El tema de la guerra que los medios informativos han declarado a internet es un asunto recurrente en este blog. Y es que no dejan de dar motivos para la indignación. Gente que aún vive en un mundo que se ha quedado atrás, dedicada a criticar algo que ni siquiera comprenden. Intento no dedicar demasiado tiempo a pensar en estas cosas, por evitar una sobredosis de bilis, pero llega un momento en que, sencillamente, he leído tantas cosas que me han provocado indignación que ésta tiene que salir por algún sitio.
Como siempre, mi crítica se centra en El País, el único periódico que leo de vez en cuando. La tele apenas la veo, pero hablar de calidad de información en la tele es ridículo. No hay más que ver los "informativos" de Antena 3, estoy seguro que ver uno entero debe reducir en varios puntos tu C.I.. Como decía, me centro en lo leído en El País, pero supongo que esto se extiende por todos los medios. Al fin y al cabo, no dejan de ser los mismo dinosaurios, que no quieren adaptarse a unas tecnologías que los han convertido en obsoletos. Lo único que ven en internet es a un enemigo, a algo que hay que atacar y destruir, antes de que la gente abandone sus monopolios de la información. Y es que el peligro es muy claro: frente a la información distribuída de forma vertical, donde unos pocos establecen un discurso que el resto tiene que escuchar, en internet hay
muchas voces. Y muchas voces independientes son algo peligroso, ya que alguna de ellas puede salirse del discurso establecido. Eso es lo que hay que evitar.
En una
joya periodística, la defensora del lector de El País, nos deleita con algunas de estas perlas:
el hecho de que haya lectores que pagan por la información es lo que permite al periódico ser independiente, no sólo frente a los poderes, sino también frente a los anunciantes.
Es una bonita teoría. La prensa debería ser independiente, e informar con veracidad, duela a quien duela. Sin embargo, hablando de independencia, la balanza no está del lado de los periódicos, que no dejan de ser entes propagandísticos de la mano que les da de comer. No sólo entrando es aspectos políticos, donde cada uno lanza cuchillos informativos al partido enemigo. En el tema de la "guerra" contra las descargas, ¿dónde está la independencia? El País es un esclavo de la industria. Lo vemos prácticamente cada semana. Hace unas semanas, con su defensa sonrojante de la ley de espionaje promovida por Sarko. Ahora, con la sentencia contraria a The Pirate Bay. Para celebrar esa sentencia, ya que parecía una victoria, nos regalaron con esto:
¿Se acaba el chollo de las descargas?, donde nos pintan un paisaje apocalíptico, por culpa de los que nos descargamos cosas. Este artículo es una muestra de los que NO es independiente. Es retorcido, mentiroso e interesado. A todos los niveles. Como dice
Escolar en su blog:
Una curiosidad filológica sobre el mismo artículo. Según dice el texto, los contrarios a la piratería “claman” contra las descargas. Sin embargo, los contrarios a la nueva ministra de Cultura “se desgañitan” en una “ruidosa campaña”. Desgañitar, según la RAE, es “esforzarse violentamente gritando o voceando”. Clamar es otra cosa, mucho más fina. Significa “exigir”, que la RAE define después como “pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho”. ¿Queda claro quién tiene razón o hace falta que os haga algún dibujo?
Cosas como esta son el pan nuestro de cada día. Unos medios, en su torre de marfil, se permiten acusar a los demás, sin hacer la más mínima autocrítica. Criticar a los demás por sus propios pecados. Una hipocresía que nos repiten día a día en noticias y columnas de opinión. ¿Dónde está la supuesta independencia de la que tanto alardean?
Las joyas siguen:
Y eso ocurre al tiempo que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet, lo que puede acabar afectando también a la calidad. ¿De verdad puede alguien creer que una información fiable, independiente y veraz no tiene coste? El periodismo de calidad es cada vez más caro, porque exige escribir desde el lugar de los hechos, investigar y no conformarse con las versiones de parte; exige más tiempo, más recursos y mayor cualificación profesional.
¿De verdad puede alguien pensar que esta señora ha echado un vistazo a su propio periódico?¿De verdad puede creer alguien que la información que dan es fiable, independiente y veraz? El periodismo de calidad, efectivamente, puede ser caro. Ahí tenemos cada mes a
Foreign Policy, con verdaderos profesionales, con gente al pie del cañón. Pero también están
War Nerd, un informador mucho más independiente y fiable que la mayoría de los medios, y lo más importante, mucho más informado. Este verano, la información que ofrecía El País sobre la guerra entre Rusia y Georgia no era más que lo que se podía leer en la Wikipedia. ¿Dónde estaban los informadores en el lugar de los hechos? Es un acto de hipocresía muy vil, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de sus noticias no son más que réplicas de lo que mandan las agencias. Prácticamente ninguna noticia internacional es relatada por el periódico, si no compradas a docenas a una agencia, con lo que la sección es la misma en todos los medios. No hay variedad, no hay calidad, no hay independencia. Las noticias son una mercancía con la que rellenar páginas. No interesa profundizar, y mucho menos salirse del discurso marcado. ¿Y la profesionalidad de los periodistas? Hace poco pudimos ver cómo uno de ellos plagiaba uno de sus artículos ¡¡¡de la Frikipedia!!! no ya de la Wiki, si no que redactó una supuesta "noticia" plagiando a una página de coña. ¿Es esa la profesionalidad que nos venden?
Son dinosaurios. En lugar de apostar por la calidad, por la especialización, han apostado por lo rápido y fácil. Rellenar las noticias con teletipos, no cambiar ni una coma, salvo que eso interese a la mano que da de comer. Sus noticias son engañosas, manipuladas, poco veraces y de una superficialidad lamentable. No hay ninguna labor de documentación. Ningún periodista ha sido capaz de entender ni explicar la tan manida crisis, salvo a toro pasado. Ningún periodista sabe qué está pasando, por ejemplo, en Somalia, o en Darfur. Al fin y al cabo, si se dedicasen a documentarse sobre esto, perderían un valioso tiempo que podrían utilizar para contar el último detalle escabroso sobre el crimen de moda, o contar los romances del futbolista de turno.
La información de calidad, veraz, independiente y contrastada no está en las páginas de El País. Está en los medios especializados, y en los blogs de expertos en la materia. La verdad está ahí fuera. Y eso es lo que les aterra. Que un día la gente aparte la mirada de sus páginas y la descubra.