automáticamente, algo mejor y más emocionante que las aventuras de un pobre hobbit, que a nadie le importa. Y es que el trasfondo es algo engañoso y funciona por que se construye en la mente del lector, no en el texto.

Cualquier lector que no se deje cegar por la épica puede ver que en El Hobbit tiene un trasfondo muy complejo y mucho más vivo que El Señor de los anillos, lleno de magia y criaturas fantásticas. No hay más que pensar en los trolls que encuentran en el bosque, el rey de los trasgos que viven en las cuevas de las Montañas Nubladas, los jinetes de huargos, Beorn el cambiaformas, vemos a Gandalf lanzando bolas de fuego... En El Hobbit se vive una constante sensación de aventura, la sensación de que puede pasar cualquier cosa. Esta sensación de maravilla y de aventura es pura narrativa y toda su fuerza está en el texto ya que, al estar centrado en un grupo de aventureros pequeño, el trasfondo de la historia es lo que vemos a través de los ojos de Bilbo.

Y, sobre todo, El Hobbit tiene muchísimo de uno de los ingredientes que peor le sienta a esa sensación de epicidad: sentido del humor. Ya está bien de tanta necesidad de épica, de tanta trascendencia impostada. Esta pequeña historia con su sencillez, su inocencia y su buen humor, cualidades tan infantiles, demuestra que son valores mucho más importantes que los que tantas y tantas sagas plomizas tomaron como referencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Videoclips con robots

Mientras escribía la anterior entrada sobre Styx he recordado un programa que vi en el canal VH1 sobre los mejores videoclips con robots (Robots in clips). Aquí va el programa, en versión Youtube, con un montón de robots de todas clases, desde los acartonados de Daft Punk a las más avanzadas tecnologías biónicas. Servomotores al servicio del bien o brutos mecánicos destruyendo ciudades, lo que está claro es que estos trastos saben moverse.

Algunos vídeos son un poco rancios en el aspecto robótico, como el de Beck y sus Asimo bailantes, mientras que otros son auténticas chuladas, como los brazos DJ de H Foundation (yo he programado uno de esos :_) aunque lo único que hacía era coger una caja y posarla en otro lado...) o el de Björk. Claro que estos me gustan por que se ve cómo funcionan esos aparatitos, con sus servos, sus articulaciones y sus pincitas, mucho mejor que un androide de superficie satinada como si fuera un iPhone.
  • Daft Punk - Robot rock


  • Beastie Boys - Intergalactic


  • Junior Senior - Move your feet


    Junior Senior - Move Your Feet

  • Eight day - Hazel O'Connor


  • Styx - Mr Roboto


  • Ocean Color Scene - Mechanical Wonder


  • Playgroup - Number One


  • Beck - Hell yes


  • Garbage - The world is not enough


  • H-Foundation - New Funk Theory


  • Bjork - All is full of love


  • Lazy - X-Press


lunes, 4 de octubre de 2010

Styx

Vivimos en una época dominada por la nostalgia y una constante recuperación del pasado. Cada vez es más aburrido ver cómo la gente abusa de tantos iconos de los años ochenta y, sobre todo, los elogios acríticos que se hacen de ellos (como dicen en Viruete "El Equipo A, ¡qué nostalgia!"). No soporto al tío gracioso con la melodía de La abeja maya en el móvil, las tiendas de merchandising cutre o los blogs llenos de entradas sobre aquellas series de ayer, hoy y siempre, completamente vacías de contenido, simples enumeraciones de "¡qué mítico!". La industria sabe exprimir a esta generación de peterpanes, que quiere alargar todo lo posible su infancia, y les alimenta a base de reediciones y, lo que es aún peor, remakes de los mismos productos una y otra vez. Se revive el pasado, pero nadie parece esforzarse por crear algo nuevo.

Nunca he sido demasiado amigo de este entusiasmo por la nostalgia, quizá por lo cutre que me parece esa mitificación de los productos de los ochenta y, gracias a Dio, he mantenido este blog a salvo de todo eso. Es cierto que he hablado más de una vez de algunas aficiones que conservo desde que era bastante pequeño, pero siempre son cosas que sigo valorando incluso hoy en día. Hay que saber distinguir entre los productos que tienen valor por sí mismos y los que sólo tienen valor por los recuerdos que nos traen. En definitiva, no creo que decir que algo sea mítico lo libre de la retrorrotura ni que ejercitar la nostalgia sea una manera de consolarse de las penas de hoy. Para mí la nostalgia es, casi siempre, spleen, la búsqueda de la magdalena de Proust.

Precisamente, estas magdalenas siempre me traen el mismo recuerdo: una tarde sombría, probablemente a finales del otoño. Acabo de llegar a casa, y recuerdo la cocina, iluminada con una luz amarillenta, cálida, que hacía que pareciese mucho más acogedora frente a un cielo cada vez más negro, amenazando tormenta, y mi madre preparándome la merienda, un Nesquick, en uno de los tazones grandes que siempre usaba mi abuelo y que yo siempre quería usar, aún hoy también, casi 15 años después. Y con este tazón de Nesquick esas magdalenas, recién compradas, doradas y esponjosas. Recuerdo tomármelo en la habitación que mi padre usaba de biblioteca, con su pared llena de libros hasta el techo, viendo en la tele la serie de dibujos animados de Conan.

Creo que este es mi primer recuerdo de Conan. Y hasta hoy, cuando tomo una magdalena, sigo recordando al cimmerio. Si me pongo a pensar puedo rememorar unos cuantos primeros recuerdos, como cuando descubrí a los Guns n' Roses: debía ser alrededor del año 90 ó 91, en los últimos estertores del bandolerismo heavy. Estaba en casa de unos familiares de mi padre y vi pasar a una pandilla de macarras del pueblo, uno de ellos llevaba una camiseta con la cruz del Appetite for Destruction. Hasta unos cuantos años después no escucharía ese disco, casualmente en esa misma casa. También conservo mi primer recuerdo sobre Queen, cuando uno de mis primos le pidió a mi madre un disco (creo que un recopilatorio) y ella le dió una charla para que tuviera cuidado con las drogas (¿?) para que no acabase como Freddie Mercury. Debía ser poco antes de que Freddie Mercury se muriera. No sé por qué lo recuerdo, si por aquel entonces no tenía ni idea de que estaban hablando, quizá me marcó esa sensación de amenaza desconocida.

Otros recuerdos son bastante más prosaicos, como mi descubrimiento de Styx: fue en un viaje en autobús de Madrid a Torrelavega en la vieja Continental Auto, antes de que fuera fagocitada por Alsa. No sé por qué, pero en los autobuses siempre ponen películas infames, nunca piensan en los pasajeros que tienen que pasarse más de cinco horas sentados y en lugar de poner una película que sirva para distraerse durante hora y media se dedican a pasar auténticos deshechos, haciendo memoria he visto (más o menos) Tienes un email, Bedtime Stories, con Adam Sandler, una peli de las gemelas Olsen, Eragon en un viaje de ida… ¡y la volví a ver en el de vuelta!, ¡¡Glitter!!! en la que sale Maria Carey con una gorra de Seguros Vitalicio, 50 primeras citas o How to Make an American Quilt, una película sobre un grupo de mujeres que hacían un edredón con retales... Al filo de la muerte, una de Steven Seagal en un Alcatraz technoir.

Creo que os hacéis una idea, ¿verdad? Pues descubrí a Styx viendo una de estas películas, The Perfect Man. Tiene un argumento bastante tonto, típico de comedia romántica: Hillary Duff está harta de que su madre esté continuamente cambiando de trabajo, de ciudad en ciudad y mudanza en mudanza, así que decide buscarle un novio para que siente la cabeza de una vez. Bueno, desfila la típica galería de noviables... y uno de ellos es un auténtico redneck, fan del AOR cuya mejor idea para una cita es llevar a la pobre mujer a un concierto ¡de un grupo tributo a Styx!. Según el candidato a novio, "el cantante no es tan bueno pero, si cierras los ojos, no notas la diferencia", guiño a Dennis DeYoung, antiguo líder de Styx, que hace de cantante de la banda tributo.



¿Y qué canción iba a tocar un grupo tributo a Styx en una película? Evidentemente, Mr. Roboto. Esta canción fue un amor a primera vista... desde esa intro, cuyo misterio sólo es superado por su ochentez, y, justo después, ¡empezar directamente por el estribillo! ¡¡Domo arigato Mr. Roboto!! En apenas unos segundos muestra toda sus cartas: robots japoneses, hard casio y vocoder, ¿cómo no amar esta canción? Y todo gracias a una infame película que pusieron en un autobús.