sábado, 19 de septiembre de 2009

Masters of Horror: Homecoming

HomecomingÉste es el segundo episodio que he visto de Masters of Horror, después de Sueños en la casa de la bruja, que reseñé por aquí hace ya bastante tiempo. Como dije en aquella entrada, Homecoming era uno de los episodios que más me llamaba la atención, y es que la propuesta es bastante interesante: los soldados muertos en Irak vuelven convertidos en zombies para protestar contra Bush.

Tradicionalmente se ha querido ver en el cine de terror el reflejo de la situación política de la época en la que se produce la película. En la mayoría de las veces, las películas no dejan de ser un subproducto que no da para muchos análisis, pero de vez en cuando sí que aparece una obra maestra dentro del género que sabe capturar perfectamente el zeitgeist. Un ejemplo clásico es Zombie (o El amanecer de los muertos), donde ni siquiera la muerte es capaz de vencer la alienación que producen los grandes centros comerciales. Homecoming intenta meterse entre estos clásicos, pero donde otras películas hacen de la sutileza una virtud, Homecoming va directa al grano, y ése es su principal fallo. Y es que tanto se esfuerza su director, Joe Dante, en meter su mensaje con calzador, que al final lo que menos importa son los zombies. Bien es cierto que normalmente los zombies sólo son una excusa, o una manera de poder contar una historia, al fin y al cabo, lo que importa son los humanos que aún están vivos, pero los no muertos tienen algún peso argumental. Sin embargo, en esta película éstos zombies, que eran el centro de su argumento, tras unas cuantas escenas prácticamente dejan de contar.

La idea de estos zombies soldado es bastante interesante. En primer lugar, como catarsis. Los soldados muertos en Irak han sido durante mucho tiempo una de las principales preocupaciones de los estadounidenses, un recordatorio constante de la política de Bush, hasta llegar a ser un tema prácticamente tabú. Pero con su vuelta como zombies se plantea algo muy interesante, que es tratar de destruir a estos zombis, tratar de destruir los miedos de todo un país que estos soldados representan. Pero ése no es el objetivo de la película, aunque creo que ése punto de vista hubiera servido mejor como mensaje ideológico, al menos, hubiera sido un poco más sutil. En el episodio prácticamente no se dispara sobre estos zombies, y es que han vuelto de la muerte no para devorar a los vivos, si no para poder votar, para que nadie se apropie de la voz de los muertos en una guerra.

Al final, el episodio queda en una burla de los peores tópicos de los republicanos, y en una muestra de la Ley de Poe. Desde el principio, con la escritora fanática y su coche de matrícula BSH BABE, o diciendo que los que se manifiestan contra la guerra son "men with breasts, women with armpit hair. They are ugly and stupid". Nos muestra cuán hipócritas son estos fanáticos, con una especie de líder religioso, primero diciendo que los zombies son un milagro y un regalo del cielo, pensando que están a su favor, pero en cuanto los zombies dejan claro que han vuelto para echar del gobierno a quien les mandó a morir, se convierten en engendros de Satanás, sin solución de continuidad. Como parodia, funciona bastante bien, aunque al final resulta excesiva de tanto decir quiénes son los malos. Por otro lado, no he comentado otro de los hilos que componen la trama, por que estropearía bastante el episodio a quien pudiera verlo. Esta trama es el mayor acierto del episodio, y termina en un climax que rápidamente es estropeado por un "segundo final" completamente innecesario.

Y ésta podría ser una buena manera de resumir el episodio: unas cuantas ideas potentes que son estropeadas al tratar de estirarlas demasiado. Se salva por el humor gamberro y por unos cuantos guiños al espectador, como este genial homenaje :)

G.A. Romero

martes, 8 de septiembre de 2009

Matadero Cinco (II)

Si en la anterior entrada analicé algunos logros de la novela, en esta, que espero sea más breve, haré un comentario (que espero más breve) de algunos de los grandes aciertos de la película.

En primer lugar, no sabría decir si el libro es superior a la película o no. Ciertamente, gran parte del atractivo de la película viene de los mimbres que deja entrelazados Vonnegut en su novela. Sin embargo, la película, al contrario de lo que suele pasar en las últimas adaptaciones de novelas, ¡o peor, tebeos!, tiene la valentía de no calcar párrafo a párrafo la novela en que se basa, y no por ello deja de ser una adaptación muy fiel, que sabe transmitir muy bien el mensaje de la novela.

El gran acierto de la película es conseguir visualmente la sensación de desorientación de Billy, sacar al espectador también fuera del tiempo: la película avanza mediante flashes, pequeñas escenas que se cortan repentinamente, y ya estamos en medio de otra. En ocasiones, la transición es brusca, como en la primera escena, que termina con un salto destinado a impresionar al espectador, a descolocarlo: vemos la máquina de escribir de Billy, mientras escribe "I have come unstuck in time. I jump back and forth in my life and I have no control over where". Al escribir la última palabra, el silencioso sótano desaparece, y aparecemos en mitad de una carretera nevada, por la que avanzan un tanque y unos soldados. Ya estamos en mitad de la vida de Billy, y el tiempo ya no es lineal. Sin embargo, en otras escenas se juega con la imagen, haciendo cambiar levemente la escena. Una de las que me pareció más interesantes es una en la que Billy, tras un accidente, es llevado en una camilla por el pasillo del hospital, mientras la escena cambia sutilmente, Billy está corriendo por un pasillo en el Matadero Cinco, en Dresde. Se juega con los cambios visuales para dar continuidad o romperla, para unir dos momentos o para separarlos por completo.

La sensación de saltar atrás y adelante en el tiempo se incrementa: si leyendo pasamos diez, o quince minutos "fijos" en el tiempo, en la película estaremos mucho menos. Y, además de esto, han conseguido encontrar a un actor idóneo para Billy, completamente apático, de rasgos corrientes, poco definidos, nada en él destaca. La sensación de que Billy es sólo un espectador se acrecenta al verlo en la película: lo vemos normalmente lejos del foco de acción en los planos, apático, apenas moviéndose ni mirando a los otros personajes, salvo en las escenas en las que está en el zoo de Trafalmadore con Montana Wildhack. Mientras en el libro Billy es completamente apático ante el sexo con su mujer Valencia, en la película es lo único que lo saca de su posición de espectador. Es tal la apatía que transmite que viendo la película se consigue el mismo efecto de lejanía entre el espectador y los hechos que aparecen en pantalla, sin que esto implique un distanciamiento con la propia película, al contrario: la hora y media larga que dura se pasa en un santiamén, consiguendo corregir uno de los puntos más flojos del libro, y es que en ocasiones tanto vaivén temporal acaba distrayendo en algunos capítulos flojos. Sin embargo, en la película se recortan algunas las líneas temporales, otras se acortan, y otras cobran más protagonismo. En concreto, una de ellas es la de Paul Lazzaro, uno de los prisioneros en Dresde, que en el libro, a pesar de tener un papel decisivo, apenas interviene. En la película Lazzaro juega otro papel, y añade una nueva perspectiva sobre la guerra: Lazzaro es un personaje lleno de orgullo, que continuamente es pisoteado. Lazzaro representa la humillación del débil por el poderoso. Es curioso cómo a partir de un personaje ciertamente secundario, en apenas unas pocas escenas consiguen crear un personaje con tanta carga, y este acierto pertenece totalmente a la película.

Totalmente recomendable, como una mirada ligeramente distinta sobre la novela.

jueves, 3 de septiembre de 2009

En el principio... fue la línea de comando (II)

Decíamos ayer que para Neal Stephenson, las metáforas aplicadas a la informática son un arma de doble filo. Por un lado, son muy útiles para abstraer la enorme complejidad de un programa como un sistema operativo, y nos dan una serie de herramientas intuituvas para interactuar con nuestras máquinas, que en principio, son dos cosas muy deseables: a nadie le gustaría tener que leer un manual de 500 páginas para poder navegar por Internet, y normalmente, necesitamos tener algún tipo de sistema de referencia para poder comprender cómo funciona un computador. Por eso se ha aceptado como un convenio de facto el paralelismo entre el software y las herramientas de trabajo presentes en una oficina. Sin embargo, estas metáforas, creadas para ayudar a comprender el funcionamiento de un computador, han terminado por hacerlo totalmente incomprensible. De toda la gente que cada día hace uso de un ordenador, muy pocos realmente llegan a entender qué es lo que está pasando por debajo de todas esas metáforas, qué está ocurriendo mientras teclean y lentamente las letras van apareciendo sobre un folio en blanco dibujado en la pantalla.

Estas metáforas han alejado a la gente de una herramienta de trabajo muy potente, convirtiendo un milagro tecnológico en algo equivalente a un paquete de Din A4 o un cassete de música de capacidad infinita. El conocimiento de la informática se ha convertido en una especie de conocimiento revelado a unos pocos, y en un mundo que cada vez depende más y más de sistemas informáticos de complejidad creciente, la gente cada vez siente menos curiosidad por ellos. Se está dejando el control absoluto de nuestra sociedad en las manos de esos iluminados, y la gente está contenta por librarse de una preocupación.

Alcanzado este punto, Stephenson quiere utilizar las herramientas que los gigantes de la informática (Microsoft, Apple...) han utilizado para alejar a la gente de los ordenadores en su contra, quiere convertir a los Eloi en Morlocks. Y también, alcanzado este punto, es momento de parar. El siguiente paso, en una próxima entrada.


P.D.: Por otro lado, es interesante la reflexión que hace acerca de la imagen que quiere transmitir realmente cada empresa: desde el aspecto de aburrido oficinista que ofrece Microsoft, hasta la hipocresía que rodea a Apple (y gran parte de sus más acérrimos fans), vendiendo libertad y rebeldía contra el sistema en el plano publicitario, mientras impiden que puedas instalar en sus ordenadores otra cosa que no sea su hardware y su software. Bajo su aspecto de intelectuales hippies buenrrollistas se esconde una señorita Rottenmeier con una obsesión por el control.